Desde el Baixo Miño hasta el Bajo Ulla, pasando por las comarcas de Vigo, Pontevedra y O Salnés, con especial atención a sus rías y sin olvidar la de Muros-Noia. Ese es el territorio de las Rías Baixas, vigiladas desde el aire por Guardacostas de Galicia, el servicio dependiente de la Consellería do Medio Rural e do Mar.

FARO DE VIGO ha tenido la oportunidad de volar en esta aeronave, durante un ejercicio ordinario de vigilancia y control en el litoral de las Rías Baixas que se completó con un entrenamiento en toda regla para actuar en caso de ser preciso el rescate del tripulante de una embarcación cualquiera. Y el resultado solo puede tacharse de espectacular.

Al observar de cerca el trabajo de estos hombres puede decirse, en cierto modo, que son funcionarios "multiusos", cuya labor es fundamental cualquier día del año, pero que quizás resulte crucial ahora en verano, cuando la playas están a tope de bañistas, hay infinidad de embarcaciones de recreo en el agua y cuando, desafortunadamente, las imprudencias aumentan en el agua.

El "Pesca I" está ahí para responder con la máxima urgencia y actuar, tanto si hay un bañista o submarinista en apuros como si naufraga una embarcación o un surfista se va a la deriva.

Y no solo eso, ya que también ejercen una labor esencial para hacer cumplir las leyes de pesca y marisqueo, o lo que es lo mismo, para procurar que se cumplan las vedas y para disuadir a los mariscadores furtivos o a cuantos practican la pesca ilegal.

Por si fuera poco, desde el helicóptero se hace el seguimiento de las "mareas rojas", cuando se producen, y se inspeccionan las rías en las que hay polígonos bateeiros cerrados a causa de la existencia de células tóxicas. Como se localizan vertidos de cualquier tipo en las aguas, especialmente en las de Vigo, Pontevedra, Arousa y Muros-Noia, o se colabora, siempre que es preciso, con Salvamento Marítimo, Policía Nacional, Guardia Civil y cualquier otro departamento o servicio.

Y todo gracias a personas como el moañés Marcos Ogando, el piloto del "Pesca I" . En ese helicóptero, cuya tripulación dio muestras de ser "una gran familia" -y es de entender, pues la vida de cada uno de ellos está en manos de los demás-, también se integra Franchesco Biolchini, el copiloto, un simpático italiano llegado al servicio de Guardacostas de Galicia hace solo un par de meses que ya domina el español y que incluso caza al vuelo alguna que otra broma que le gastan sus compañeros hablando gallego.

Compañeros como Juan González Rivas, de Redondela, que es el rescatador, o lo que es lo mismo, el hombre que se descuelga del helicóptero y baja en pleno vuelo a las rocas, a los barcos o a dónde sea preciso.

Y si baja y vuelve a subir con éxito es tanto gracias a su pericia como al formidable trabajo de otro joven que se mantiene en excelente forma física, como es el grovense Xavi Losada, un profesional como pocos que ejerce de operador de grúa y está siempre pendiente de la seguridad de los demás.

Entre los cuatro se respaldan, se ayudan y, sobre todo, se conjuran en cada vuelo para hacer su trabajo lo mejor posible. Un ejercicio rutinario son dos horas de misión que comienzan con un "briefing" en el hangar del "Pesca I" del aeropuerto de Peinador. Se trata de la reunión de trabajo en la que se marcan las pautas de lo que va a ser la jornada, y cada miembro de la tripulación repasa su papel. Se entabla un diálogo, como si del ensayo de un guión de cine se tratara, en el que cada uno dice exactamente qué tiene que hacer en cada momento del viaje o cuál es su cometido en el supuesto de que tengan que rescatar a alguien o sufran un accidente.

Una vez repasado el guión, el helicóptero de Guardacostas empezó a volar para peinar las bocas de las rías de Vigo, Pontevedra y Arousa

De regreso, la tripulación busca un barco dispuesto a colaborar y, de casualidad, después de tantear a varios, avistan un pesquero. Tras mostrarle desde el aire un cartel con la frecuencia a sintonizar para contactar por radio, la tripulación del barco dialogó con la del helicóptero y accedió a colaborar, y la del "Pesca I" pone en marcha un simulacro, para estar siempre a pinto.

En ese instante, con el operador de grúa siempre atento, y mientras piloto y copiloto controlaban la nave para que se moviera lo menos posible a pesar del viento, el rescatador descendió hasta la cubierta para socorrer a un supuesto marinero en apuros, en este caso un muñeco de trapo que fue subido a la aeronave en camilla. Fue un operativo minucioso que permitió un exitoso rescate y demuestra que las rías están en buenas manos.

Tras la operación, la ambulancia aérea en que se convirtió el "Pesca" regresó a Peinador con la satisfacción de su tripulación tras un trabajo bien hecho.