Ayer noche la Sociedad Filarmónica de Vigo acercó a nuestra ciudad una propuesta camerística de notables aptitudes. Se trató del cuarteto Niemen acompañando a la pianista lituana Alina Pociute. En este formato quinteto acometieron en el Teatro García Barbón piezas de Boccherini, Respighi y Dvorak.

Arrancó el concierto con una obra del chelista de Lucca, muy bien entendido en sus virtudes: un quinteto, op.57 que ejemplifica los logros del compositor en su tiempo. Es música que se caracteriza por una ajustada galanura, sencillez y el equilibrio de sus melodías, que modela y perfecciona el formato de quinteto y aporta ciertas dosis de dramatismo.

A continuación fue el momento para el nombre, acaso, más ignoto del triplete ofertado: Ottorino Respighi. El compositor italiano, habiendo sido también un reputado musicólogo centrado en la música de su país en los siglos XVI a XVIII, resulta una elongación bien considerada para la música de Boccherini. Conocido Respighi sobre todo por sus trabajos sinfónicos, el Quinteto en fa menor que sonó ayer participa de virtudes como esa viveza diríamos mediterránea que dominó en la primera parte del concierto. Al finalizar, los asistentes reconocieron el ajustado trabajo del quinteto, correcto, esforzado y perfectamente conjuntado (y, añadamos, con un meritorio Mykolas Pocius al violín principal).

Para la segunda parte, nuevo cambio de tercio: Dvorak. Conocido el músico checo, sobre todo, por sus nueve sinfonías, ayer el cuarteto Niemen y Pociute interpretaron el mucho más modesto Quinteto op. 81 en la menor. Desprovistos por tanto pieza y músicos de la capacidad para remover butacas con los fortísimos de sus obras sinfónicas, queda el encanto sutil y la facilidad para los tintes melódicos valores del autor posromántico/nacionalista, acaso escondidos frente a su popularidad colorista y de gran orquesta.