La minuciosa inspección ocular de los investigadores de la Guardia Civil dio ayer sus frutos. El rastro perdido durante más de cuatro años del holandés de Petín se encontraba bajo tierra. Después de avistar y analizar al detalle, en busca de huellas y ADN, el todoterreno semi-calcinado en el que Martin Verfondern fue visto por última vez, los perros adiestrados localizaban ayer por la tarde, a unos 500 metros del lugar donde fue abandonado el vehículo, los posibles restos mortales de Martin Verfondern: varios fragmentos de cráneo y otros huesos. El puzle del supuesto asesinato, la hipótesis principal, tiene casi todas las piezas. Faltan los autores. Las pruebas de ADN y laboratorio y los exámenes forenses deberán corroborar que los restos humanos son del holandés. El juez de O Barco levanta hoy a las 11 el cadáver.

Aunque la Guardia Civil no descartaba que el holandés fuese enterrado en una zona distinta al lugar en el que se abandonó su vehículo, la unidad canina señaló la fosa en la que se hallaron varios trozos de cráneo y otros huesos en el mismo pinar conocido como Portela do Eixe, un monte de Valdeorras entre los concellos de A Veiga y Carballeda, donde el pasado martes fue localizado el todoterreno del desaparecido, un Chevrolet Blazer que exhibe el deterioro propio de varios inviernos y veranos a la intemperie y un habitáculo interior incendiado desde dentro. El mismo coche del que no hubo rastro tras búsquedas sucesivas y que siempre habría estado ahí, a unos 20 kilómetros de la aldea del holandés por rutas de montaña que el autor o autores conocían. El vehículo estuvo escondido al menos desde junio de 2011, tal y como prueba una imagen aérea del "Sixpac", una herramienta con cartografía e información de parcelas.

El incendio para borrar rastro no logró una combustión completa; era enero en un lugar de alta montaña. La Policía Judicial autorizó ayer el traslado del vehículo desde el monte de A Veiga, que permaneció acordonado estos días, hasta el depósito municipal de O Barco. Varios agentes volvieron a rastrear el monte. La Guardia Civil pretendía sumar a la búsqueda a perros adiestrados.

Además de los restos humanos, los agentes encontraron en la misma zona forestal más elementos y posibles pertenencias del holandés de 52 años que había denunciado amenazas y expresado su temor a sufrir ataques meses antes de que su rastro se esfumara. Los investigadores recogieron una cadena y el trozo de un ordenador portátil. El 19 de enero de 2010, cuando la última pista se perdió en una rotonda de Petín donde el aparatoso Chevrolet fue visto por última vez, Martin Verfondern salió de su aldea de Santoalla para hacer la compra en O Barco de Valdeorras. Después acudió a A Rúa para intentar conectarse a internet con su portátil.

Una representación de la Guardia Civil acudía a última hora de ayer a comunicar el hallazgo a Margo Pool, la esposa de Verfondern, que siempre vinculó la ausencia a un crimen por parte de los enemigos de su marido. Cuando desapareció ella llevaba unos dos meses en Alemania, su país de origen, cuidando a un pariente enfermo. La pareja se asentó en la aldea de Santoalla hace más de una década, con una vida dedicada al ecologismo. Su estilo no gustaba a todos. El holandés tuvo enfrentamientos con la otra familia asentada en Santoalla y sus disputas, relativas por ejemplo a los derechos de propiedad de un monte, llegaron a los juzgados.

Este posible móvil ya fue analizado en su día por la Policía Judicial dentro un abanico de opciones como el siniestro o la marcha voluntaria. No hallaron pruebas del crimen entonces. Fuentes del caso comunicaron que, con los esfuerzos centrados estos días en la inspección ocular, aún no se han practicado interrogatorios.