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Las superheroínas que llevan una capa de invisibilidad

Mujeres trabajadoras del rural, como la estradense Mari Luz García, recorren el largo camino hacia el empoderamiento

Mari Luz García Barreiro, ayer, junto a algunas de las vacas de la explotación de producción cárnica que regenta en la parroquia de Nigoi. // Bernabé/ Javier Lalín

Mari Luz no sabe cuántas horas tiene su jornada laboral. Se levanta temprano cada día y, después de que sus hijos se han ido, comienza el constante ir y venir para atender su casa y la explotación ganadera que regenta desde hace cuatro años en la parroquia estradense de Nigoi, centrada en la producción de vacuno de carne de raza rubia gallega. Este no era su sueño cuando se formó como peluquera, ni tampoco su aspiración cuando regresó de doce años de emigración en Suiza. Sin embargo, lo que comenzó casi como un entretenimiento terminó convirtiéndose en un modo de vida. El rural es su oficina. Ni se ficha ni se tienen días de asuntos propios. El ejemplo de esta estradense es el de muchas mujeres del ámbito rural que dedican su vida a cultivar una alternativa laboral en este ámbito y que, en muchas ocasiones, quedan casi invisibilizadas, como si el esfuerzo de todo un día fuese simplemente un complemento al cuidado de su casa. Nada más lejos.

Mari Luz García Barreiro se casó joven. Había comenzado a trabajar como peluquera, pero cogió la maleta para sumarse a la aventura laboral de su marido, muy lejos de casa. En Suiza trabajó en una residencia de mayores. Pero la tierra tira y, después de doce años -18 en el caso de su esposo-, decidieron emprender el camino de vuelta. "Empezamos casi de broma, con un caballo y dos vacas. Pero luego fuimos aumentando y?aquí estoy", explica esta ganadera. En 2016 decidieron dividir la actividad familiar: su marido se quedó con la construcción, a la que ya se dedicaba antes, y ella con la explotación ganadera. "No tenía pensado meterme en esto cuando volvimos, pero la niña nació aquí y en A Estrada no hay muchas opciones de trabajo para adaptarse a los horarios del colegio", explica.

El matrimonio comenzó de cero. Intentó poner desde el primer momento a Mari Luz como responsable de la explotación, pero se encontró varios atrancos, comenzando por el número de cabezas y de superficie exigida. Hoy día la cosa ha cambiado mucho. Ella se encarga de gestionar una granja especializada en la cría de vacuno para la producción cárnica, contando con una treintena de animales en extensivo. Ello implica que no tienen que sacar y meter al ganado en un establo, sino simplemente encargarse de su bienestar en el exterior. Sin embargo, a ello hay que sumar todo el cuidado que requieren otras 30 cabezas de ganado ovino, conejos, gallinas y un largo etcétera. "La mayor parte del día se lo dedico", reconoce esta ganadera de A Estrada. Cuando una trabaja en casa y es su propia jefa, el nivel de exigencia crece. Su labor ha de compatibilizarse con el cuidado de la casa y los hijos, de 19 y 12 años de edad.

"Al final de mes no tienes un sueldo, hay que adaptarse a lo que cae", explica Mari Luz, que asegura que es uno de los principales hándicaps que encuentra en la salida laboral que, por circunstancias de la vida, terminó escogiendo. "Yo estaba adaptada a tener un sueldo fijo todos los meses", recuerda. No le duelen prendas en reconocer que escogió el campo como medio de vida "porque lo tenía iniciado". Si vivir como mujer trabajadora en el ámbito rural no es una tarea sencilla, cuando se desata una pandemia todo se vuelve todavía más complicado. "Ahora con el problema de la Covid todo es mucho peor", confiesa, subrayando las dificultades que encontró este año para la venta de los terneros. De hecho, Mari Luz participará el 28 de octubre en la jornada As mulleres e os efectos da Covid-19 na Galicia rural, programada por la Diputación de Pontevedra, en el marco de la conmemoración del 15 de octubre como Día Internacional das Mulleres Rurais

Desde un entorno que semeja tranquilo y bucólico, aunque se presume cargado de trabajo, esta vecina de A Estrada reconoce que queda mucho camino por andar para que se reconozca el esfuerzo de la mujer como una profesión en el ámbito de la actividad primaria. "Mejoró mucho, pero todavía parece seguir estando el hombre por encima de todo. Seguimos todavía por debajo", apunta. Aunque no fuese su sueño, es su empeño. Por ello, este ejemplo de mujer rural continúa arremangándose cada día para reclamar su espacio profesional. El rural es su oficina. A ella acude puntualmente y en ella ejerce como la haría una alta ejecutiva, con incontables horas de esfuerzo. Es por ello que su labor tiene que sacarse, de una vez por todas, la capa de invisibilidad.

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