Laura Pérez es insulinodependiente (diabetes tipo 1). Tiene 28 años y hace siete, tras un periplo con los médicos, fue diagnosticada con diabetes. Siempre fue deportista y el diagnóstico le cambio la forma de comer, y la vida. "Me diagnosticaron que tenía diabetes tras el Erasmus que realicé y me encontré con 10 kilos demás en dos o tres meses y quería ponerme en forma pero no puedes realizar una dieta estricta con esta patología". Su formación pasa por estudios de fisioterapia y de ciencias de salud. Los conocimientos de nutrición forman parte de su currículum, pero necesitó una especialista para guiarse con la alimentación: "No me costó mucho cambiar el hábito de lo que como, pero si como lo como. Por ejemplo, si voy a trabajar toda la tarde, como cereales de digestión lenta y siempre tener alguna galleta o algún azucarillo o algo cerca, pero tuve que ir a una nutricionista para que me adecuara la dieta que tenía que seguir".

Tras el diagnóstica, afirma que "empiezan las matemáticas del día a día. Si me pincho, tengo que comer esto, si no lo otro... empezar a contar todo lo que comes". Su pasión es el balón. Pasó del fútbol sala al fútbol y ahora "la alimentación en los días de partido es totalmente diferente. Tomo algo ligero y proteína. Por el partido, por el estrés se me dispara el azúcar, pero no me puedo pinchar. Entonces tengo que estar hipercontrolada". Y recuerda alguna anécdota: "Fue algún festival y me vieron pincharme insulina y me preguntaron si sabía dónde podían conseguir metadona. Vincularon el pinchazo a esa droga y yo me reí".

Admite que "no se debe juzgar a las personas con diabetes y que es fundamental e importante el apoyo nutricional y sobre todo llevar, como es mi caso, un control estricto para tener controlado el azúcar en sangre".