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Despoblación en el extinto ayuntamiento

Las supervivientes de la plaza de Vilaxoán

Sus vidas son distintas, pero tienen algo en común: gracias a su tesón e iniciativa, el maltrecho mercado de la villa marinera sigue abierto - Las tres únicas vendedoras que allí resisten reclaman una profunda remodelación

Llegó a funcionar en horario de mañana y tarde con más de una docena de mujeres que vendían el pescado recién capturado por los marineros. Pero en la actualidad, en la plaza de abastos de Vilaxoán ya nada queda de aquella esplendorosa época. El viejo edificio, ubicado en la parte trasera del parque Dona Concha, se encuentra semivacío, con solo tres negocios abiertos: un puesto de pescado, una carnicería y una frutería. Al frente de ellos, tres mujeres con edades y vidas diferentes, pero unidas por el deseo de revitalizar el maltrecho mercado, un fiel reflejo del declive del pueblo de Vilaxoán, víctima de la despoblación desde hace años.

Dolores López, "Loli", como la llaman en su entorno, es una de tantas vilaxoanesas que formó familia fuera de su localidad natal. "De aquí la mayoría se fueron a vivir a Las Pistas o a Vilagarcía". Ella compró piso en Vilagarcía, pero en cuanto supo de la construcción de un edificio en Vilaxoán, cerca del club de remo, vendió el apartamento en la ciudad y se mudó a su querida tierra.

Allí vende pescado con su madre, en la pequeña plaza de abastos, "al lado de casa, resulta muy cómodo". Cuando toque cogerá el testigo de un negocio que ha traspasado generaciones. De hecho su familia siempre ha vivido del mar. Ellos como marineros y ellas de pescantinas.

Su madre tiene 74 años y todavía continúa al frente del puesto de pescado en el mercado. "Llevo desde los 12 años que salí de la escuela vendiendo aquí", relata Dolores Santamaría, memoria viva de la historia de la plaza de Vilaxoán.

Su pescadería aguanta gracias a los clientes habituales que apuestan por la calidad del comercio de proximidad. "Muchos vehículos están vendiendo pescado de forma ambulante por las casas y claro, si te lo llevan a casa ya no te mueves", lamenta la veterana pescantina.

Su madre y su tía ya vendían en el mercado. "Ahora vamos a Cambados a comprar porque en la lonja de Vilaxoán poco hay. Antes era una de las que tenía más gente, de las más interesantes", recuerda.

La desaparición de la conserva en la localidad ha hecho mucho daño a las vendedoras de pescado. "Cuando salían de trabajar, las mujeres de Cuca venían aquí a comprar o iba yo a la puerta de la fábrica con el pescado ya limpio en un carro, y lo vendía todo. Ahora van para O Grove a las cuatro de la mañana", comenta Dolores Santamaría.

Viviendas antiguas y vacías

Su hija añade que el pueblo "está muerto". "Hay calles casi enteras con casas vacías y la mayoría están para tirar. Por tanto compras el terreno, y no está para nada barato", dice Loli. Y es que muchas viviendas del núcleo tradicional de Vilaxoán se quedaron deshabitadas al fallecer sus dueños, languideciendo con el paso del tiempo. Las propiedades se heredaron, pero entre varios hijos, lo que dificulta la ocupación de las mismas.

Loli y su madre coinciden en que la oferta de vivienda de alquiler en Vilaxoán es escasa o prácticamente nula. "Los profesores del instituto aquí no encuentran pisos", advierten. Por tanto los nuevos vecinos interesados en instalarse en la villa no lo tienen fácil.

Sara Pérez no vive en Vilaxoán, pero trabaja allí. Después de buscar y buscar y no encontrar empleo de lo que estudió, se aventuró a montar su propio negocio. Su madre regenta una frutería y cultiva productos de la huerta, por lo que decidió seguir sus pasos. Y lo hizo en el pueblo de su pareja, en Vilaxoán.

Fue hace cuatro años. Así, esta vilanovesa es la comerciante más nueva -y joven- de la plaza de abastos. Ocupó el puesto donde anteriormente funcionaba una carnicería, cuyo propietario cerró para irse a trabajar a un supermercado.

El otro puesto que cada mañana está abierto en el mercado vilaxoanés es el de Maricarmen Limeres. Hace ocho años cogió el testigo de la carnicería de sus padres. "Nos gustaría tener más clientes porque la cosa está muy floja. Es la gente mayor la que nos ayuda a mantener el negocio", reconoce la carnicera.

Lleva muchos años en Vilaxoán y recuerda cuando en la plaza había tienda de congelados, un ultramarinos o una droguería. Incluso había personas que se ponían a vender en el exterior porque dentro no había sitio.

Antiguamente el mar llegaba hasta donde hoy está el parque Dona Concha, por tanto la calle de la plaza de abastos era la principal por la que los conductores se dirigían hacia A Illa de Arousa, Vilanova o Cambados. "Hoy en día hay gente que no sabe dónde está este mercado", lamentan.

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