Cerca de 75 obras entre óleos, dibujos, grabados, casi todas inéditas, y documentación original conforman "Carlos Sobrino (1885-1978)", una exposición que puede visitarse hasta el 11 de enero en la Sala de Exposiciones Caixanova en Vigo, que se detiene especialmente en las primeras etapas del pintor pontevedrés afincado en Vigo y que muestra facetas artísticas desconocidas, muy alejadas del regionalismo costumbrista por el que se le conoce, como la estampa japonesa, el art decó en cartelismo y el modernismo de sus ilustraciones.

Comisariada por Ángel Núñez Sobrino, Carlos L. Bernández y Fernando M. Vilanova, esta muestra exhibe obras pertenecientes, la mayoría de ellas, a colecciones particulares, muchas de las cuales no se han exhibido desde hace más de ochenta años, y en las que se descubre a un pintor vitalista que, desde sus inicios y hasta la guerra civil, asimiló las tendencias artísticas que venían de Europa para crear un lenguaje propio.

Por ello, su legado tiene un doble valor, según Carlos L. Bernárdez. "Por un lado estético, y por otro histórico". Precisamente por ello, Ángel Núñez expresó su deseo de que esta antológica dé paso a una catalogación completa de su extensa obra y para que el Concello de Vigo dedique una calle a un artista que fue "el preludio al realismo documental".

El estallido de la contienda en el año 1936 y la posterior dictadura supusieron, sin embargo, un estancamiento no sólo en la obra de Sobrino, sino en todos los artistas de su generación. "Sobrino se volvió muy conservador por la falta de información sobre lo que se hacía fuera de Galicia y porque tampoco había un consumo artístico", explica el comisario Fernando M. Vilanova.

Localizar algunas de estas obras no ha sido sencillo, como es el casi de "Almiñas", un óleo sobre lienzo pintado para la Exposición Nacional de 1917 que tan sólo se conocía en reproducciones y que pertenece a un particular. Se trata de una de las muchas obras prácticamente inéditas de esta exposición.

La muestra descubre también su faceta paisajística y sus dotes para el retrato, que quedan plasmadas en lienzos como "Paisaxe da Guía" (1930) y "Enrique Campo Sobrino" (1910), respectivamente, y su pasión por el dibujo arqueológico, con el que inmortalizó la arquitectura popular de municipios como Combarro, Muros, Noia... y que hoy, en muchos casos, es la única documentación que se tiene de construcciones ya desaparecidas.

Al espectador puede que le sorprenda aún más contemplar sus desnudos, que datan de su época en Bellas Artes, los ejemplos de estampa japonesa que incluye esta exposición o los detalles cubistas de algunas de las ilustraciones realizadas para distintas publicaciones. Es en estos trabajos donde puede verse al Carlos Sobrino más modernista.