La caída de la población, ligera pero gradual, un envejecimiento cada vez más evidente y un abandono progresivo de los municipios del interior en beneficio de algunos costeros son las conclusiones más destacadas de las nuevas cifras oficiales de habitantes de la comarca que acaba de hacer públicos el Instituto Nacional de Estadística y que serán la referencia para todo el año 2019.

Este balance de los catorce municipios de la comarca pone de manifiesto que la mayor parte de estos concellos registra una caída demográfica que implica que este año el padrón total es de 188.360 habitantes, 633 menos que hace un año y más de tres mil por debajo de los certificados hace una década, en 2009.

El descenso se produce en nueve de los trece concellos y solo cuatro pueden presumir de tener más vecinos que doce meses atrás. Se trata de Pontevedra y Poio, dos territorios que históricamente resisten con cierta fortaleza la crisis demográfica de Galicia, y Caldas de Reis y Barro. En el primer caso, la cabecera de la comarca del Umia gana 35 vecinos en un año, pero aún no logra superar la barrera de los 10.000 habitantes que sí rebasaba hace una década. Por su parte, Barro tiene 17 residentes más que en 2018. A su vez, Poio supera por vez primera los 17.000 habitantes al recibir 147 altas a lo largo del año, el mayor porcentaje de crecimiento de toda la comarca.

Récord en la capital

Por su parte, Pontevedra gana 131 vecinos y alcanza una nueva cifra récord en su padrón, de 82.802 personas. Esta cifra oficial del INE corresponde al 1 de enero de 2018, si bien es la vigente para todo el actual ejercicio. Ya entonces distaba del balance del padrón municipal, una diferencia que se acentúa ahora. Las cifras que ofrece el Concello de Pontevedra sobre todos los empadronados en el municipio en diciembre de 2018 alcanza los 84.074 habitantes, lo que supone superar por vez primera la barrera de los 84.000 vecinos.

Sin embargo, el INE no reconoce todavía ese dato y será objeto de análisis y depuración a lo largo de los próximos meses. Aún así, el gobierno local sí esgrime su propio padrón para destacar el crecimiento demográfico de la población desde hace años. Este mismo padrón municipal, que se actualiza prácticamente a diario en función de las altas y bajas en ese registro, no llegaba a los 77.000 residentes en el año 2000, mientras que en el 2009, hace una década, era de algo menos de 82.000.

En todo caso, el aumento demográfico a orillas del Lérez no se deriva del crecimiento vegetativo, ya que se producen más defunciones que nacimientos, sino de la llegada de altas desde otros municipios en incluso de extranjero. La población foránea en la ciudad es la más alta desde 2011 y representa el 4,5% del total. En 2001 no llegaba siquiera al 2%.

Entre los territorios con pérdida de población se reafirma el fenómeno ya histórico de descensos en el interior de la provincia. Así ocurre en Cuntis, Moraña, Portas, A Lama, Campo Lameiro y Ponte Caldelas, que en apenas un año han visto como su censo caída en unas 300 personas, pero que supera las 2.500 en la última década. El envejecimiento de la población, que se deriva en un mayor número de defunciones, junto con una fuerte caída de la natalidad, implica una ausencia de relevo generacional que tampoco se ve compensado por la emigración, ya que son muy pocos los que se trasladan a vivir a esos municipios.

Los emigrantes prefieren ciudades o municipios con vocación urbana, como es el caso de Pontevedra y Poio, pero en cambio esta tendencia no se reproduce en Marín y Sanxenxo, que podrían encajar en esa categoría. El municipio turístico mantiene cierta estabilidad en torno a los 17.000 habitantes, pero volvió a perder vecinos en 2018 y Poio ya se acerca. Solo está a menos de 200 personas de igualar su padrón.

El descenso marinense

Más preocupante es el caso de Marín, que acumula ya varios años de caídas demográficas y llega a 2019 con 275 residentes menos que el año anterior, con el negativo balance de toda la década, en la que ha visto como su censo perdió más de 1.600 vecinos desde 2009. Entonces rozaba los 26.000 habitantes y ahora apenas supera los 24.000.

Por su parte, Vilaboa se mantiene como el sexto municipio de la comarca con más población pese a que el pasado año perdió 69 vecinos. Con algo menos de seis mil residentes, se sitúa ligeramente por encima de Cerdedo-Cotobade, el municipio fusionado hace dos años que suma 5.815 residentes según el INE. La unión de Cerdedo y Cotobade se decidió en su día, entre otras razones, para tratar de frenar la caída demográfica de ambos territorios, pero la realidad choca con esas intenciones. Hace diez años ambos municipios sumaban más de 6.700 habitantes, pero desde entonces han perdido cerca de mil, 292 de ellos en el último año.

Es Cerdedo el que sufre la mayor sangría, en la tónica general de los municipios del interior marcados por el envejecimiento y la caída drástica del censo, como ocurre también en A Lama o Campo Lameiro. En el primero de estos concellos hace casi seiscientos vecinos menos que hace diez años, mientras que en Campo Lameiro la pérdida fue de cerca de 300. En ninguno de los dos casos se llega a un padrón total de 2.500 vecinos.

Además de Marín, con 1.697 habitantes menos que en 2009 y Cerdedo-Cotobade, con una pérdida de 923 personas en el mismo periodo, destaca también el descenso demográfico de Ponte Caldelas en una década, cifrado en 931 residentes.

En este mismo balance de los últimos diez años, solo tres municipios presentan resultados positivos. Pontevedra ganó desde entonces 1.226 empadronados, mientras que Poio recibió 975 altas y Barro otras 133. En todos los demás hay ahora menos habitantes que hace diez años.