El edificio conventual tiene un gran valor arquitectónico e históricio. Desde el Concello de Pontevedra se planteó a las monjas la posibilidad de abrir la huerta, de 12.000 metros cuadrados, al uso y disfrute de todos los pontevedreses, ya que por su situación, al lado de la Praza de Barcelos, lo convertiría en un espacio amplio y muy concurrido.

Al tratarse de un conjunto catalogado, queda descartado un uso de tipo inmobiliario. Por esta condición las religiosas habían pedido ayudas puntuales para su mantenimiento.