Hay pocos vehículos tan discernibles como el Chevrolet Blazer, un todoterreno de gran envergardura y aspecto militar, en el que el holandés Martin Verfondern fue visto por última vez el 19 de enero de 2010, antes de desaparecer como si se volatilizara en Petín de Valdeorras, el municipio donde residía. Hubo búsquedas durante meses y recursos de última tecnología, como el georradar y sonar desplegados el pasado mes de marzo, que no arrojaron resultado sobre el paradero del holandés de 52 años. La aparición en A Veiga de su vehículo, calcinado totalmente por el interior y en parte por fuera, sin las placas de matrícula, y en una zona apenas transitada, centra a la Guardia Civil en la hipótesis de que pudiera ser víctima de un crimen.

"El coche está en una zona por la que no pasa nadie, en una posición como si alguien fuera a aparcarlo allí", señalan fuentes de la investigación. El desaparecido tuvo enfrentamientos con otros vecinos de la aldea que acabaron en el juzgado e incluso denunció públicamente amenazas y sentir temor meses antes. Pero los agentes no encontraron pruebas en su momento que conectaran los antecedentes con su ausencia.

El accidentado paisaje de monte, vegetación y embalses de la zona guardó todo rastro. La evidencia más importante llegó por azar el martes. El helicóptero de la Guardia Civil que sobrevolaba Valdeorras en labores de prevención de incendios -esa tarde se registraron los fuegos de Rubiá- avistó a las 18 horas del martes un reflejo sospechoso que atribuyó, en un primer momento, a un artefacto incendiario. En tierra, agentes de vigilancia forestal encontraron un vehículo calcinado en un pinar poco transitado de A Veiga. La Guardia Civil cree "al 99% de probabilidad" que se trata del Chevrolet del desaparecido. No hay total certeza hasta que los agentes comprueben que el número de bastidor del vehículo coincide con el del aparatoso todoterreno del holandés.

Tres especialistas de Policía Judicial llegado de la central del instituto armado, expertos en inspecciones oculares, peinan desde ayer por la tarde el pinar de As Touzas da Azoreira, cerca de la aldea de Lamalonga, en busca de posibles restos humanos, así como ADN o cualquier otra evidencia. La zona, que no se había inspeccionado con anterioridad durante el operativo, permanece acordonada. Un único agente de la Policía Judicial de Ourense, enfundado en un mono para no contaminar la escena, hizo la inspección ocular previa. A la espera de los posibles hallazgos de los expertos de Madrid, están otras unidades como la canina. Los especialistas disponen de tecnología para encontrar restos incluso tras un incendio. Al cierre de esta edición no habían trascendido ningún hallazgo. Fuentes del cuerpo no descartan que la búsqueda se prolongue durante días.

El pinar no es una zona "muy transitada", a la que llega una pista asfaltada que comunica con O Barco, a unos 30 kilómetros. Otras atraviesan el entorno a modo de cortafuegos y servidumbre para las empresas que cortan madera. En los últimos 5 años no se habían producido talas ni tampoco actividades de caza.

Verfondern estaba afincado desde hace más de una década junto a su mujer en Santoalla, una aldea de laderas afiladas de Petín donde se dedicaba a ser granjero y hospedaba a personas de medio mundo interesados en la agricultura sostenible. El 19 de enero de 2010, fue visto por última vez cuando salía de Petín, tras haber hecho la compra en O Barco y acudido a A Rúa para conectarse a internet. La Guardia Civil contempló en un principio un abanico de hipótesis. Desde una marcha voluntaria, descartada por la esposa -ella siempre pensó en el crimen- y la falta de movimientos en cuentas bancarias, hasta la posibilidad de un accidente en la compleja orografía de la zona. Y el crimen.