Lamenta Sabino Torres el cierre del Café Comercial, punto de encuentro en Madrid, donde reside desde hace más de 40 años, de varias generaciones de autores gallegos. "Ha pasado muy desapercibido el cierre y no debería porque en el Comercial los escritores gallegos han hecho mucho, allí se han hecho libros, revistas, ahora estábamos con un proyecto de hacer una revista de poesía, que ya no se hace en ninguna parte, pero estábamos allí y nos decidimos, decidimos que si, que cada uno pensase soluciones y el 12 de septiembre nos reuniríamos en el Comercial, pero ya no podremos hacerlo claro".

-¿Cómo es el grupo de autores que se reunía ahí?

-Ha fallado mucha gente, ahora es básicamente gente joven, un poco el capitán de todo esto es Vicente Araguas con Manolo Pereira, gente de mediana edad, pero después están muchos jóvenes que llegan a la universidad haciendo versos y se van arrimando porque procuramos dar cariño, porque hoy haces un verso y parece que eres un maldito. Creo que todo el mundo hace versos pero los poetas se ven raros, para la gente normal, si es que puede haberla (sonríe) eres un bicho raro, yo se que soy un bicho raro (risas), si, lo se, y mucha gente hasta me disculpa.

-¿Siempre fue poeta?

-Si, empecé haciendo versos de niño. Fue tras leer a Manuel Machado, que había no se por qué una antología en mi casa, en mi casa sobre todo había de Amado Carballo, que era amigo de mi padre, Rosalía, Curros, lo de aquí, pero empecé muy niño a leer a Machado y me gustó, iba a un colegio que teníamos en Santa María, que se cerró cuando yo tenía 8 años, era la escuela de doña Julia Cortegoso.

-¿Cómo era entonces Pontevedra?

-Tenía un encanto que ha perdido, el de las tertulias, los debates intelectuales. ¿A dónde puedo ir yo aquí a hablar de poesía? Me fui hace más de 40 años y cuando venía el único sitio al que podía ir era a la tertulia de Emilio Negreira en el Savoy, Negreira se murió, aquel Savoy lo cerraron y ya no tengo ni eso. Ahora voy al segundo piso y disfruto de esa vista maravillosa y del café, pero la cultura ha desaparecido, antes era un signo de identidad de esta ciudad, era una ciudad culta, incluso iba más gente al museo, yo voy y ya ve que somos cuatro. Pontevedra ahora, pues no lo se, es gente nueva, nosotros no teníamos el botellón sino el paseo de la Oliva para conocernos los chicos, no digo volver a eso, hoy la vida es de otra manera, pero por lo menos que haya una inquietud que se ha perdido.

-¿Se ha perdido en Pontevedra o en general?

-En general, hoy la gente no tiene la preocupación por superarse, parece que se contenta cada uno en su mundo, el que es ingeniero es ingeniero y el que es barrendero barrendero, pues no, hay que buscar una superación: en mi época había un escritor de novelas que era mozo de la estación, íbamos a los recitales y él se hacía un traje de maletero, de maletero no un traje de calle, y hacía poemas. A veces alguno decía, es malo, pues no, la poesía nunca es mala, podría ser mejor si, pero al que hace un poema hay que agradecérselo.

-Tenemos que salir de nuestros marcos, cuestionarnos...

-Exacto, y más allá de las preocupaciones económicas de los últimos años hay que reconocer que el de hoy no es el mundo de miseria de entonces, cuando yo era niño la gente no vivía bien, eso es distinto, pero dentro de la falta de dinero y muchas veces de educación (en primero de Bachillerato éramos 42 en toda Pontevedra) la ciudad tenía otra pátina. Y después esta ciudad tiene otro problema, y es que es envidiosa (sonríe).

-Con la envidia imagino que será como con la corrupción, es un problema de superestructura pero en la base es una cuestión de conciencia individual...

-Lo es, por eso le digo que yo antes veía en la gente más afán de superación, de construirse y sin dañar para ello a los demás, ahora a nadie le importa nada, yo vendo droga y no importa si caen en ello 1.000 personas si yo hago dinero, o soy un señor de la guerra y gano dinero a costa de la muerte.

