A través de los ojos de Antú, Kueyé, Melipal y Yepún, los cuatro telescopios bautizados en lengua mapuche del Observatorio Paranal de Chile, uno de los mejores del mundo, los investigadores rastrean nuestra galaxia en una competitiva y constante búsqueda. El astrofísico gallego Manuel Ángel Pérez (A Pobra do Caramiñal, 1975) forma parte de la legión de cazadores y es un buen conocedor de ésta y de otras instalaciones científicas que utiliza para el estudio de estrellas binarias de rayos X que en muchos casos albergan agujeros negros.

En abril pasará tres noches en el telescopio William Herschel de La Palma y en mayo realizará una observación ¡de una sola noche! en Paranal, adonde volverá en julio. Sus instalaciones ultramodernas sirvieron de localización en la última película de James Bond, pero curiosidades cinematográficas aparte, estas cacerías de estrellas suponen diez horas de vigilia a las que hay que sumar las calibraciones previas. Aun así, a Manuel, que confiesa preferirlas a los congresos científicos, le encantan: "Las disfruto muchísimo. Te levantas a las dos de la tarde y te acuestas a las ocho de la mañana. Con suerte, no ves el sol, pero tengo acceso a unos telescopios únicos".

Especializado por la Universidad de La Laguna, se marchó en 2004 a EE UU para investigar en el Centro de Astrofísica que conforman Harvard y el instituto Smithsonian. Hace casi un año regresó a Europa para trabajar al lado de un antiguo jefe en SRON, el Instituto Holandés para la Investigación Espacial.

Holanda es uno de los quince países, a igual que España, que colabora con el Observatorio Europeo Austral (ESO), la principal organización astronómica del continente que dispone para sus estudios de Paranal y de otros dos observatorios chilenos, La Silla y Chajnantor.

Alrededor de la mitad de las estrellas que podemos contemplar forman parte de un sistema binario en el que ambas orbitan alrededor de un centro común. Cuando una de ellas muere y se convierte en un agujero negro su compañera se convierte en la pista que utilizan los astrofísicos para localizar estas misteriosas regiones que podrían sumar varios millones en nuestra propia galaxia.

El agujero negro arranca materia a la estrella y el gas que va cayendo forma en torno a él un disco de acrecimiento en el que a menudo se producen inestabilidades que dan lugar a una fuerte emisión de rayos X, "un millón de veces más brillante" de lo habitual.

Hay sistemas binarios que siempre están brillando –así se descubrió el primer agujero negro en 1964–, pero Manuel persigue aquellos que lo hacen de forma ocasional. Los satélites espaciales actuales que observan en rayos X son "bastante miopes": "Tienen muy baja resolución espacial comparados con los telescopios ópticos, con los cuales se pueden obtener imágenes de gran nitidez y detalle". Es por ello que, en cuanto recibe el aviso de que se ha producido una de estas explosiones, acude a un telescopio en tierra para detectar la contrapartida óptica a la fuente de rayos X.

Pero existe un satélite que supera la visión de los demás, Chandra, considerado el mejor observatorio de rayos X. El grupo de SORN al que pertenece Manuel utiliza estas capacidades para descubrir los agujeros negros asociados a estrellas antes de que se produzcan las perturbaciones en su disco. Se trata de un proyecto "a largo plazo" en el que también colaboran científicos de Reino Unido, EE UU y Canadá.

Ya han obtenido imágenes en rayos X y en el óptico de zonas situadas un grado por encima y por debajo del centro de nuestra galaxia -–para evitar así áreas donde se acumulan tantas estrellas y gas interestelar que no se pueden hacer estos estudios– y cuentan con 1.200 fuentes de rayos X que ahora deberán identificar. "Es algo así como un zoológico en el que hay de todo y en el que tendré que buscar las estrellas binarias, para hacer después más observaciones. Calculamos que encontraremos unas 400 nuevas y que podremos duplicar el número de agujeros negros medidos y que a día de hoy son unos veinte", explica.

Fan de la serie "Cosmos" en su niñez, el astrofísico justifica las inversiones que suponen los observatorios por la cantidad de conocimiento que originan: "El gran telescopio de Canarias está funcionando bien y los españoles podemos sentirnos orgullosos de contar con un observatorio construido por nosotros y que nos asegura además un tiempo de uso para el país". Y la nueva generación ya está en marcha, la ESO construirá un ambicioso telescopio de 42 metros de diámetro en Chile y la Carnegie Institution junto con la Universidad de California buscan financiación para otros dos de veinte y treinta metros que se situarían en el país andino y Hawaii.

En cuanto a los satélites, EE UU ejerce una gran influencia económica en las misiones europeas y Japón, que tiene todo preparado para un inminente lanzamiento, tendrá que recuperarse antes de poder continuar con sus programas espaciales.

Manuel ve "complicado" que lleguemos a contactar con vida inteligente procedente de otros lugares de la galaxia. "Ya nos hubiesen conquistado y estarían en Mallorca de vacaciones", bromea. "La hay seguro, pero existe un límite, la velocidad de la luz, y no pueden realizar este viaje. Por lo que sí apuesto es por la existencia de vida bacteriológica en otros planetas como Marte o alguna de las lunas de Júpiter".