La vista estos días desde el mirador de Soutochao, o el de Pena do Castelo, o el de Boqueiriño, o desde el meandro de Cabo do Mundo, o desde cualquier otro balcón natural de la Ribeira Sacra, es una composición de colores como los de una pintura impresionista de Monet. Pero la estampa no es una figuración, sino tangible, real, y los tonos se amoldan al tiempo. El otoño espolvorea en el paisaje espectacular de los cañones del Miño y del Sil una pátina de amarillos, rojos, ocres, verdes y marrones en vides y laderas, que acentúa la belleza natural de este paraje. El viajero se regala los sentidos en esta época del año. La ocupación turística supera este mes el 50% de media diaria. La previsión de cielos despejados hace suponer que la afluencia será incluso mejor al cierre de noviembre. En el pasado puente de Todos los Santos y Fieles Difuntos los alojamientos tuvieron casi lleno, un 92%, los datos más altos desde que hay registros. Un récord que, salvo por una ligera caída en julio por las lluvias, también se alcanzó en Semana Santa y antes del verano.

"O outono dá un valor engadido maior. Se a paisaxe xa atrae de por si en calquera momento do ano, o cromatismo dos viñedos e dos bosques autóctonos aínda a fan máis agradable", expresa Alexandra Seara, la gerente del consorcio de turismo, que por cuarta edición programa actividades específicas para esta época, el paquete "Caída da folla", que las empresas completan con otras iniciativas personalizadas para que el viajero interactúe con un entorno coloreado como en ninguna otra época del año. Se han ofertado iniciativas como avistamientos de aves, recogida de setas, magostos, rutas fotográficas y de senderismo, paseos en kayak, visitas teatralizadas o picnics al aire libre.

Pese a que la afluencia está batiendo registros, elegir la Ribeira Sacra en otoño es escapar de las masificaciones que puede haber en agosto. Es un destino que, con los años, se ha consolidado. "Eu levo doce aquí e a diferencia é absoluta. Antes tiñas que explicar onde estaba a zona e a referencia coñecida era o parador de Santo Estevo. Hoxe en día a Ribeira Sacra relacionáse con mosteiros, un rico patrimonio, catamarán, viños, gastronomía e paisaxe", compara la gerente. Es un turismo de pareja, familiar o en grupos pequeños de amigos. El viajero suele tener entre 35 y 55 años. Los visitantes acuden fundamentalmente de otras provincias gallegas, Castilla y León, Madrid y norte de Portugal. Estos días, en la Ribeira Sacra los colores gritan.