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María Cruz Andueza: "Todas las dictaduras intentan siempre separar a las personas"

La religiosa visita Pontevedra en el marco de una campaña sobre la mujer

María Cruz Andueza en la sede de Manos Unidas en Pontevedra. // Rafa Vázquez

María Cruz Andueza, religiosa de las misioneras de la Inmaculada Concepción, ha ofrecido varias charlas en la ciudad en el marco ce la Campaña Nacional Contra el Hambre de Manos Unidas. Su trabajo en el país sudamericano se ha centrado en los últimos 35 años en fomentar el desarrollo de la comunidad, y en particular de la mujer, en base a la agricultura ecológica.

-Viene de Paraguay, ¿cuánto tiempo lleva allí?

-Llevo trabajando allí ya 35 años en educación y desarrollo campesino con la comunidad de mujeres. Estamos en el campo, en Villarrica en el interior, en la capital de la provincia del Guairá, intentando que la gente se conciencie de realizar proyectos en común.

-¿Cuáles son las principales trabas?

-La dictadura que sufrieron tuvo intentó lo mismo que todos los regímenes totalitarios: separar a las personas. Se hicieron las menos carreteras y vías de comunicación posibles, por eso ahora estamos en el proceso inverso. Queremos que la comunidad trabaje toda junta por el desarrollo. El desarrollo no es que dos personas salgan adelante, sino toda la comunidad. En Villarrica hay 23 distritos y trabajamos en casi todos para que todas las familias tengan su huerta, sus animales domésticos y puedan trabajar y llevar a la escuela a sus hijos. Viven todos del sector primario. Allí no hay industrias.

-¿De qué manera les ayudan?

-Procuramos una agricultura ecológica para que respeten el medio ambiente. La idea es que todos tengan lo básico para alimentarse. Hay mucho problema en la educación porque el nivel es muy bajo. No comen bien y eso influye en su rendimiento, de ahí que estemos incidiendo mucho en la alimentación.

-¿Cuáles han sido los avances?

-En lugares donde los niños no pasaban de cuarto de Primaria, porque después se tenían que ir a trabajar al campo al no haber colegios muy cerca, ahora acceden al Bachillerato. Tienen que caminar siempre tres o cuatro kilómetros o más, pero gracias también al esfuerzo del Gobierno ya tienen los centros más cerca. Esto les motiva para seguir una carrera universitaria. Hay pueblos en los que con pequeñas ayudas pagan a pequeños colectivos que los llevan a la ciudad para seguir estudiando. El nivel de educación está subiendo bastante con todos estos esfuerzos.

-Sin embargo, usted ha venido a Pontevedra a hablar de la mujer...

-Este año la campaña se ha centrado en la mujer, porque no es independiente ni se siente segura ni tiene voz. En esto estamos trabajando muchísimo. Ahora trabajamos con 200 mujeres, hacemos que tengan animales domésticos, huertas, mejoramos sus condiciones de vida, la vivienda... Hacemos todo lo posible para que se dignifique la mujer y la familia completa.

-¿Han notado mejorías?

-Gracias a nuestras reuniones las mujeres salen más de las casas y escuchan. Ellas son las que más ponen en práctica todo lo que les enseñamos. La mujer sale y encuentra que su dignidad se ha elevado. Hemos organizado ferias en la ciudad en la que ellas mismas venden sus productos. Antes eran incapaces de presentarse y ofrecer productos al público, pero ahora ya lo hacen con toda normalidad. En cuanto a los compradores, también están satisfechos porque pueden comprar artículos cercanos.

-¿Cuáles son los principales problemas para estas mujeres?, ¿la violencia machista?

-La violencia de género, que se está superando mucho. Ahora la mujer ya no deja tanto que el marido se le imponga. No se puede comparar con el nivel de aquí, y aquí todavía falta mucho para llegar a la igualdad. Allá se han sentido muy apoyadas por nosotras y ante cualquier problema acuden a vernos. Hay leyes que las protegen a ellas y les decimos que actúen para que se cumplen. Empiezan a ponerse más en su sitio.

-¿Cuándo decidió hacerse misionera?

-Cuando me hice religiosa tenía 20 años. Estuve dos décadas en la enseñanza en colegios, pero luego quise irme porque yo me había hecho religiosa porque la gente nos necesita. Yo quería ir a misiones, porque somos misioneras de la Inmaculada. Entré con la intención de gastar mi vida en quien más falta le hace. Llevo allí 35 años trabajando y feliz empleando mi vida con estas mujeres.

-¿Echa de menos su país?

-No, de hecho, me dicen que cuando tenga que volver no me voy a acostumbrar (risas). Ahora ya hay hermanas que ya se han preparado y pueden llevar la asociación continuando con el trabajo que hemos hecho ya. Yo ya estoy jubilada hace diez años, pero seguiré trabajando mientras las fuerzas me dejen, incluso aquí.

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