Cuando a las dos de la tarde se iniciaba el reparto de los 170 carneros asados en la fiesta de Moraña, una ligera llovizna caía sobre la carballeira de Santa Lucía. En ese momento las tres mil personas que ansiaban degustar los platos de "carneiro ó espeto" en la histórica fiesta morañesa, temían un banquete pasado por agua. Pero el tiempo fue benévolo con el certamen gastronómico más antiguo de Galicia. Al poco paró de llover y la comida se desarrolló, esta vez sí, con una temperatura idónea para sentarse a la mesa, muy al contrario de lo que suele ser habitual en esta fiesta fijada en el calendario en el último domingo de julio.

Los poco más de veinte grados de temperatura ambiente -lejos de las brasas- fueron agradecidos también por los doce cocineros y ayudantes que este año colaboraron con el "mestre asador", Xesús García Ruibal. El responsable del gigantesco asado, con treinta años de experiencia al frente de estas brasas, explicaba que el buen tiempo para los comensales no lo fue sin embargo para el producto: "O día está bo para comelo, pero non para cociñalo. Canto máis calor faga mellor para o asado, faise mellor e non se enfría tan rápido ao sair das brasas", explicaba el jefe de cocineros.

Lotes

Alrededor del fuego, de leña de carballo seca, 170 rumiantes abiertos en canal se asaban para abastecer los 139 lotes previamente reservados, a un precio de 275 euros, y una treintena de raciones que se sirvieron de forma individual en cuartos, medios y carneros enteros.

Los 139 lotes incluían, además del animal de unos 15 kilos de peso, empanada de bacalao, otra de zorza, pan, vino tinto, agua, cafés y aguardiente para unas 20 personas. Como novedad, y en previsión de que rompiese a llover, este año no se hizo el tradicional sorteo de los lotes. En esta ocasión se asignó el número de cada pieza a la correspondiente numeración de las mesas.

Los 31 carneros no reservados previamente se cocinaron para dar satisfacción a quienes no encargan con antelación su mesa, pero acuden a la fiesta y quieren igualmente degustar el producto estrella del certamen. Para estos espontáneos se despacharon los cuartos de animal a 45 euros, la mitad a 75 euros, o un asado completo por 150 euros.

Fueron, en todo caso, "bos exemplares, como sempre mentres eu estea aquí", garantiza Ruibal, quién después de estar casi tantos años al frente de las brasas como ediciones tiene la fiesta, no tiene ganas de "jubilarse". Pero asegura que no habrá problema si un día cambia de opinión. Sus hijos le vienen acompañando durante los últimos años, por si algún día quieren asumir el relevo. Además "aquí hai compañeiros máis profesionais ca min", se quita méritos Ruibal.

Siete horas de asado

Para que todo estuviese dispuesto a las dos de la tarde, el "mestre asador" y sus doce colaboradores empezaron la faena a las siete de la mañana. Primero se hicieron las brasas y luego se situaron cuidadosamente las 170 piezas, para ser cocinadas durante siete largas horas.

El esfuerzo de los voluntarios hizo posible que unas tres mil personas disfrutaran un año más de la fiesta gastronómica más conocida de Galicia, declarada por ello de Interés Turístico.

Entre los asistentes, un testigo de excepción: Vari Caramés, el prestigioso fotógrafo ferrolano, tomaba instantáneas de algunas de las escenas de la carballeira. Quizás la 39 edición del certamen haya sido recogida en un álbum por la intuitiva visión del respetado retratista.