La situación del barrio de Nazaret nunca fue boyante. Encajonado en el casco histórico, era un reducto de viviendas de las de antes, donde la calidad de sus materiales dejaba mucho que desear. Y eso aún se nota. Comentan los residentes como sus casas tiemblan al paso de los camiones y los autobuses, donde se abrieron zanjas y no se cerraron y por donde las ratas campaban a sus anchas. Es un barrio sin tiendas ni negocios, por lo que la peatonalización está más que justificada y, sin embargo, ahora, sus habitantes son el centro de todas las críticas.

Las elecciones entraron en este barrio al socaire de una recogida de firmas que se oponen a los aparcamientos para residentes, tachándolos de privados.

En el barrio, ahora, se dejan entrar los autobuses del transporte escolar y algunos vecinos recuerdan que antes hubiese sido preferible que el Concello mejorara el firme de la calle, que tal como está acabará por hundirse, como en su día se hundió la calle Real. Pero insisten que nadie les puede tachar de privilegiados, cuando viven, aún hoy, situaciones de otra época.