Natural de Puebla de Trives, el Padre Juan González Núñez lleva veintiocho años dedicando su vida a mejorar la de los ciudadanos etíopes. Con 31 dio el paso de embarcarse en una nueva aventura para la que ya se había mentalizado tiempo atrás, desde que ingresó en los misioneros combonianos. Ahora disfruta de sus vacaciones en su villa natal antes de partir de nuevo al país africano, donde ha creado infinidad de experiencias y anécdotas dignas de ser escuchadas.

-¿Cómo comenzó esta aventura?

-Yo estaba en el Seminario de Ourense y desde allí decidí ingresar en los misioneros combonianos. La decisión de hacerme misionero sí me costó porque en cierta medida fue una decepción para mis padres, que esperaban que me convirtiese en cura de la diócesis. La de ir a África no solo no me costó, sino que lo estaba deseando.

-¿Por qué Etiopía?

-No escogí exactamente Etiopía, mi intención era ayudar en cualquier país de África inglesa. Etiopía fue un gran descubrimiento, es un país muy distinto de todo el resto de África, con una cultura muy cercana a la de Oriente Medio.

-¿Cómo fue la llegada al país?

-Llegamos en un contexto político muy complicado. Había pasado un año desde el inicio de la revolución marxista que destronó al emperador. Existían muchas amenazas, pero no tuvimos mayores problemas. Tenía también la desventaja de no conocer la lengua, así que le dediqué casi por completo el primer año.

-¿Qué idioma hablaban?

-La lengua regional donde estuve destinado la primera misión era el amárico. El inglés es el segundo idioma pero está muy poco difundido, tan solo en bancos y oficinas, no en la vida normal de la calle. Después, en Sidamo, tuve que aprender otra lengua, aunque era un poco más fácil que el amárico.

-¿Alguna vez pensó en abandonar?

-Hubo situaciones muy difíciles, pero no como para decir "me marcho". Al contrario, temía que me echasen. Los permisos para los extranjeros y la Iglesia son muy restringidos en Etiopía, la Iglesia recibe permisos como ONG y tienes que renovarlo cada año. Estuve dos años sin permiso, de hecho, y este mismo año los mayores de setenta tuvimos un problema muy parecido, aunque lo solucionamos hace un par de días. De lo contrario, habríamos tenido que entrar al país con permiso de turista.

-Desde el punto de vista occidental, ¿qué necesidades de Etiopía le llaman más la atención?

-Socialmente siempre hay necesidades, si la nación crece económicamente se crean muchas bolsas de gente que se queda marginada. En este apartado hay espacio para grandes trabajos. Los últimos años hemos aumentado la presencia en alguna de las zonas más marginales.

-Todos estos años habrán dado para conocer a mucha gente.

-La verdad es que sí que he hecho muchos amigos. Tengo mucha relación con el clero local de Etiopía, también en el seminario y la mayoría de curas de la nación han sido alumnos míos. Lo cierto es que sí, soy muy conocido entre los miembros de la Iglesia en Etiopía.

-¿Siente agradecimiento por parte de Etiopía?

-No estamos pendientes de eso, pero hay una sensación de agradecimiento, sin duda. Todas la situaciones son diferentes entre sí, a veces el contacto tiene que ir creciendo gradualmente hasta que se consigue confianza. Es cierto que sí puede haber episodios más duros, como dar tu vida por un sitio y que te roben, pero no es lo habitual.

-¿Qué es lo próximo para usted?

-El futuro inmediato es volver a Etiopía un año más. Llevo cuatro años también como formador de seminaristas combonianos, y al mismo tiempo soy profesor en un centro de estudios de filosofía y teología.