Para Ignacio del Valle, uno de los autores de novela negra que mejores críticas está cosechando últimamente, y que acaba de publicar Los demonios de Berlín, “Lisbeth responde al perfil de cierta juventud lanzada a las pantallas líquidas, aunque no sé si los jóvenes actuales son capaces de hacer lo que hace esta chica”. En cuanto a Lisbeth, “tiene su parte oscura, sociópata, es un personaje complejo en muchos sentidos, con dificultades de relación con el mundo, pero también tiene su parte luminosa, por su capacidad para manejar datos y crear links, que al fin y al cabo es la esencia del mundo”, añade el escritor afincado en Madrid. Las novelas del sueco Larsson no le llaman mucho la atención. Bien armadas, como novelas negras “no aportan gran cosa” y exhiben la escritura “notarial” del periodista.

El psiquiatra y escritor Ángel García Prieto tuvo que abandonar la lectura de esta novela “que está llena de locos, de personajes psicópatas, excesivos, morbosos, violentos, terribles”. La saga de Larsson, en la que se desliza mucho de crítica a una sociedad del bienestar que parece haber descarrilado por los senderos de la locura y la violencia, le parece a García Prieto el artefacto de un artesano que ha mezclado, como con una batidora, elementos que sabe van a ser del agrado del público lector actual. Ahí están los temas que más de moda están en este inicio de milenio: la violencia, la defensa del Tercer Mundo, la homosexualidad.

De Lisbeth no tiene dudas: “Es una psicópata, además con un cierto autismo”. Una joven con el síndrome de Asperger, como han querido ver algunos de los críticos de la serie. Claro que tiene rasgos encomiables. “Es una mujer que tiene muchas virtudes, su amor a la libertad, por ejemplo, y su denodado esfuerzo por reivindicar el valor de la mujer, pero es una psicópata de tomo y lomo, una mujer que se ha cruzado con hombres que han abusado de ella sin medida”, añade el psiquiatra. Y como joven, a García Prieto le parece una joven “prototípica”, en la que se han exagerado los rasgos de la juventud actual.

La heroína de Larsson genera otro tipo de pasiones. Vicente Garrido, psicólogo criminalista y profesor de la Universidad de Valencia, duda que la joven sea una asperger. “Tiene muchas heridas emocionales por los malos tratos vistos y sufridos, pero no expresa una patología de base genética”, explica. El autor de La mente criminal y Amores que matan considera que la Salander es una mujer “muy endurecida, pero no una sociópata. La vida le ha enseñado a estar muy protegida para no ser herida y ha desarrollado un odio profundo hacia quienes causan el mal”. Niega que sea una autista. “Es capaz de asumir otros roles, por ejemplo se hace pasar por una chica rica”, añade. Y hay rasgos que hablan de que su coraza no es tan gruesa como aparenta. Por ejemplo, se enamora de otro de los personajes del libro, Mikael Blomkvist, y mantiene vínculos con su madre y también con su primer administrador judicial, al que cuida en una residencia de ancianos, pese a su imagen más bien siniestra. Claro que “tiene algún rasgo psicopático, pero sobre todo es víctima de una infancia y de una adolescencia brutal”, comenta el experto.

Violencia

Para Garrido, no hay un personaje parecido a Lisbeth Salander en el panorama de la novela negra, y ahí tiene mucha razón. Su sentido de la violencia “lo tienen millones de personas, otra cosa es que se atrevan a aplicarlo”, apostilla este profesor que leyó con gusto los dos primeros volúmenes de la saga escrita por Larsson, un periodista y activista contra el movimiento neonazi en Suecia, que falleció a los 50 años de un ataque al corazón cuando ultimaba la publicación de su trilogía y que por tanto no ha podido ver el éxito abrumador que ha seguido a su alumbramiento.

Larsson, que murió sin ver su arrollador éxito y la extraordinaria popularidad de su protagonista, ha hecho multimillonario con los derechos de autor a su padre, con el que no se trataba desde hacía años. Su compañera sentimental de toda la vida, por aquello de las leyes suecas, fue desposeída de los beneficios y lucha ahora por los royalties generados por la obra del periodista. Esta historia ha servido para desvelar las pésimas condiciones de la infancia de Larsson, aunque ni de lejos fueron tan terribles como las de Lisbeth.

Las dos primera entregas de la serie han vendido 1,5 millones de ejemplares en España. Todo un éxito para una sueca que no es rubia ni neumática (Noomi Rapace, la actriz que le da cuerpo en la película Los hombres que odiaban a las mujeres, es de hecho hija de un cantaor español); toda una victoria para una sueca que está en las antípodas de aquellas valquirias en biquini que Alfredo Landa perseguía por Torremolinos.