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Una década trasplantado de hígado: “Para mí el cumpleaños ordinario no tiene importancia, pero sí este cumplevida”

El pontevedrés Carlos Sánchez Montes recibió en 2014 el órgano, con el que volvió a nacer

Carlos Sánchez Montes, con las manos sobre su hígado, junto al monumento al donante en Pontevedra. RAFA VAZQUEZ

La percepción de una década varía en función de qué se tome como referencia o quién la cuente. Cuando se habla de trasplantes o de salud, puede ser una eternidad o suponer una nueva vida. No son, en todo caso, unos simples diez años, sino que el sentimiento puede expresarse en tres palabras: volver a nacer. El pontevedrés Carlos Sánchez Montes ha cumplido este 2024 su primera década con un hígado trasplantado, aquel que un 1 de enero de 2014 le fue implantado, casi un año después de un diagnóstico demoledor que le cambió la vida. No es la primera vez que cuenta su historia públicamente, pero sí con motivo de su décimo “cumplevida”, como él lo llama. Ayer participó en un acto de reconocimiento a los donantes y sus familiares que tuvo lugar en el Hospital Provincial de Pontevedra organizado por el Grupo Vida por la Vida.

– ¿Cómo se asume una década de un trasplante? ¿Lo ha celebrado?

– Por supuesto que lo he celebrado. Es lo que celebro ahora, para mí el cumpleaños ordinario no tiene importancia, pero sí este “cumplevida”, que es como le llamamos nosotros.

– ¿Se puede hablar de una media de tiempo en la duración de un órgano implantado?

– Según las estadísticas, el trasplante de hígado es uno de los que más dura. Depende mucho de la persona, de las patologías y del tipo de vida que lleve. Todo influye.

– En su caso, el trasplante fue necesario tras sufrir una hepatitis C.

– Fue una hepatitis C que me mantuvo totalmente asintomático durante doce años, hasta que me empecé a encontrar mal. El vehículo de contagio fue una cuchilla de barbero con un corte que me produjo en el cuello, pero no fue hasta doce años después que noté los síntomas.

– Un período de tiempo clave.

– Sí, porque es una enfermedad que en el 80% de los casos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cursa de forma crónica. Cuando es aguda es algo inmediato, pero la mayoría de la población la sufre en el modo crónico. No sabes que la tienes porque no tienes ningún síntoma. Puedes tener signos analíticos, como las transaminasas elevadas, pero que no te provocan malestar. Yo, de repente, empecé a encontrarme muy mal y no sabía de qué era. Es que, además, en mi caso no había la famosa ictericia, el color amarillento de la piel. El único signo que tenía era esa elevación en las transaminasas, pero no le daban importancia hasta que después se verificó con la serología que tenía una hepatitis C.

“La lista de espera no se la deseo a nadie, sobre todo siendo consciente de tu deterioro y de que te vas, porque no hay otra solución”

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– ¿De qué forma le afectó ese malestar?

– Lo primero que empecé a notar fue cansancio, mucho cansancio y me quedaba dormido en cualquier sitio. Tenía la orina bastante oscura y tenía prurito de la rodilla para abajo. El picor suele ser algo habitual.

–¿Cuándo le comunican que necesita un trasplante?

– El diagnóstico de la hepatitis fue en 2012, en septiembre, tras lo cual llegaron una serie de pruebas. En ese momento había un tratamiento, que se daba por uso compasivo, es decir, que no estaba en el mercado pero que se estaba probando en determinados pacientes. Valoraron a ver si yo podía tomarlo. Desde el Hospital Montecelo me desviaron al área de Santiago, ya era principios de 2013, para una nueva valoración y, tras la vista del historial clínico y más pruebas, me dijeron claramente que ese tratamiento no era adecuado porque no lo iba a poder soportar. Pero ni ese tratamiento ni ningún otro, ya que mi situación eran límite. Como mucho me quedaba un año de vida y la única salida era un trasplante.

– Y el mundo se le cayó encima...

