-¿A qué obedecería el descenso de donaciones y trasplantes registrado el pasado año?

-Es una caída mínima. Habitualmente las cifras oscilan, unos años más y otros menos. Hay que tener en cuenta que han aumentado las negativas familiares. Además, tenemos un perfil del donante muy mayor y con mucha patología concomitante (segunda enfermedad que ataca cuando una persona ya sufre otra primaria). En general, consideramos que son buenas cifras, pero la idea siempre es mejorar.

-Aumenta la tasa de negativa de las familias, que descendía desde el año 2011.

-Este año se han realizado menos entrevistas a las familias. En el 40% de las negativas, la familia dice que en vida la persona fallecida expresó su deseo de no donar. El resto son casos en que se desconoce la opinión del fallecido. Las campañas de la Consellería van encaminadas a que la persona comunique en vida que quiere donar órganos. Lo importante es que su entorno conozca la voluntad del donante.

-Es llamativo el número de trasplantes de riñón desde un donante vivo. ¿Se está trabajando más en esta línea?

-Se lleva trabajando muy intensamente desde 2001. Por dos motivos: por un lado, se intenta buscar una semejanza de edad entre el donante y el receptor; por otro, hay que tener en cuenta la elevada edad media de los donantes fallecidos.

-Aun con los buenos datos, Galicia es la cuarta comunidad con menor tasa de donantes.

-Estamos por encima de los 30 donantes por millón de habitantes, que es un dato muy positivo. Y tenemos un entorno con comunidades que trabajan muy bien. Nuestro gran lastre son las negativas familiares, y en eso tenemos que seguir trabajando. Hay que estimular a las familias para que piensen que, en un momento dado, también podrían necesitar una donación.