El contrabajista griego Petros Klampanis, uno de los músicos más reconocidos de la escena neoyorkina actual, será el protagonista hoy del segundo de los conciertos principales del Canjazz. El músico presenta "Chroma", un disco con el que ha recibido grandes elogios.

--Esta no es su primera visita a Galicia. En 2016 estuvo en Vigo, pero en aquel entonces le acompañaban otros músicos. ¿Qué recuerdos guarda de Galicia?

-Me encanta este sitio: la gente, el tiempo, la comida... Tuve la oportunidad de trabajar y tocar con músicos de la zona y me quedé impresionado por su compromiso y su amor hacia la música. Un buen ejemplo es Iago Fernández [batería cangués y uno de los directores artísticos del Canjazz], que es un buen amigo y hemos tocado juntos en numerosas ocasiones. Es verdad que ahora me acompaña otra banda. En la guitarra está Kristjan Randalu, al que conocí hace ya diez años en Nueva York a través de un amigo común: el extraordinario batería Bodek Janke. Los dos completan mi nuevo trío musical. En la batería estará Ofri Nehamya, que en Cangas sustituirá a Bodek. Forma parte de mi familia musical desde hace poco: se mudó a Nueva York hace un par de años y empezamos a tocar juntos en el Oded Tzur Quartet.

-En aquella ocasión presentaba un disco titulado "Minor dispute" y ahora llega con un nuevo disco, "Chroma", que ha recibido excelentes críticas.

-Tocaremos temas de ambos discos y algún material nuevo. "Chroma" es una continuación de "Minor dispute". Aquel álbum era un experimento que combinaba material de la música clásica, jazz, pop y música del lugar en el que crecí, la isla de Zakinthos [en el mar Jónico]. "Chroma" es una evolución de ese concepto: se grabó con una banda más grande en el Centro Cultural de la Fundación Onassis en Nueva York. Es un disco que recientemente fue premiado como el mejor disco en directo del año en los Premios de la Música Independiente de Nueva York.

-La crítica se refiere a su trabajo como una fusión entre el jazz, la música mediterránea y la balcánica. La formación con la que llega a Cangas en cierto modo refleja esa unión de culturas: Randalu es esloveno y Nehemya es israelí. ¿Está de acuerdo?

-Pues fue una decisión del subconsciente a la que luego me aferré. Mi pasión por el jazz tiene su origen en una especie de reacción al heavy, la música comercial que no podía evitar escuchar en cualquier lugar de Grecia. Cuando era adolescente sentía que vivía en una especie de dictadura musical, formada por viejas y poco interesantes canciones de las generaciones anteriores y que no paraban de sonar en las radios y la tele. No era completamente verdad, pero causó una gran impresión en mi mente adolescente. Luego hubo una época en la que no quería tener ninguna relación con la música folk de Grecia. Más tarde, cuando llegué a Nueva York, empecé a redescubrir y a amar la música de mi país. Ese cambio de perspectiva musical me ayudó a descubrir quién soy realmente como músico y persona.

-¿Le han hablado ya del Canjazz y de Cangas?

-Sé que Iago [Fernández] está en la organización junto a un grupo de gente que ama la música. ¡Algo así nunca puede fallar! Me resulta extraordinario que una pequeña localidad en un área remota de Europa, como el lugar donde nací, pueda albergar tal cantidad de grandes músicos. ¡No podía rechazar la invitación a venir a Cangas porque me honra como músico y persona!

-Habla del lugar donde nació, una de esas maravillosas islas del Jónico. Luego se fue a estudiar a Atenas y Amsterdam hasta llegar a Nueva York. Permítame la licencia literaria de uno de los grandes poetas en lengua griega: "Cuando emprendas tu viaje a Ítaca/ pide que el camino sea largo,/ lleno de aventuras, lleno de experiencias". ¿Cómo ha sido su viaje personal hasta ahora?

-Me encanta que me cite a Konstatino Kavafis, al que admiro profundamente. De hecho "Ítaca" es un poema con el que me identifico, supongo que como la mayoría de nosotros. Me temo que Ítaca es un lugar que nunca se podrá alcanzar, aunque al mismo tiempo me alegro de que sea así. Mientras respiramos y tenemos energías nos inventamos aventuras, monstruos, tormentas... simplemente porque le dan sentido a nuestra vida. La cuestión es cuanta energía puedes dedicar a esa misión que te puede aportar mucho, pero que también puede vaciarte por completo. Puedo decir que estoy feliz con mi viaje y mis monstruos personales, que últimamente parecen portarse bien. [El poema de Kavafis continúa así: "No temas a los lestrigones ni a los cíclopes/ ni al colérico Poseidón/ seres tales jamás hallarás en tu camino].

--Antes del concierto estará en una "master class" sobre el camino para encontrar la voz como artista. ¿Qué le dirá a su público?

--Lo que siempre le digo a mis alumnos: escucha y aprende de los demás, pero usa lo que aprendas para conseguir tus propias metas artísticas. Ahora mismo veo algo muy común: los estudiantes están expuestos a tal cantidad de información que ahora hay un nuevo peligro, que es el de perderse uno mismo en medio de tanta información. La manera de equilibrar esa situación es desarrollar una fuerte conciencia de quién eres y de qué quieres conseguir como músico y artista.

--No puedo evitar preguntarle por la situación política y social de su país. ¿Cómo la vive?

-La historia está llena de ejemplos similares a lo que ocurre ahora en Grecia. Mi país vive un momento de transición, que implica una lenta y dolorosa transformación de la sociedad y las estructuras políticas. No estoy a favor de las reglas de austeridad impuestas por la Unión Europea, que han causado mucho sufrimiento a mis queridos compatriotas. Pero, por el otro lado, sé que quizás es la única manera de deshacerse de los problemas que han frenado la mejora económica, social y política de mi país. Supongo que el tiempo dirá, pero intento ser positivo y espero que aprendamos de los errores de las generaciones anteriores.