La abogada de Cruz Roja María Lareo Fernández (Vigo, 1975) lleva la solidaridad en las venas. Comenzó en la organización como voluntaria hace nueve años y posteriormente se convirtió en trabajadora en la entidad y se ha especializado en la Ley de Extranjería. Cerró su despacho de la capital porque prefiere dar asistencia legal a inmigrantes con pocos recursos. Con la crisis, los expedientes son complejos, pero lucha por resolverlos porque sabe que detrás de cada papel hay una vida.

-El año pasado el Departamento Jurídico de Cruz Roja atendió a unas 700 personas. ¿En qué consiste la función de este departamento?

-Llevo trabajando en Cruz Roja desde 2006 y como voluntaria desde 2004. Fueron los años de la llegada de pateras y cayucos, y era vital este servicio, aunque no todos los inmigrantes pasaban por aquí. De los que no eran ni repatriados a sus países de origen ni enviados a la Península, y los que por diferentes circunstancias se quedaban eran atendidos aquí. Las primeras demandas de los extranjeros eran burocráticas de tramitación de pasaportes, empadronamiento, derechos básicos y posteriormente sobre regularización. Además la población inmigrante que vivía aquí pedía renovación de permisos, reagrupaciones familiares, solicitudes de regularización, arraigo y había más facilidades de que todas las demandas prosperaran porque la situación económica era propicia, era más accesible un contrato de trabajo.

-¿Y en la actualidad con qué se están encontrando?

-Con muchas más dificultades y complicaciones para los extranjeros y para nosotros. Ahora hay que romperse la cabeza para buscar el resquicio legal para evitar que esa población viva de forma irregular en España. Lo peor es cuando tras estudiar un caso en profundidad hay que comunicar a un usuario que no hay no hay nada a lo que se puede acoger. Ahora la dificultad es un contrato de trabajo, a lo que se une la ilusión por traer a la familia, comer, un alojamiento, en definitiva sobrevivir. Por ello no hay ningún usuario que se quede sin atender en Cruz Roja, y a veces la mejor asistencia es una buena derivación a los Servicios Sociales o a quien corresponda. Además, aquí se trabaja de forma conjunta con otros servicios, con las trabajadoras sociales, voluntarias, etc.

-¿Cuál es el perfil de los usuarios?

-Nuestro usuario es el inmigrante que reside en la Isla y su procedencia de mayor a menor es de Marruecos, El Sahara, Colombia, Senegal, Nigeria y Argentina. Lo que está claro es que hay casos muy dramáticos porque detrás de cada expediente administrativo hay una historia humana, problemas graves y la Cruz Roja se ha convertido en un referente en el mundo. Este centro es el refugio para muchas personas, es el lugar que presta ayuda y al que muchas personas acuden desesperadas. Eso es sin duda lo más gratificante de mi trabajo.

-¿Considera que se ha acentuado el retorno de muchas familias inmigrantes establecidas en la Isla a sus países de origen como consecuencia de la crisis?

-Existe una casuística singular porque, cuanto más complicado, más largo y difícil ha sido su viaje migratorio y de salida de su país a Occidente, más improbable es el regreso. Lo que es evidente es que si vienes de África y procedes de uno de los países más pobres del mundo no quieres regresar. Los africanos siguen su viaje en busca de la felicidad y de un futuro mejor. Tal vez los ciudadanos de América Latina retornan con ilusión; aunque puede suponer un fracaso personal o social, vuelven con ganas de reunirse con sus familiares y quedarse en sus pueblos natales porque muchos países han prosperado en estos años de ausencia. También se da el caso de que se vive en la Isla por circunstancias y no existe un apego a esta tierra, por lo que continúan rumbo a cualquier otro país de Europa o América en busca de trabajo.

-Cuando hablamos de inmigración existe un periodo de años que dejaron huella, una época en la que Cruz Roja acogió a muchas mujeres inmigrantes que llegaban embarazadas o con bebés. Casi una década después, ¿conocen cómo ha sido la evolución de estas familias, dónde y cómo viven?

-Sí, por supuesto que hubo muchos casos de inmigrantes que llegaron en patera y recibieron esa primera asistencia en Isla en los años de grandes arribadas que permanecen en el recuerdo y la memoria del personal y voluntarios de Cruz Roja. La mayoría de esos bebés y niños están nacionalizados. Muchos nacieron en España y algunas mujeres que fueron acogidas en la Casa de Cruz Roja siguen viviendo en la Isla. Otras familias, por el contrario, han partido, pero casi todas han logrado su plena integración y son residentes en el país.

-De origen gallego, ¿llegó a la Isla por motivos laborales, se siente inmigrante?

-Sí, al igual que muchas personas que vinimos a Fuerteventura. Aunque puedo presumir de que trabajo en lo que más me gusta. Y si esta fase termina y se pone fin al proyecto buscaré fuera y no descarto marcharme de Fuerteventura para continuar realizando lo que más me atrae como es el asesoramiento jurídico a inmigrantes desde diferentes organismos, instituciones o empresas. Lo que más me gusta es que mi trabajo sirva para ayudar a la gente y darle esperanzas de una vida mejor.