Desde las seis de la mañana, y prácticamente desde cada puerto arousano, algo más de un millar de embarcaciones se hacen a la mar para dar comienzo a la campaña de libre marisqueo. En condiciones normales el de hoy sería un día grande para el sector. Se trataría de uno de esos momentos esperados del año para los "rañeiros". Pero esta vez el pesimismo parece lastrar la temporada.

Los informes emitidos por los técnicos de la Xunta y los elaborados por los biólogos de las propias cofradías de pescadores arousanas, así como la voz de la experiencia de los marineros más veteranos, indican que no hay marisco en el río Ulla y que los tamaños son pequeños.

Esto hace que esta primera jornada -y puede que las venideras- sea una verdadera incógnita, como lo es saber qué precio puede alcanzar el producto obtenido.

Hay que recordar que el principal banco marisquero de la ría es, precisamente, el de Os Lobos do Ulla -en la desembocadura del río y a la altura de la isla vilagarciana de Cortegada-, pero se trata, también, de la zona más castigada por la mortandad y el escaso crecimiento de berberechos y almejas.

De ahí que casi todos en el sector del marisqueo a flote tengan pocas o ninguna esperanza puestas en este lugar ante el arranque del libre marisqueo.

Otra cosa es lo que pueda pasar en los bancos de Cabío y O Bohído, pero como se explicó en otras ocasiones esas zonas tampoco están capacitadas para soportar el trabajo de toda la flotas arousana, de ahí que también estos bancos despierten dudas ante el inicio de esta temporada.

Con 1.300 barcos autorizados para practicar el libre marisqueo en la ría, y teniendo en cuenta que no todos se suman a la campaña en el arranque de la misma, hay que explicar que habitualmente en Os Lombos se dan cita entre 500 y 600 embarcaciones, repartiéndose prácticamente otras tantas entre O Bohído y Cabío. Con la primera zona "agotada" o sin marisco suficiente ni para alcanzar los topes de captura diarios -ese es el temor-, lo fácil es pensar que los barcos que cada año se dirigen al río pueden desplazarse esta vez a las otras dos áreas de trabajo, y eso las sometería a una presión inusual que recortaría la campaña en las mismas, y mucho.

A partir de hoy, dependiendo de lo que opinen los propios mariscadores, las cofradías empezarán a pensar qué hacer y, sobre todo, a buscar el modo de que sus socios puedan ganarse la vida.