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Las otras epidemias

Pontevedra fue golpeada en distintos momentos históricos por emergencias sanitarias muy graves, con la peste a la cabeza, que diezmó la población en el siglo XVI

La Casa da Peste de Augasantas, en Cotobade, que según la tradición sirvió para el confinamiento. // G.S.

La peste, el cólera y la gripe de 1918. Historiadores y epidemiólogos coinciden en señalarlas como las mayores catástrofes sanitarias que ha sufrido Pontevedra en los últimos siglos, un devenir en el que no han faltado grandes calamidades que cambiaron para siempre la vida de los vecinos.

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"Las tres fueron muy importantes y diezmaron la población, pero sin duda la peor fue la peste", señala a FARO Leoncio Feijoo, autor de un libro sobre el voto de la ciudad a San Sebastián, un rito que precisamente se formalizó en el siglo XVI para pedir al santo que librase a los vecinos de la epidemia.

Su progresión se conoce bien. Asola Europa en oleadas más o menos intermitentes desde que en la Edad Media la importan de Oriente los cruzados y su impacto demográfico, económico, sanitario y sociológico será enorme. "Precisamente la documentación sobre las medidas antipestíferas está en el Archivo de Pontevedra y es de 1598", destaca Leoncio Feijoo a propósito de una transcripción que llevó a cabo Fernández Villamil y que permite trazar un mapa del impacto de la epidemia.

"Hubo varias, pero la mejor documentada es esa de finales del XVI", indica el investigador, "se dictaron unas instrucciones y lo que llama la atención es la minuciosidad con la que se refieren todas las órdenes, que son instrucciones de tipo administrativo, económico e higiénico-sanitario".

Este último factor era clave en una ciudad de trazado medieval y limitada por cercas, con muy pocas zonas empedradas y donde se arrojaban a la calle desperdicios domésticos y de talleres. Pese a todas las prohibiciones, como en otras villas no eran infrecuentes los cerdos en la vía pública; en resumen una imagen que los historiadores identifican con la hediondez.

En ese escenario la peste arremete con furia en 1598 y el regimiento de Vigo recomienda la huida de la población. Los libros parroquiales documentan la pérdida de más del 11% de la población solo en las primeras semanas, pero autores que se han aproximado al tema como el abogado y editor Antón Vidal Andión elevan varios puntos el impacto final.

"Un bo exemplo", explica a FARO, "é o Protocolo de Paz Santa Cruz, un fondo notarial que da boa conta dos efectos do que chama pestilencia no 1598; hai un gran volume de testamentos que certifica o impacto devastador na pirámide poblacional".

De lo que ya no hay constancia es de que escenarios como la Casa da Peste de Augasantas, en Cotobade, fuese efectivamente lugar de confinamiento. "Documentalmente nada sabemos dese tema", indica el abogado y ex director de Galaxia, "existe unha tradición de que a xente que tiña enfermidades contaxiosas se retiraba alí, pero tampouco encaixa coa idade da casa, que é claramente unha traza do século XVIII".

Los espacios que sí sirvieron de lazareto en distintos momentos históricos fueron las islas de Tambo y San Simón. A ellas se recurrió ante desastres como la pandemia de 1918, "la mal llamada gripe española", recuerda Leoncio Feijoo, "en la que los pontevedreses también pidieron la ayuda de un santo", en este caso San Roque. Desde ese momento la imagen del santo incorpora una inscripción que alude a la epidemia, un recuerdo más de tiempos en los que también tuvimos grandes dilemas, que afrontamos con muchos menos recursos de los que hoy disponemos.

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