Xosé Fortes Bouzán | Historiador, ex militar

“Todas las medallas que nos han dado a los de la UMD las merecían más nuestras mujeres”

La tertulia Voltaire homenajea al historiador, que prepara un libro sobre la transición militar

El historiador y exmilitar Xosé Fortes Bouzán.

El historiador y exmilitar Xosé Fortes Bouzán. / Gustavo Santos

La Finca Batacos será escenario el próximo día 31 del homenaje que la tertulia Voltaire rendirá a Xosé Fortes Bouzán, un reconocimiento a la vocación por el intercambio de ideas, el debate y la información de este historiador y exmilitar cuando se cumplen 50 años de la Unión Militar Democrática (UMD). Esta organización que en el franquismo luchó por la democratización de las Fuerzas Armadas y de la que fue uno de los fundadores será también la protagonista del libro que prevé editar en unos meses, dedicado a la transición militar.

–Su vocación de contertulio arrancó siendo muy joven

Soy tertuliano de toda la vida, desde chaval, de estudiante ya hacíamos tertulias con gente mayor. Manolo Domínguez y yo éramos los niños de la tertulia del Méndez Núñez, en la que estaba gente mayor, como Luciano Del Río, el arquitecto municipal Quiroga, Carlos Pintos el matemático… Y los pequeños éramos nosotros.

–¿Ya había ingresado en la Academia Militar?

–Si, yo venía los veranos, debí ingresar en la Academia siendo tertuliano. Un día escribí un artículo para el periódico Litoral, me apetecía publicar algo y escribí un artículo hablando de lo que se podía hablar. Estaba muy orgulloso de él y se lo llevé a Luciano Del Río, que era el director. Y me dijo: no, no te lo puedo publicar. Yo me quedé… Pensé, pues no es tan malo. Y él me explicó: tu no puedes publicar un artículo en Litoral, porque eres militar y Litoral es otra cosa. No te conviene. Y tenía razón.

–¿Cómo eran aquellas tertulias?

Se hablaba en voz muy baja porque todo el mundo estaba preocupado de que estuviese alguien próximo oyendo y luego detuviesen a alguien. Porque Luciano cada vez que venía Franco o un ministro a Pontevedra lo llevaban a comisaría, a Luciano y a dos más, los tenían allí una o dos horas mientras Franco pasaba por aquí y lo soltaban. Luciano era incapaz de matar una hormiga, pero se le metía en comisaría.

–¿Cambió su generación el país?

–Poquito (risas), poquito. Hicimos lo que pudimos, mucho más no se podía.

Aquellos profesores de Falange… Un compañero mío le discutió a uno sobre Rousseau, le dijo que los ilustrados hicieron un gran servicio al mundo. El profesor se arremangó, le dijo eso no me lo dice usted a la cara y empezó a perseguirlo entre las sillas hasta que el chico escapó. Ese era el clima en el que estudié Bachillerato

–Lo que sí hicieron fue atravesar la historia de España

–Sí, porque vivimos en el franquismo tardío, pero vivimos muchos años en el franquismo, porque yo en la transición tenía más de 40 años. Cada vez, es cierto, era menos franquismo, porque el de la primera época era duro, incluso en el instituto, aquellos profesores de Falange… Un compañero mío le discutió a uno sobre Rousseau, le dijo que los ilustrados hicieron un gran servicio al mundo. El profesor se arremangó, le dijo eso no me lo dice usted a la cara y empezó a perseguirlo entre las sillas hasta que el chico escapó. Ese era el clima en el que estudié Bachillerato.

–¿Qué análisis hace de la transición en general, hoy en igual medida reivindicada y denostada?

–La transición la valoro más que la mayoría de la gente pero reconozco todos los defectos que tuvo, porque posiblemente no era posible hacer otra cosa. Y ahora decimos que se pudo haber hecho todo, pero aquello era muy difícil. En Portugal dio un golpe el ejército, pero la revolución la hizo el país, detrás de los soldados salió todo Lisboa a la calle. Eran militares distintos a nosotros, el régimen portugués fue impuesto por un catedrático de Derecho, pero Franco llegó al poder después de una guerra civil. Y los que ganaron no estaban predispuestos a ceder la victoria del 18 de julio, así que aquí no podíamos soñar con un golpe de Estado así.

–Usted en la asamblea de Madrid dijo que un golpe de Estado de ninguna manera, ni para traer la democracia

–Le dieron mucha importancia a esa frase en algunos libros. Y si, de ninguna manera, aunque el Ejército hubiese sido menos ultra no, el golpe de Estado era un pecado nacional, que venía desde el siglo XIX.

