José Ramón tiene 82 años y los últimos diez se los ha pasado solo, desde que su mujer falleció a causa de una larga enfermedad. No tiene hijos, y aunque es un hombre sociable y se encuentra bien de salud, admite que esa soledad, poco a poco, le estaba "quitando la vida". Hace unos meses, sin embargo, el destino le dio una segunda oportunidad. Harto de vivir con la única compañía de un canario, decidió ponerse en contacto con los servicios sociales de su ayuntamiento para tratar de buscar una solución a su problema. Desde entonces, su día a día ha dado un giro radical. Ahora comparte techo, mantel y confidencias con un matrimonio coruñés y sus dos hijos adolescentes, quienes le tratan como a un miembro más de la familia. Y él está tan encantado con su situación que de lo único que se arrepiente es de "no haber dado antes el paso".

José Ramón es uno de los 331 gallegos que, en la actualidad, se benefician del programa de acogimiento de mayores y adultos con discapacidad de la Xunta, una iniciativa puesta en marcha en 2004 por la Administración autonómica gallega con el objetivo de facilitar la integración de miembros de estos dos colectivos en el seno de un hogar y proporcionarles un ambiente y un trato familiar que atienda las necesidades derivadas de su edad o de su condición.

"La finalidad básica del programa de acogimiento familiar de mayores o adultos con discapacidad es proporcionar un hogar a personas que, por su edad, por no tener familia directa o por sufrir algún tipo de problema físico o mental se encuentran solas o en riesgo de exclusión", explica el subdirector xeral de Maiores de la Consellería de Traballo e Benestar, Jorge Sampedro, quien además subraya que la iniciativa "está funcionando bastante bien". "El programa ha tenido sus más y sus menos, y es cierto que a raíz de aprobarse las prestaciones para los cuidadores de dependientes el número de acogidos ha ido disminuyendo paulatinamente, pasando de los 519 que llegaron a ser atendidos en familias hace un par de años a los 331 beneficiarios que hay en la actualidad. Aún así, en algunas provincias, como la de A Coruña, la demanda se ha mantenido más o menos estable", indica Sampedro.

El subdirector xeral de Maiores de la Consellería de Traballo y Benestar explica que, para entrar a formar parte del programa de acogimiento, tanto las familias como los propios ciudadanos en riesgo de exclusión han de cumplir una serie de requisitos indispensables. "En el caso de los mayores o de los adultos con discapacidad, los requerimientos primordiales son que sean españoles o, en su defecto, ciudadanos de Unión Europea (UE), que estén empadronados y residan de forma habitual en Galicia y que no tengan parentesco directo con ningún miembro de la familia que les vaya a proporcionar un hogar", señala Jorge Sampedro, y añade: "Para las familias, los condicionantes vienen a ser prácticamente los mismos. En primer lugar, sus miembros deberán ser españoles o ciudadanos de la UE y deberán vivir en la comunidad gallega. Al menos uno de ellos deberá ser mayor de edad y, al mismo tiempo, tener menos de 65 años, gozar de buena salud y no padecer impedimentos físicos o mentales que le impidan realizar, con absoluta normalidad, las tareas domésticas habituales. Además, deberán actuar siempre sin ánimo de lucro, de ahí que no pueda existir, con anterioridad al acogimiento, testamento o transmisión de bienes o derechos a título gratuito a su favor por parte de la persona acogida", señala.

Jorge Sampedro explica, además, que la filosofía del programa de acogimiento familiar de la Xunta es que las familias acogedoras y los beneficiarios "no se conozcan previamente".

"Eso sería lo ideal aunque, en muchos casos, quienes asumen la responsabilidad de acoger en sus casas a personas mayores o adultos con discapacidad son sus propios vecinos o algún conocido", sostiene el directivo de la Consellería de Traballo e Benestar, quien además subraya que esta situación se suele dar, sobre todo, "en las zonas rurales, donde la población está más dispersa y hay más ancianos viviendo solos".

Subvenciones

Las familias que acoger en sus casas a un anciano o a un discapacitado reciben, como contrapartida, una ayuda de la Administración gallega, cuya montante puede variar entre los 421 euros al mes y los 700, en función del grado de discapacidad reconocido o, en el caso de las personas mayores, de si pueden valerse por sí mismas para llevar una vida normal. "Estas cuantías se reducen un 40% cuando el acogimiento se lleva a cabo en la vivienda del propio acogido", puntualiza Jorge Sampedro.

Los beneficiarios del programa, por su parte, destinarán el 60% de sus ingresos mensuales líquidos a costear su estancia en la casa de la familia de acogida, por lo que la cuantía máxima mensual subvencionable "es la diferencia resultante entre los importes máximos establecidos y la aportación del mayor o el discapacitado", explica el subdirector xeral de Maiores de la Consellería de Traballo en Benestar