-El dinero como único valor

-El único, totalmente, adoramos al dinero, al becerro de oro, no adoramos otra cosa, ni los católicos adoran ya otra cosa más que el becerro de oro, mi madre adoraba a Santa Rita, a la Virgen de los Milagros, ahora no hay más milagro que el becerro de oro. Y algunos que dicen que no lo adoran me lo tienen que explicar porque no lo veo, incluso los que no tienen ni posibilidades esperan esa posibilidad, es terrible, no esperar crecer sino una oportunidad para meter la mano, eso te anula. Y eso es general, lo que sucede es que en ciudades pequeñas tal vez lo ves más, esa falta de la solidaridad elemental, si, le damos a Cáritas, pero eso no es suficiente, el hecho de enseñarle a alguien a leer un poema puede ser un acto de solidaridad muy importante.

-Necesitamos esa construcción de lo que hemos llamado espíritu

-Eso no existe, ni en la universidad, porque el que te preparen un poco para un oficio no es formarte a ese otro nivel. Recuerdo que mi nieto estaba estudiando psicología y le preguntó una señora en qué se iba a especializar, le respondió que le gustan los niños y que le gustaría especializarse en psicología infantil, pues la respuesta fue "pero si eso no da dinero", y mi nieto respondió "¿pero quién le ha dicho a usted que yo quiero dinero?" Todavía hay gente que no quiere solo dinero, pero eso no se entiende, nadie entiende que renuncie usted a un sueldo elevado porque eso alteraría su mofo de vida ¿y por qué pasa? Pues porque la gente no busca la felicidad, busca el dinero, volvemos al becerro de oro, y Pontevedra también es eso, por eso echo de menos otras referencias, otros modos de comportarse, y en el Comercial tenemos, o teníamos, otra forma de ver las cosas, se habla un poco de todo pero fundamentalmente del individuo.

-Con la tendencia a complicarnos la vida otro vicio es la prisa, la inmediatez, pero las buenas cosas llevan tiempo.

-Yo creo que si, que llevan tiempo, y la inmediatez es otro de nuestros espejismos, alguien que era católico decía que el primer verso lo da Dios, pero el resto no, lo tienes que hacer tu, y la gente quiere que Dios se lo de todo (risas) y no, solo te da el primer verso, los otros 13 corren de tu cuenta, y la vida es un poco así, hay que trabajar por el resto de los versos, sin prisas, puede que llegues al final dentro de diez años o puede que no, en la poesía no debe existir la inmediatez, ni en las ideas, ni en la vida.

"Eso he aprendido: a que la vida me lleve, a tener las ilusiones que puedes alcanzar y a olvidar las que no"

  • -Algunos de sus amigos han sufrido mucho ¿qué le han enseñado?-Le va a sorprender: tengo amigos que lo han pasado muy mal, que los han martirizado, torturado, y sin embargo ni hablan de ello. Eso me reconforta bastante, empiezas a creer en el ser humano, el otro día vi a una persona que me consta que ha sufrido muchas palizas, estuvimos hablando y me dijo, "déjalo, eso ya es historia" y otros con una detención se declaran siempre víctimas. A mi la política no me gusta.-Eso no es del todo verdad-No (risas) no, en la Transición estuve metido en política efectivamente, pero pensé vete para casa que estás mejor, al fin y al cabo a mi qué me importa, ¿qué mas placer puedes tener que escribir un libro de versos? Pues eso lo he hecho yo diez veces y otros muchos los tengo inéditos, acabo de terminar uno hace poco, además con raíces pontevedresas, aunque sobre Pontevedra ya no voy a escribir más.-¿Ansía muchas cosas?-No, ya no, unas porque ya la fisiología me las ha hecho olvidar (sonríe) y otras porque ¿para qué? Si como dos días bien y después me pongo mal, así es que me adapto un poco a mis posibilidades, y eso creo que sería bueno que la gente entendiese, que la felicidad está ahí, que hay que mirar hacia dentro y pensar qué es lo importante, no mirar hacia afuera, no a dónde puedes llegar sino como estás de felicidad.-Simplicidad, tiempo ¿qué otras cosas se aprenden con la edad?-(risas) Muchas, se aprenden muchas cosas, pero no se aprende a explicarlas, con los años se aprende de todo, incluso a superar las cosas de las que te priva la vida, las superas porque las suples con otras cosas o, mejor todavía, porque te olvidas de ellas. A mi edad lo que hago es dejarme ir, que la vida me lleve, no tengo ningún interés en nada, decía Machado un nombre y un beso de mujer, y mentía porque era joven, pero a mi me vale, que la vida me lleve, a veces hasta salgo de noche, me ven en Madrid a las 3 de la madrugada y se asombran ¿y qué, no tengo derecho a vivir? Eso he aprendido: a que la vida me lleve, a tener las ilusiones que puedes alcanzar y olvidarme de las que no.