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Manquiña y Bodegas, pura alquimia retranqueira

Su humor incisivo hizo disfrutar a un público vigués que abarrotó el teatro Salesianos

momento de su actuación en el teatro Salesianos, en Vigo. // José Lores

"Noites de retranca" está de quinto aniversario. Se trata de un éxito, sin duda, sustentado en buscar la excelencia de los ponentes sobre las tablas, que en este caso eran Manuel Manquiña y Rober Bodegas. Posiblemente, pues, sobre el escenario del teatro teníamos ayer en Vigo a dos de las figuras más importantes y celebradas del humor gallego o en Galicia. Se trata de dos apuestas seguras, cuando un show recibe el nombre de retranqueiro. Ya se sabe, la retranca es algo muy de nuestro espíritu. Y no me refiero, claro, a (Diccionario de la Real Academia de la Lengua mediante) "correa ancha, a manera de ataharre, que forma parte del atalaje y coopera a frenar el vehículo, y aun a hacerlo retroceder", una de las muchas definiciones del término, sino, evidentemente, de cierto tipo de humor que ataca sin embestir de frente, un espíritu crítico agazapado tras la sonrisa, una colleja que se suelta entre sonrisas, sin que nos demos cuenta.

Para retranqueiros, Manuel Manquiña y Rober Bodegas. Huelgan las presentaciones, y por eso, por ser ellos quien son, se llenó el teatro-cine Salesianos prácticamente hasta la bandera. Poco más hay que contar del show. No hablamos de teatro sino de monólogos puros. Al mismo tiempo calculados y libres, abiertos a la improvisación, sostenidos por el buen hacer y la experiencia de dos almas curtidas en esto de hacer reír. Bodegas, con ese aspecto de hipster tímido y a la vez guasón, es la réplica perfecta para un Manquiña en estado de gracia, casi vitriólico, siempre con esa vis cómica natural que todos le conocemos desde los tiempos de las "andanadas de hostias" y el "conceto" (y antes, claro). Si "Manqui" es un as sobre el escenario, que domina a sus anchas, y aunó crítica social y memoria personal (Salesianos fue su colegio de infancia), Bodegas resultó el dueño del monólogo más hilarante, con un examen delante de los audífonos de la teletienda, que fue lo mejor de la noche. Manquiña tenía al público ganado y refrendó su carisma con excelencia. Bodegas, sin la presencia escénica de su compinche, sostuvo un monólogo brillante y kamikaze. Ambos en fin, triunfaron ante un público que disfrutó de lo lindo con ese humor incisivo, algunos dirían soez (pero eso no existe, y menos en el contexto del humor).

A modo de prólogo y epílogo, actuaron Mofa e Befa, simpáticos.

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