La terapeuta norteamericana Robin Norwood decidió un día poner en orden la información obtenida durante años de ayuda a mujeres víctimas de malos tratos psicológicos y físicos. El resultado fue Las mujeres que aman demasiado, un libro en el que explica cómo el deseo de amor en algunas mujeres se convierte en una adicción que las puede destruir al ser incapaces de gestionar un amor saludable.

Las mujeres de las que habla se han caracterizado por ir realizando más y más esfuerzos -incluso denigrándose a ellas mismas y aguantando agresiones- para contentar a su "amado" que cada vez iba mostrando más y más gestos de falta de amor o respeto. Ambos, enroscados en una lucha, en una adicción solo curable con terapia, que se retroalimenta. En ese libro, Norwood apuntaba que a la hora de descubrir un hombre maltratador había que conocer cómo había sido su infancia, cómo había sido su relación con sus padres.

"La infancia es determinante en la configuración de la personalidad del maltratador", aseguraban ayer fuentes del Instituto Europeo Campus Stellae, situado en Compostela, y que ha realizado una investigación sobre los perfiles psicológicos de los maltratadores. "En unos casos, la violencia del agresor oculta el miedo o la inseguridad que sintió de niño ante un padre abusivo. De adulto, la transforma en violencia para no sentirse débil", añaden.

Apoyándose en los trabajos previos de psicólogos como John Gottman o Neil Jacobson, esta institución gallega ha diferencia dos perfiles principales de maltratador: el pitbull y el cobra. Ambos tienen en común que "suelen proceder de hogares violentos; muchos padecen trastornos psicológicos; suelen abusar de las drogas o alcohol; y son personas inmaduras, inseguras, impacientes e impulsivas".

Campus Stellae también detalla el síndrome de la mujer maltratada que se caracteriza por la pérdida de control de la situación cuando la mujer cree que no puede hacer nada para solucionarlo. Además, se da por rendida, cada vez se opone más y cada vez se autoexige más a sí misma. Finalmente, acaba "asumiendo que las agresiones son un castigo merecido".