Lulú Vázquez de Silva desconoce si a sus 108 años (el próximo 29 de marzo cumplirá los 109) es la mujer más longeva del municipio de Pontevedra. Cree que podría ser así, pero tampoco le da mucha importancia porque, tal y como asegura, "ahora cada día cuenta".

Y es que sus jornadas son cada vez más tranquilas y las limitaciones propias de la edad hacen que haya dejado de hacer actividades que antes hacía a diario, como reunirse con sus amigas en un banco de la Praza da Ferrería tras la misa de las 12 en San Francisco.

Fue precisamente en este céntrico emplazamiento donde escuchó hablar por primera vez de la asociación Red Madre, de apoyo a mujeres embarazadas y madres recientes en situación de vulnerabilidad o riesgo de exclusión social.

Carmela Calvar, una de las voluntarias del colectivo que una tarde cualquiera transportaba cajas para montar canastillas para las madres, le explicó en qué consistía la labor de la asociación. A Lulú le fascinó y decidió colaborar también haciendo lo que mejor sabía: calcetar.

Hace ya dos años de ello, pero la pontevedresa no ha dejado de crear artículos para bebé desde entonces. Comenzó con una toquilla y dos jubones, a los que siguieron bufandas, patucos...

"Me gustó la ida y como me gusta calcetar desde pequeña, no me lo pensé", asegura en el salón, con la calceta entre las manos.

Sus inicios con esta arte comenzaron en el Colegio Sagrado Corazón de Placeres: "usaba dos horquillas y un ovillo de perlé; así empecé, haciéndole prendas a un muñeco", dice divertida.

Lulú Vázquez es, de hecho, la exalumna más antigua de este centro. "Soy la única alumna fundadora viva", asegura.

Aunque cada vez calceta menos, ahora mismo está con unos patucos. "Ayudar le gusta a cualquiera. Siempre es algo bueno", manifiesta.

La centenaria no conoce el secreto de su longevidad. "¡No hice dieta en mi vida!", asegura. Eso sí, es el ejemplo para muchos mayores porque fue de las primeras en vacunarse contra la gripe este invierno.

En general goza de buena salud y no padece de los huesos, el mal general de las mujeres de avanzada edad. "Creo que fue porque mi padre, que era médico, me dio mucho calcio cuando era niña", reflexiona.

"Sí que me operaron del intestino en septiembre, pero ya estoy bien", añade. Desde entonces guarda algo más de reposo, también debido a la paulatina pérdida de movilidad. Ha cambiado la iglesia de San Francisco por la de San Bartolomé, que le queda mucho más cerca de su casa. Utiliza un bastón y, si es necesario, una silla de ruedas. Como tiene un supermercado a pocos metros de su vivienda, también va con frecuencia a hacer la compra de artículos de poco peso.

Lulú Vázquez de Silva ha visto mucha vida, porque más de un siglo da para mucho. "Lo que menos me gusta de la vida de ahora es cómo los padres educan a los hijos. Creen que los quieren más por no corregirlos cuando hacen algo mal", se lamenta. "No me gusta la vida de hoy", sentencia.