–Somos un país golpista

Un país golpista, lo seguimos siendo, lo que pasa es que ahora son los jueces (sonríe).

–Porque cuánto ha evolucionado, por ejemplo, el Ejército y que poco la judicatura

–La judicatura ha ido para atrás, porque entonces había unos jueces para la democracia, el presidente de la Audiencia de Madrid, aquellos de Justicia y Democracia, había aquel mundo de jueces progresistas, pero hoy están en el monte. El anacronismo por ejemplo del Consejo del Poder Judicial, nadie se explica cómo el PP boicotea eso y estamos sin un órgano de gobierno de los jueces.

Vivíamos como mineros, viendo solo por la lamparilla que nos ponía el régimen para ver solo lo que teníamos enfrente. El 25 de Abril tiramos la lamparilla y empezamos a ver alrededor. Ese fue el verano más movido para todos nosotros, intentando reunirnos con viejos amigos, la idea era extender la ideología democrática

–Su primer intento fue dar clases en la universidad. Buscaba, deduzco, dejar el Ejército

–Dejarlo, en el Ejército el clima era absolutamente irrespirable. Tanto fue así que en el año 1973 se organizaron unos cursos sobre cuestiones políticas. Los temas eran el comunismo, la socialdemocracia, el socialismo, la democracia… Y el coronel dijo: el comunismo lo doy yo, el socialismo lo da el segundo jefe, y a mi me tocó la democracia. Como ya habían puesto a parir al comunismo y al socialismo yo expuse las bases del pensamiento democrático, que son que la soberanía reside aquí y eso… Dure 3 o 4 minutos hasta que se puso en pie el coronel: Firmes, dijo, se acabó el debate, pueden marcharse, Fortes, quédese. Y cuando se fueron me dijo: lo que usted acaba de decir es de paredón, voy a tomarlo como una pirueta intelectual a la que usted es muy dado. Me mandó para casa arrestado, 15 días de arresto. Era un ambiente irrespirable.

Xosé Fortes Bouzán es autor de más de 15 obras de ensayo.

Xosé Fortes Bouzán es autor de más de 15 obras de ensayo. / Gustavo Santos

–¿Cómo encajaron el 25 de Abril de Portugal?

Fui a Portugal e intentamos enseguida ver cómo habían hecho y qué habían hecho, porque nosotros teníamos la convicción de que no podíamos hacer un 25 de Abril. Luis Otero acababa de pedir una excedencia para trabajar en la banca, Julio Busquets también había pedido un año de excedencia y yo no pude, o me hubiese buscado una plaza de profesor ayudante. Estábamos sin horizonte, y además, ya lo he dicho, éramos unos mineros, porque el franquismo castiga con el delito de sedición cuando 4 o más militares se reúnen sin permiso, háblese de lo que se hable. Entonces aquello era absolutamente imposible. Yo conocía a Busquets del libro, pero no conocía a ningún militar de Barcelona, conocía a uno de Madrid, otro de Santiago, de Ferrol, y los de aquí de la plaza no mucho. Vivíamos como mineros, viendo solo por la lamparilla que nos ponía el régimen para ver solo lo que teníamos enfrente. El 25 de Abril tiramos la lamparilla y empezamos a ver alrededor. Ese fue el verano más movido para todos nosotros, intentando reunirnos con viejos amigos, la idea era extender la ideología democrática y luego ya veremos. Ese verano lo dedicamos a ver a los viejos amigos y fundamos la Unión Militar Democrática.

–¿Cuál era su objetivo?

–Queríamos llegar a un número simbólico, a ser cien, porque calculábamos que cuando fuésemos más de cien el Gobierno iba a tener muchas dificultades para detener a cien militares. Lo que no imaginábamos es que iban a detener al comité ejecutivo (risas) y después los otros ya callados.

–¿Qué fue lo que siguió?

–Un año de clandestinidad por aquí y por allí. Eran otros tiempos: nunca saqué un billete a mi nombre ni me pidieron el DNI en un avión. Fui más de 20 veces a Madrid y Barcelona sin ningún billete ni documento que acreditase mi identidad. Llegamos a ser más de cien, elaboramos un ideario: amnistía general, la Constitución, marco de libertad y la integración en Europa, que eran nuestras de identidad. El Gobierno estaba alerta y nosotros teníamos que hablar en términos de la UMD a los nuevos militares. Alguno de los que contactabas iba al servicio de información a contarlo… Después vino un año de prisión, y cuando salí tenía las cuentas en números rojos, debía dinero a amigos... Pasamos años de gran estrechez.

