Fran Ferro tiene 44 años y vive en Pontevedra. Es uno de los usuarios más veteranos. Es muy consciente de sus limitaciones pero también sabe que tiene mucho que aportar. Hace ya algún tiempo hizo un curso de "vida independiente" en el que le enseñaron cosas tan básicas como "a mirar la etiqueta de las prendas para saber cuáles se pueden meter en la lavadora y cómo hay que lavarlas", a utilizar una secadora, a limpiar el polvo en una vivienda, etc. Todo lo pone en práctica en la vivienda tutelada, porque en casa "mi mamá prefiere hacerlo todo ella".

Cocinar es uno de los apartados que más disfruta durante estos fines de semana entre amigos. Hicieron una tarta de cumpleaños, de gallegas, para Olvido, una compañera con la que Fran ya coincidió en varias ocasiones. "Me gusta mucho la cocina. La comida sabe mejor si ayudas a prepararla. Es muy divertido".

Pero al margen de lo ameno que le resulta el aprendizaje, Fran Ferro quiere aprender "para el futuro", porque aunque es consciente de que su discapacidad le limita, no le impide soñar. Y él sueña con poder casarse algún día con su novia, por la que no oculta su amor. "Tenemos que ser realista. Con nuestra situación necesitaríamos una tercera persona de apoyo que nos ayudase a llevar la casa y a gestionarnos nosotros. Y eso supone un dinero que no tenemos".

Con todo, no pierde la esperanza y aunque no sabe cuál podría ser la fórmula, confiesa que algún día le gustaría convivir con su amada.

Jacobo Fernández

Para Jacobo Fernández, un joven de 29 años que reside en Poio, la cuestión es más sencilla. Salvo un campamento el pasado verano y una incursión en un programa de "respiro familiar" en Santiago, es la primera vez que pasa un fin de semana fuera de casa, alejado de su entorno familiar. Sus expectativas son altas y se combinan con ciertos nervios porque a algunos de sus compañeros de piso los acaba de conocer.

No tarda en adueñarse del mando y bromea con la agradable sensación que le produce que su hermano no se lo arrebate. "No quiso venir. Él se lo pierde", bromea. Se ríe sin disimulo cuando habla de su colaboración en casa. "Mi madre se preocupa mucho por nosotros, yo no tengo que hacer nada; pero voy a la asociación Juan XXIII y dos tardes a la semana también a Xuntos".

Maite Cabanelas, de Pardavila, en Marín, ya tiene alguna experiencia en la vivienda tutelada pero para ella cada fin de semana es como el primero. Conocer gente nueva, aunque con algunos ya haya coincidido, es lo que más la entusiasma. "Echo mucho de menos a mi madre cuando estoy aquí, es verdad, pero me lo paso muy bien; me gusta mucho estar con gente como yo porque hacemos cosas diferentes y divertidas".

También Patricia Calvo, de Pontevedra, reconoce que la experiencia le entusiasma, aunque ella optaría "por un fin de semana más tranquilo, con más descanso". Sin embargo tiene que aceptar la programación que se apruebe en la asamblea con la que arranca el fin de semana, porque todo se hace en grupo.

Carlos Esquerra

Carlos Esquera es el mayor del grupo. Por él, participaría todos los fines de semana, "pero tienen pocas plazas", dice. Son 8 las plazas de que dispone este programa, y van rotando según la demanda. "Son muy pocos los que quieren venir todos los fines de semana. Más bien es un servicio que las familias utilizan de forma esporádica, aunque ya vamos teniendo algún caso en el que se habitúan a venir", explica Cayetana Cobián. Es el caso de Carlos, que los fines de semana que no participa en la vivienda tutelada, se va a "Baiona, con mi hermano, o a Nigrán. Aquella zona me gusta mucho".