El primer reconocimiento brindado por la Comisión do Entroido de Bueu fue hace tres años para los responsables de la antigua sala Paraíso. El origen de la afición de Agustín Gutiérrez, el homenajeado en este 2020, se remonta precisamente aquel lugar. "Mi madre trabajaba allí como cocinera y de pequeño iba a ver con ella los bailes de disfraces. Desde entonces siempre tuve la ilusión por disfrazarme", cuenta ahora a sus 78 años. El último empujón fue con 14 años, cuando una prima le propuso salir disfrazados y desde entonces no ha parado. "Los años en los que no me disfrazaba porque había muerto algún familiar hacía disfraces para los amigos que me lo pedían", cuenta. Así, es normal que ya haya perdido la cuenta de cuántos ha ideado durante todos estos años. En todo caso es una una cifra que supera el centenar.

Gutiérrez acoge con ilusión el homenaje que se le brindará el sábado dentro de los actos del Entroido de Bueu, con un reconocimiento público en la Praza Massó. "Es señal de que se acuerdan de uno", cuenta. Él afirma que todo ese trabajo sería imposible sin su esposa, Encarnación Castro, y su habilidad con la máquina de coser. "Sin ella sería imposible hacer nada", afirma Agustín. Los dos comparten pasión por el carnaval y por disfrazarse, una ilusión que la edad no ha apagado. "El domingo estuvimos en el baile del club de jubilados: íbamos de ciego y de criado o lazarillo. Este domingo volveremos a disfrazarnos, pero por ahora no se puede decir de qué", avanza.

Es imposible acordarse de todos los atuendos que salieron de su imaginación, aunque Agustín Gutiérrez destaca algunos: el disfraz del dios del mar Poseidón, cubierto completamente de conchas y arena; otro de costurero, hecho con botones; o alguno de los que realizó con granos y plantas de maíz. "Había uno que llevaba una capa con dibujos hechos con granos de maíz que representaban la catedral de Santiago, el botafumeiro o un carro de bueyes", rememora. También destaca que después de la primera Guerra del Golfo se disfrazó de Sadam Hussein, con metralleta en mano y montado sobre un barril de petróleo, y su mujer del entonces presidente de Estados Unidos, George Bush padre.

Eso es precisamente lo que echa de menos en la actualidad. "Creo que falta ingenio, originalidad y humor. Siempre son los mismos: de cura, de monja...", lamenta. Por ello defiende la necesidad de recuperar los bailes de disfraces. "No se trata de ganar, sino de estimular la imaginación y de discurrir", defiende.

El homenaje al torrente imaginativo de Agustín Gutiérrez se complementa con una exposición fotógrafica en la que se recogen imágenes de muchos de los disfraces que salieron de su imaginación y que Encarnación se encargó de plasmar con su habilidad costurera. La muestra se podrá ver hasta este fin de semana y está repartida en tres lugares diferentes: el vestíbulo del Centro Social do Mar, la sala de exposiciones Amalia Domínguez Búa y el antiguo astillero de Banda do Río.