Sherlock Holmes, Peter Sutcliffe (el Destripador de Yorkshire) y James Ellroy. Un detective. Un asesino. Un escritor. Tres nombres que han marcado la vida- y la escritura- de David Peace (Ossett, Yorkshire, 1967). A Holmes, Peace lo leía mientras jugaba a ser detective y a descubrir con su hermano a un asesino en serie -Sutcliff- que mató en Yorkshire, entre 1975 y 1981, a un mínimo de 13 mujeres. A Ellroy lo redescubrió cuando emigró a Tokio, en 1994, y la tetralogía del autor norteamericano, “La Quartet”, sirvió de fuente de inspiración para su “Red Riding Quartet”, formado por las novelas “1974”, “1977” (ambas editadas por Alba Editorial), “1980” y “1983”, de próxima publicación. Los crímenes del Destripador de Yorkshire son el telón de fondo de este ciclo de cuatro novelas que, a través de una escritura obsesiva, perturbadora, enfermiza, angustiante, han desmarcado a Peace de las bondades cotidianas y estilísticas del género negro: los asesinatos siempre son de digestión difícil y la realidad es incomprensible. Para las víctimas, para él y para el lector.

-¿Qué hubiera ocurrido si el Destripador de Yorkshire no hubiese existido?

-Que yo no sería escritor. Pero ojalá no hubiese existido.

-La palabra obsesión parece haberse inventado para usted.

-¿Lo parece? Mis personajes son obsesivos y lo cierto es que cuando escribo sobre ellos yo también me obsesiono. Cuando escribí la tetralogía leí muchos libros editados en los 70, escuché la música de entonces, las palabras, los ritmos... era una forma de trasladarme al pasado, de empaparme del momento en que había vivido, porque el lenguaje actual en Inglaterra es muy diferente del que se hablaba en los años 70. Supongo que lo que intento es que el lector también se obsesione.

-Lo pone fácil.

-¡Gracias!

-Pero no es apto para todos los paladares. ¿Qué piensa?

-¿Quién gusta a todo el mundo?

-Tampoco es de lectura fácil.

-Es que para mí el crimen no es entretenimiento. Los asesinatos son hechos reales, les pasan a gente de carne y hueso. Són trágicos, angustiosos, y el lenguaje, la escritura, tiene que reflejar la dureza, la tragedia.

-En la novela “1977” el entorno y el lenguaje se acaban convirtiendo en un personaje más.

-Para mí, el entorno, el paisaje, la tierra, hace a las personas y construye el lenguaje: nos otorga una forma de ser. Yorkshire, al norte de Inglaterra, tiene un paisaje muy muy bonito, pero también salvaje, frío, acerado... Es duro y físico a la vez y todo eso se traslada a las personas. Y el lenguaje... el lenguaje es parte del tiempo, del espacio, de la historia que se cuenta.

-¿Por qué mantiene esa relación de amor-odio hacia Yorkshire?

-Me fui de Yorkshire y llegué a Tokio, y allí lo que hice fue escribir sobre Yorkshire con “Red Riding Quartet”. Volví hace poco con mi familia (Peace está casado con una japonesa), pensando que me podría establecer nuevamente pero... no es bueno para mí. Sí, amor-odio, es cierto. Por eso vuelvo a Tokio.

-¿Qué le permite el género negro?

-Yo escribo porque quiero entender quiénes somos. El crimen sucede en una sociedad y el género negro lo que me permite es examinarla.

-¿Y el asesino?

-Es lo que menos me interesa. No hay misterio, es una persona. Lo que me importa es ver cómo el crimen afecta a la sociedad, a la policía, a los periodistas, a la gente que hay alrededor... Me interesa saber por qué sucede. ¿Es la sociedad responsable?

-¿Lo es?

-El Destripador de Yorkshire [Peter Sutcliffe] tenía disfunciones mentales y sexuales, pero no se puede obviar que la sociedad del Yorkshire de la década de los setenta era muy sexista y misógina. El hombre (en genérico) era responsable de lo que sucedió. Poco o mucho.

-¿Aquellos asesinatos sólo podían ocurrir allí?

-No fueron una casualidad y por eso me interesa tanto la relación entre el entorno, la sociedad y los crímenes concretos que se cometen en un momento y en una época determinada. En una sociedad sexista y misógina, donde los hombres se dirigían a las mujeres con el apelativo cariñoso de “vaca”, donde el discurso, el lenguaje subrayaba esos rasgos despectivos, no resulta difícil imaginar al Destripador allí y en ese tiempo.

-¿En Barcelona podría emerger un Peter Sutcliffe?

-Espero que no.

-Pero todas las sociedades tienen sus monstruos.

-Sí, y si observas la historia, cada lugar tiene su tipología de crímenes, y estos te explican, también, como es el lugar donde pasan.

-¿Le fascina el lado oscuro, enfermizo, de las personas?

-Creo que fascinación no es la palabra. Quisiera que el mundo fuera un lugar mejor e intento entender por qué no lo es.

-Los dos protagonistas de “1977”, el periodista Jack Whitehead y el sargento Bob Fraser, comparten un trágico amor por las prostitutas. Y el asesino, las mata. ¿Intenta entrar en la mente del asesino?

-Es intentar entrar en la mente de los hombres porque el asesino no deja de ser un hombre. Intento entender, en general, el tipo de relación que se establece entre un hombre y una prostituta.

-Dice que no quiere escribir sobre psicópatas inventados, que no quiere suspense ni misterio sino realidad y verdad.

-El porqué pasan las cosas ya es un misterio. Pero es lo que decía antes: un asesinato no es un juego, es demasiado serio. Los crímenes en Yorkshire sucedieron, las mujeres murieron. No fue ninguna ficción. Es una búsqueda de la verdad.

-¿Mitificamos a los asesinos?

-Creo que sí. Pensemos en Jack el Destripador... por eso en mis libros intento que la importancia no recaiga en el asesino. No quisiera convertirlos en mitos. No.

-Si no hubiera existido Sherloch Holmes...

-Como Jesucristo, deberíamos haberlo inventado.

-¿Una ciudad donde vivir y otra donde morir?

-Tokyo y Moscú.