San Roque, como cada 16 de agosto, fue el Santo más venerado, especialmente en una Vilagarcia sedienta de celebración y que convirtió el agua en la alegoría de la diversión, el desparrame y algún que otro exceso. Sin embargo la afluencia de personas respecto a otros años sufrió una considerable disminución, así lo confirmaron desde Protección Civil e incluso desde los servicios de limpieza.

Fue esta edición de la Festa da Auga la del grito por la igualdad de sexos y la de la inclusión por bandera, precisamente el día el que la voz que más alto entonó el "Freedom" se apagó para siempre, la de Aretha Franklin. Esos fueron los ejes centrales de un pregón que tuvo como protagonistas a Daisy Alcalde y Paz Romagnoli, integrantes del colectivo "O Soño de Lilith". Curiosamente los hechos anteriores a ese pregón demostraron que todavía queda mucho camino por recorrer en labores de concienciación. Una mujer, mayor de edad, denunció en el "Punto Lila" una supuesta agresión sexual que está siendo investigada por las autoridades competentes.

La fiesta comenzó muchísimo antes, pero también finalizó muchas horas después. La anarquía que caracteriza el evento empezó a reclamar su espacio antes incluso de la madrugada. Todas las vías de entrada a la localidad registraban un flujo muchísimo mayor al habitual. Vilagarcía se convirtió durante un día en terreno abonado para la alegría y la humedad en una calurosa mañana que alternó el sol con alguna nube.

La primera procesión de este San Roque fue la que tuvo como punto de destino la Playa Compostela. Hasta allí se dirigieron miles de jóvenes con el botellón como motivo de concentración. Los de mayor edad apostaban por las cotizadas mesas de las terrazas de las principales arterias urbanas. El ambiente de las horas previas ya prometía emociones fuertes.

Cuando la intensidad nocturna fue mitigándose, los bares empezaron su mutación para prepararse para el baño de masas que seguiría al acompañamiento de San Roque desde la iglesia de Santa Eulalia hasta su capilla propia. La instalación de barras exteriores se convirtió en el paravalanchas ideal para un día de muchas oleadas de gente ávida de ingerir líquidos excepto el agua que ya le acompañaba externamente.

La zona de O Castro fue un lugar de fiesta continua. Éxitos de ayer y de hoy atronaron durante horas para goce de muchos y lástima de algunos vecinos que, resignados, se vieron obligados a quitarle más de una hora a su descanso nocturno habitual. También la zona TIR fue otro de los puntos donde muchos jóvenes decidieron reunirse para medir sus fuerzas en su desafío a la tentación del dios Morfeo. Otros ya tenían marcada en su estrategia una fase de recuperación en modo horizontal, en algunos casos ya sin retorno al emplazamiento en la batalla acuática con la voluntad usurpada por el cansancio.

No hubo Festival H2O y quizá eso ayudó a que el de este año fuese un San Roque mucho más íntimo que el pasado año y hubo muchos que lo agradecieron. Después del amanecer, y a medida que se acercaba el mediodía, el espíritu de aquel 1984 primigénio fue tomando cuerpo. El sentimiento más vilagarciano afloró en la subida del Santo. Sentir el peso de la imagen sobre los hombros al ritmo del pasodoble "Triunfo" es una sensación que hizo soltar más de una lágrima mezcla de emoción y orgullo. Todo lo pagano quedó a un lado dentro de ese cinturón humano formado por los jugadores de rugby del Os Ingleses. El respeto al verdadero protagonista de la fiesta fue total en el paseo a la capilla que lleva su nombre.

Los vítores a San Roque le acompañaron en un trayecto que, a su término, concentró a miles de personas en el lugar para escuchar el pregón. Desde allí se dio se volvió a abrir el paréntesis de la euforia pagana con el agua como expresión y herramienta de diversión. bastaba con ver el arsenal de globos, pistolas y depósitos varios para luchar contra el look anfibio de muchos con el plástico como protector de humedades.

La explosión de júbilo fue acercándose hacia las calles más céntricas con algún cubo y mangueras que aparecían en los balcones. LaPlaza de Galicia se convirtió en el primer oasis. Con las obras de humanización bien pertrechadas con vallas anti-vándalos, un novedoso pulverizador de chorros, sumado a manguerazos de los operarios de Protección Civil, fue hidratando a discrección. A Baldosa, O Castro y Méndez Núñez también ejercieron su poder de atracción concentrándose allí los más reacios a poner punto y final a la fiesta. Los hubo que incluso tardaron en emprender viaje de retorno al descanso más allá de las seis de la tarde vencidos por el derroche.