Cuando hay toreros demasiadas veces no hay toros, y cuando hay toros muchas veces no hay toreros, o al menos no hay los toreros adecuados para sacar el debido provecho a las cualidades del ganado. Eso fue lo que pasó ayer en el festejo que puso fin al ciclo taurino de La Peregrina. Esta vez hubo más toros que toreros, y sólo la entrega del colombiano Luis Bolívar, pudo aunque fuese mínimamente con el trapío y la calidad del ganado.

Victorino Martín se presentaba en el coso de San Roque por séptimo año consecutivo, y la ya mítica ganadería cacereña volvió a responder a todas las expectativas, presentando un encierro digno de las mejores cualidades de ese afamado hierro. Toros bien presentados, con presencia, bravura y alta dificultad. Toros de verdad para toreros que no se arruguen. Toros que superaron claramente a los diestros, incapaces de sacar de ellos el partido que tenían, de saber leer las faenas, o quizás excesivamente precavidos ante la imponente presencia de sus enemigos.

Y esa fue quizás una de las injusticias de la feria. Aplaudidos en el arrastre, los seis morlacos merecieron mayor reconocimiento, quizás la vuelta al ruedo de alguno de ellos, o incluso si me apuran la salida por la puerta grande del mayoral. Los "victorinos" no regalan el triunfo a nadie, pero cuando se consigue ante un encierro así, uno tiene todo el derecho del mundo a sentirse de verdad torero, con mayúsculas.

Eso fue lo que logró precisamente el joven matador colombiano Luis Bolívar. El diestro de Cali, que se presentaba en Pontevedra con una todavía corta trayectoria a sus espaldas, fue el único de la terna que no se arrugó, que buscó el éxito y que lo encontró por valor y entrega, abriendo la puerta grande de San Roque por última vez esta temporada, y dejando una excelente impresión entre la afición.

Antes que él sólo detalles, como por ejemplo, la confirmación de que Ferrera es torero de gestos, de los de "viento a favor", pero al que le cuesta lidiar en serio, o de que Abellán no termina de cuajar las expectativas de sus inicios taurinos, a pesar de las grandes cualidades que atesora, que a los toros hay que picarlos como una parte más de la lidia (y si son de Victorino con mayor razón), y que la generosidad en la concesión de trofeos suele terminar perjudicando a la propia afición, que ve como algunos matadores tiran de recurso fácil para suplir la falta de argumentos taurinos en sus faenas, privándoles de un toreo de más calado.

Y ya que hablamos de picadores, debemos destacar algo poco usual, al menos por estos pagos, y es que ayer en los seis toros los protagonistas del tercio de varas resultaron ovacionados por el tendido. Cierto es que, además de su buen hacer con la puya, la razón principal es lo anteriormente expresado de que apenas se emplearon, en lo que pudo haber sido un error de los matadores, que permitieron que los toros llegasen a la muleta con demasiadas ganas de "andar" y luego no tuvieron argumentos toreros para pararlos y meterlos en la franela.

Ferrera estuvo en su línea, más efectista que efectiva, y ni siquiera se empleó en su especialidad, las banderillas, limitándose a cumplir el expediente con cinco pares por el mismo pitón, y sólo uno, el último, al quiebro, realmente digno de destacar. Se dedicó a buscar el favor de los tendidos de sol, y la oreja que cortó al cuarto de la tarde fue tan generosa y excesiva, que incluso provocó división de opiniones tanto cuando la paseaba como en su retirada del coso.

Abellán empezó bien, con un par de aceptables naturales y una buena tanda de derechazos, pero su enemigo le tiró un recado y ahí se acabó su faena. Desaprovechó el precioso toro cárdeno que salió en quinto lugar en el orden de lidia, pero una excelente estocada, la mejor de la tarde, le valió una oreja, también pitada por un importante sector del tendido.

De Luis Bolívar ya hemos dicho que causo buena impresión. Voluntarioso desde el comienzo, fue el único que se atrevió a torear con el capote, recibiendo a sus dos enemigos con sendas "largas cambiadas" y animándose incluso con un meritorio quite por chicuelinas. El valor mostrado en su primero, con desplantes poco habituales ante este tipo de toros, como torear con el estoque clavado en la arena, le sirvió de poco por su desacierto con el acero, pero en el que cerraba plaza logró dos orejas y abrir la puerta grande, tras una perfecta estocada que rubricaba una faena valiente y variada, pisando el terreno del toro, y con una buena serie de "manoletinas" para terminar.