¿Por qué los militares urden golpes contra dictaduras que en muchos casos han sido aupadas al poder por ellos mismos? Tradicionalmente los ejércitos han justificado la toma del poder por los problemas económicos del país y prometido devolvérselo a los civiles una vez consolidada la situación. Sin embargo, la historia demuestra que esto no siempre ocurre. Gonzalo Rivero (Ourense, 1980) rastrea estos episodios apoyado en las técnicas estadísticas para determinar las verdaderas causas de los golpes contra autocracias militares.

"Una cosa es lo que dicen y otra, lo que hacen una vez en el poder. Ocurre lo mismo que con los programas políticos, no están obligados a cumplirlos. Otro de los motivos para dar un golpe es evitar el recorte del presupuesto militar", añade.

Su trabajo también refleja cómo las tensiones en la cúpula de la dictadura argentina (1976-1983) desembocaron en una "conspiración" contra Viola, al que desalojaron del poder "de manera irregular" en 1981. En la brasileña (1964-!985) las disensiones de los militares se atenuaron porque formaron "una especie de partido político paralelo cuyos candidatos controlaban".

Gonzalo desarrolla este trabajo en "uno de los mejores departamento de Política", el de la Universidad de Nueva York, adonde llegó en agosto de 2007 para realizar el doctorado. Sus investigaciones están tuteladas por Adam Przeworski, uno de los principales teóricos de la economía política y miembro de la Academia Americana de Artes y Ciencias.

Las dictaduras son un tema "reciente" como ámbito de estudio académico, además de "muy excitante", pero Gonzalo todavía no ha decidido en qué centrará su tesis. Tantea otros campos como la influencia de las instituciones políticas en la capacidad de crecimiento. "Existe una tensión porque a veces se invierte pensando más en ganar unas elecciones que en el largo plazo", explica.

Las miras de los votantes pueden ser más amplias, pero les falta información. Gonzalo pone como ejemplo la reciente Cumbre de Copenhague: "Los ciudadanos quieren dejarles a sus hijos un mundo en el que puedan respirar, pero es difícil para ellos saber cuáles son las mejores políticas o qué intereses hay detrás de la asignación de cuotas".

Mientras se decanta por alguno de estas cuestiones, el investigador ourensano disfruta de las ventajas del sistema norteamericano. "En el departamento tienes acceso a lo último. Trabajas con gente a la que conoces por sus libros, como Bruce Bueno de Mezquita, y todos son muy abiertos. Te invitan a sus casas a cenar y discuten sobre tus trabajos".

Gracias al consorcio que han formado las universidades del ámbito de influencia neoyorquino, Gonzalo asiste a un curso sobre desarrollo industrial en la de Columbia. "Estar en clase con cuatro premios Nobel de Economía impresiona bastante y encontrártelos en el cuarto de baño es una experiencia fascinante", bromea.

Gonzalo conoció a su jefe, Przeworski, en el Instituto Juan March de Madrid, un centro de investigación ya clausurado que pertenecía a la fundación del mismo nombre, y al que accedió junto a otros cinco alumnos de todo el país tras un duro proceso de selección para cursar un programa de ciencias sociales.

Pero su formación inicial no fue la política, sino la historia, carrera que realizó en la Universidad de Vigo. "Antes de irme a Madrid estaba más centrado en la prehistoria y la arqueología, pero siempre en relación con la estadística y las matemáticas. Mi librería es muy divertida", comenta sobre su carácer multidisciplinar.

Tortilla y pulpo

Su compañero de piso es otro de los alumnos de Juan March. Viven en Astoria, un barrio de Queens cerca de Manhattan y con una importante colonia de inmigrantes griegos. "Tenemos una casa de Galicia al lado de nuestro apartamento. La ciudad estresa y a veces nos pasamos por allí para comer una tortilla o pulpo", revela.

"New York es la ciudad más europea de EE UU. Lo único que tiene que ver con las demás es la lengua y la moneda. Es muy abierta, grande y compacta, y la oferta cultural es muy buena", celebra Gonzalo. Además de los conciertos de jazz, el ourensano confiesa "dos vicios recientes": la ópera y el ballet. "A mis amigos, que me visitan más ahora que cuando estaba en Madrid, siempre los llevo al Metropolitan Opera. Es un sitio espectacular", recomienda.