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Viaje al universo Pla

Biblioteca Castro publica tres obras claves del escritor y periodista catalán que dan fe de su maestría estilística, su agudeza como observador y su genio para extraer grandes historias de existencias en apariencia pequeñas

Portada de la edición de Pla de Biblioteca Castro.

Navidades. Tiempo de listas (lo más vendido, escuchado, leído, visto). Y de recomendaciones. O sea de ponderar hacia atrás y de proponer hacia adelante. Si usted está pensando en regalar literatura -o de autopremiarse- pero se encuentra atascado, confuso, dubitativo, en blanco, aquí tiene una posibilidad que le hará quedar bien: Josep Pla.

Si están hartos, por ser fino, de la insoportable matraca indepe que se cuece -y nos achicharra- en tierras catalanas, Pla es el mejor antídoto. No porque sea un españolista centrípeto irredento, que no lo es en absoluto, sino porque el escritor ampurdanés personifica el sentido común, la sensibilidad, la agudeza, la claridad y la sencillez, virtudes hoy desgraciadamente en horas bajas, sometidas al imperio del circunloquio, la vacua retórica y el retorcimiento y la manipulación del lenguaje, por no hablar de la nueva tiranía del puritanismo y la hipercorrección que nos amenaza cada día (las redes sociales como el gran hermanísimo que te vigila y te fustiga si sobrepasas siquiera un milímetro los estándares que esa nebulosa de opinadores públicos y publicados nos han impuesto).

Pla, un catalanista moderado que ejerció su oficio en todos los escenarios políticos imaginables (Restauración, Dictadura de Primo de Rivera, República, Guerra Civil, 35 años de Dictadura franquista, Transición y Monarquía parlamentaria), representa justamente lo contrario. Es un extraordinario prosista, un maestro del lenguaje, poseedor de una agudeza formidable y un don para la ironía y la mordacidad. Un narrador preciso, contenido, espontáneo, fácil, en permanente combate contra el artificio y el amaneramiento estilísticos. Su sentido pragmático le llevó a ser a la vez observador y amante de la vida, cuyos detalles sublimó en su extensa obra.

Mirar, escuchar, escribir

El foco siempre en la vida REAL, la de los pueblos, la del campo y sus gentes. En sus viajes -lentos, morosos frente al vértigo de nuestro tiempo- fijó como pocos el SER de los aldeanos y sus paisajes. Inmortalizó la naturaleza geográfica del territorio y la psicológica de sus habitantes. Pla los escuchó, los observó y los pintó en sus páginas. Sin juzgar. Sin imponer. Sin forzar la realidad para satisfacción del narrador. Mirar, escuchar, meditar, escribir y de vez en cuando fumar. La literatura como espejo de una vida. Como espejo de un tiempo durísimo, la postguerra. Años de privaciones a las que el propio escritor no fue ajeno. Así, además de escribir por su patológica grafomanía, también lo hace para obtener "algún dinerillo para ir tirando". Y en el fondo de cada obra, como un decorado apenas visible, una sutil crítica social y política a los avatares de su tiempo. Eso sí, siempre desde un orden. No olvidemos que nuestro autor era un hombre que sentía repelús por los movimientos revolucionarios o subversivos.

Hoy se diría que Pla ejerció durante su vida como una suerte de periodista mochilero -él mismo llegó a definirse como "vagabundo"- de las letras. Un enviado especial destinado no a países exóticos, sino a recorrer las esencias de nuestro paisanaje. Porque con frecuencia lo que tenemos más cerca es lo que menos vemos, Pla supo extraer petróleo literario de historias -sobre cosechas, pesca, leyendas o incluso meteorología- y existencias en apariencia pequeñas, rutinarias, destinadas al olvido. Menudo filón.

Pla entendía el viaje como una experiencia en sí mismo, más allá del destino. Y con el foco siempre claro: el individuo sobre la colectividad. "Andar por el mundo un poco al azar es agradable. Viajar sin tener un objeto concreto es una auténtica maravilla", recomienda el ampurdanés.

Trabajador incansable (durante seis décadas escribió decenas de miles de páginas), cultivador de casi todos los géneros (diarios, reportajes, articulos, ensayos, biografías, novelas, incluso poemas), Biblioteca Castro recupera tres joyitas de su ingente producción: Viaje en autobús, La huida del tiempo y La calle Estrecha. Los dos primeros son dos libros de artículos publicados en Destino y el tercero una novela que vio la luz en 1945.

Para aquellos que no conozcan a Pla y profesen el gusto por la buena literatura, sin alharacas ni adornos, ni lo duden: esta obra es una excelente ocasión para embarcarse en el universo de Pla. Que disfruten de la travesía.

Tan cerca de Cunqueiro en los placeres de la vida, tan lejos en la escritura

  • La escritura daba sentido a la vida de Pla; lo ocupaba prácticamente todo (es autor de más de 30.000 páginas). Pero, por fortuna, en su existencia había resquicios para que se colaran otros placeres. El ampurdanés era un apasionado de la comida y la bebida (por no hablar de su pulsión fumadora). Ese hedonismo culinario lo emparentó con algún otro ilustre colega, como el mindoniense Álvaro Cunqueiro (cuyas Obras Completas también ha editado Biblioteca Castro con ese gusto exquisito marca de la casa). Si en el hecho literario uno y otro se encontraban casi en polos opuestos -el catalán, embarrándose en el mundo rural, pateando caminos y trabajando a pie de obra, y el gallego volando por sus mundos fantásticos, poblados de merlines, meigas, enanos, moros y princesas-, en el territorio del mantel, rodeados de jugosas viandas y aromáticos caldos, sintonizaban a la perfección. Ambos creadores coincidieron en Vigo, en el restaurante Mosquito, junto a otro notable novelista gallego, Gonzalo Torrente Ballester. Quién pudiera haber sido testigo de ese diálogo al calor de empanadas, nécoras, pulpo, rodaballos, remojados con un refrescante ribeiro. Menudo lujo sería escuchar a estas tres literatos brillantes, cada uno con su particular sentido del humor, cultos e ingeniosos.

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