– Ya se te cae cuando te dan un diagnóstico que no esperas y después cuando vas a la consulta y te dicen lo del trasplante, algo que nunca imaginé. Menos mal que tenía a mi mujer al lado, porque cuando me lo comunican no era capaz de reaccionar. Me preguntaban y yo estaba a lo mío, totalmente K.O. Me preguntaron si me incluían en la lista de espera y fue ella la que respondió que sí, que por supuesto.

– Llegó la espera por un hígado. ¿Cuánto tiempo se alargó?

– Eso fue lo más duro de todo porque la percepción que tiene una persona trasplantada difiere de una a otra dependiendo de con quién hables. Hay gente que tiene la fortuna de ser incluida en la lista de espera y a los pocos meses conseguir un órgano. En mi caso pasaron uno, dos, tres, siete... Yo veía que se acercaba el mes doce, el plazo de un año de vida que me habían dado. Me llamaron por fin en octubre de 2013 y fui al hospital. Cuando iba a bajar a quirófano me dijeron que el órgano tenía algo que no lo hacía válido para trasplante y me tuve que volver a casa. Desde entonces hasta el mes de diciembre el deterioro fue brutal. En diciembre hay cosas que yo ya no recuerdo; tenía muy claro que me iba a morir. Intenté dejar las cosas más o menos arregladas. No es fácil de gestionar y la lista de espera no se la deseo a nadie, sobre todo siendo consciente de tu deterioro y de que te vas, porque no hay otra solución: dependes de la generosidad de otro ser humano que ponga a tu disposición un órgano.

“El deporte ha formado parte de mi vida siempre y ahora lo sigo practicando”

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– Y, por fin, llega su hígado, el que hoy todavía le da la vida.

– Afortunadamente, el 1 de enero de 2014 hubo una nueva llamada y volví a ir. Ingresé a mediodía y a las doce de la noche me comunicaron que el órgano era válido y ya pude bajar a quirófano. Cuando desperté ya estaba en la UCI.

– Ha contado más de una vez que en el momento en el que se pudo levantar ya notó un cambio absoluto en su cuerpo.

– Total, absoluto. Eso siempre lo digo cuando doy mi testimonio en charlas, colegio... Me cuesta mucho verbalizar eso porque es una experiencia vital: de verte muerto a volver a estar en la vida y verte con una energía que ya no tenías. Es impresionante.

– Tal ha sido el cambio, que desde entonces ha dedicado mucha parte de su nueva vida al deporte.

– El deporte ha formado parte de mi vida siempre y ahora lo sigo practicando. El deporte tiene beneficios para toda la población en general y nosotros en particular, tanto en el aspecto físico como en el emocional y el de integración social.

– Pero en su caso, además, compite.

– He participado en el Campeonato del Mundo de Personas Trasplantadas y en el de Europa. Ahora compito mucho en la categoría máster de atletismo en lanzamientos, en donde he tenido la fortuna de proclamarme subcampeón de España, campeón gallego en varias ocasiones en algunas disciplinas y el pasado mes de septiembre he ido con la Selección Gallega de Atletismo al Campeonato de Europa Máster.

Foto de familia en el acto en homenaje a los donantes y sanitarios. RAFA VAZQUEZ

El Hospital Provincial de Pontevedra acogió ayer un acto en reconocimiento a los donantes, sus familias y también a la enfermería, cuyo día internacional se celebró el pasado 12 de mayo.

Organizado por varias asociaciones, que integran el Grupo Vida por la Vida, contó con la participación de sanitarios y directivos del Complexo Hospitalario de Pontevedra, así como del alcalde de Pontevedra y varios concelleiros socialistas.

Celso García Estévez, presidente del colectivo Adrovi, subrayó que “todo lo que esté relacionado con la donación de órganos es muy importante, por eso este día nos juntamos cuatro asociaciones, para agradecer a los donantes, sus familias y, sobre todo, al sistema sanitario y sus trabajadores”. “Si somos los mejores del mundo en la donación de órganos es porque nuestro sistema sanitario es altruista, lo que hace que la gente sea más solidaria”.

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