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La "nueva normalidad" ya cruza el puente

Los vecinos de la dos orillas de Arousa y el Ulla vuelven a hacer vida normal moviéndose entre provincias

La "nueva normalidad" ya cruza el puente

Para visitar a la familia, reunirse con amigos, ir al supermercado, sellar un boleto de lotería, comprar en la ferretería, ir al pan... Para todo eso, y mucho más, resulta crucial la entrada en la Fase 3 del plan de desescalada, tal y como ayer explicaron, con evidentes muestras de satisfacción, todos los ciudadanos consultados, tanto clientes o consumidores como comerciantes y empresarios.

Unos y otros se benefician de la reapertura de las fronteras interprovinciales, que en el caso de Arousa y el Ulla separan las comarcas de O Salnés y Barbanza, al igual que sucede con las de Caldas y O Sar.

Después de tres meses, por fin es posible circular libremente entre las dos orillas, lo cual beneficia enormemente a los ciudadanos de tales territorios, y especialmente a los que residen o trabajan en Catoira, Valga, Pontecesures y Rianxo.

Entre ellos a Puri Fernández, que en cuanto abrió las puertas de Frutería A Horta, en la villa catoirense, empezó a recibir de nuevo a clientes rianxeiros que después de mucho tiempo -la mayoría desde que empezó el confinamiento- habían cruzado el puente desde lugares como Leiro, Isorna, A Bacariza y Rañó. Al igual que desde otros municipios igualmente situados en la provincia coruñesa, como Dodro y Rois.

"Lo que estaba pasando era una auténtica injusticia, por eso que se permita circular de nuevo entre provincias resulta enormemente positivo para todos", indicaba Puri Fernández tras contar que "muchos clientes de Rianxo que hacen vida aquí, en Catoira, tenían que dar la vuelta cuando llegaban al puente y se encontraban a la Guardia Civil".

La farmacia y el banco

Tanto ella como los clientes que esperaban turno para entrar a la frutería reflexionaban sobre la nueva etapa de la desescalada diciendo que "hay una gran cantidad de gente de Rianxo", sobre todo residentes en las parroquias pegadas al Ulla y más alejadas del centro urbano rianxeiro, que "viene a Catoira a la farmacia, al supermercado o al banco, al igual que somos muchos los catoirenses que cruzamos el río con frecuencia para ir a su pueblo u otros lugares de A Coruña".

Un ejemplo de ello es el de Pili Couselo, una catoirense que se desplaza frecuentemente a Padrón, "para realizar compras y estar con sus amigos", y a Bertamiráns, lugar del municipio coruñés de Ames donde vive su hija. "Estaba muy fastidiada porque no la veo desde febrero", lamenta. Por eso se mostraba radiante, pues si bien ayer no podía hacerlo, por cuestiones laborales, hoy sí tiene previsto reunirse con su hija, "ya a primera hora de la mañana".

Ni que decir tiene que estaba "deseando verla y abrazarla", al igual que contaba los minutos para poder cruzar de nuevo hacia Padrón "y volver a hacer vida normal".

Un trayecto, aunque mucho más corto, que ayer sí hacía Belén González Silva, la pontecesureña que estaba esperando ansiosa la supresión de las fronteras sanitarias interprovinciales para poder abrazar nuevamente a su madre, residente en la orilla coruñesa del Ulla.

Son ejemplos de conciliación sobre los que también reflexionaba ayer la encargada de la administración de loterías número 1 de Catoira, situada en la calle Estación. Está convencida de que a partir de ahora aumentará la actividad en el negocio, "ya que antes del coronavirus solía venir mucha gente de Rianxo", y a causa del confinamiento y la prohibición de circular entre provincias que se mantuvo hasta ayer "se notó mucho el bajón".

Uno de los que acudía a este despacho de loterías con frecuencia y tuvo que dejar de hacerlo, es el rianxeiro Jesús García, que ayer volvió y pudo sellar su boleto como hacía antes de la pandemia.

"Estamos contentos porque es muy positivo para todos que nos dejen pasar de una provincia a otra, ya que hasta ahora solo podía hacerse por causas excepcionales y tenías que llevar justificante", explicaba en el interior de la administración de loterías.

Este compostelano asentado en Rianxo desde hace cuarenta años vive en el centro de la villa de Castelao, pero a pesar de disponer allí de todos los servicios acude con frecuencia a Catoira "porque tengo amigos aquí y vengo a comprar vino y a hacer otras gestiones. Que nos prohibieran pasar de un lado a otro del río me impidió hacerlo, pero ahora, por fin, podemos volver a la normalidad".

Una normalidad que también deseaba José Conde, residente en Isorna (Rianxo) y que desde hace tres meses no podía recorrer los apenas dos kilómetros que separan su casa de la sucursal bancaria catoirense en la que se encontraba ayer. "No tenía sentido que nos prohibieran cruzar el río porque es como si todo fuera el mismo pueblo, ya que estamos pegados unos a otros", apuntaba el rianxeiro.

"Vengo a Catoira al supermercado y tengo aquí mi cuenta bancaria; de hecho, tenía pendientes desde marzo unas gestiones y no pude venir hasta hoy porque, como respeté siempre las normas que establecieron, no podía cruzar el puente", lamentaba.

Estos y otros muchos ejemplos y testimonios, todos en la misma línea, demuestran lo complicado que puede llegar a ser vivir al otro lado de un puente cuando este no puede cruzarse. Y si a todo esto se suma la mayor densidad del tráfico que se apreciaba sobre los viaductos interprovinciales del Ulla, queda claro que los arousanos, y la sociedad en general, sacaron el máximo partido a la ansiada supresión de las barreras interprovinciales.

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