En el proceso se produjo un gran alboroto, creí que nos linchaban, se levantaron, nos llamaron hijos de puta, cabrones, que le peguen cuatro tiros, que les arranquen las estrellas. Esto cuando estábamos en el banquillo

–¿Qué recuerda del juicio?

Prohibieron a los defensores vernos o hablar con nosotros y decidimos nombrar abogados civiles, muy cualificadamente políticos: Tierno defendió a Luis Otero, Jiménez de Parga a mi etc. Aquello les sentó muy mal. En el proceso se produjo un gran alboroto, creí que nos linchaban, se levantaron, nos llamaron hijos de puta, cabrones, que le peguen cuatro tiros, que les arranquen las estrellas. Esto cuando estábamos en el banquillo. Hubo un momento en que pensé que se nos echaban encima. Nos negamos a intervenir porque nos habían negado el derecho a la defensa, pero en el turno que teníamos para intervenir lo que hicimos fue defender la democracia, y cuando Manuel Lago dijo “yo concibo el Estado como un marco de convivencia democrática donde se respeten los derechos humanos” empezó un enorme alboroto. Los generales del juicio se pusieron nerviosos, daban con el mazo y no les hacían caso. Después, la condena y nos echaron del Ejército.

A los militares les vino muy bien la entrada en la OTAN para salir de aquí, las misiones internacionales a la ideología militar le quitaron el franquismo, vieron que el mundo es otro, que la democracia era en todos los países un estatus intocable

–¿Cómo reaccionaron los militares a la amnistía del 77?

La amnistía incluía a los miembros de ETA, incluso con delitos de sangre, y los militares toleraron la amnistía a ETA, pero no a nosotros, por lo tanto los únicos excluidos de la amnistía éramos nosotros, para hacerse una idea del odio que nos tenían. En el 23-F, una de las argumentaciones para dar un golpe, era porque se hablaba de aministiarnos, de hecho Felipe González gana las elecciones de 1982 y tardó cuatro años, hasta la segunda legislatura, no nos aplicó la aministía. Y fue de aquella manera: podía regresar al Ejército pero ni destino, ni ascenso, ni nada… Pedí la baja, pasó el tiempo y me daba la impresión de que mis compañeros me iban reconociendo; y un general, Prieto, de la BRILAT, invitó a un grupo de coroneles, para que no fuera yo solo, a visitarla, y después llegó otro general y me recibió con la Brilat en firmes y me invitó a comer. Me regaló una bandera de la BRILAT, un pañuelo para mi mujer y aguardientes (sonríe).

–¿Qué se siente cuando después de la cárcel y de la expulsión del Ejército lo recibe formada la Brilat?

–Te sientes muy satisfecho. Cuando te dicen vosotros abristeis el camino para que el Ejército dejase de ser lo que era, te sientes satisfecho. A los militares les vino muy bien la entrada en la OTAN para salir de aquí, las misiones internacionales a la ideología militar le quitaron el franquismo, vieron que el mundo es otro, que la democracia era en todos los países un estatus intocable y que nosotros no podíamos ser los malos de la película. Sin embargo últimamente está dando la vuelta todo eso, hará unos 8 o 10 años que noto una vuelta atrás muy marcada, yo por ejemplo nunca puedo ir a una residencia militar, al dar mi nombre dicen que no hay.

La amnistía del 77 incluía a los miembros de ETA, incluso con delitos de sangre, y los militares toleraron la amnistía a ETA, pero no a nosotros, por lo tanto los únicos excluidos de la amnistía éramos nosotros, para hacerse una idea del odio que nos tenían

–El Congreso aprobó reconocer sus méritos y la ministra Carme Chacón los condecoró…

–Ella ponía que el motivo era por nuestro valor y la defensa de los valores democráticos. Eso los puso… Recibí, ni cuento, más de 60 correos de militares de mi época que alguno ni los entendía, estaban tan cabreados que se les olvidaba la sintaxis: Filipinas… Santa María de la Cabeza… Aquellos sí que eran héroes y no hablaban de democracia. Pero no sabían hilar los pensamientos. Y luego escribieron artículos también miserables, que éramos indignos etc.

–¿Cómo fue la vida de su familia durante su encarcelamiento?

–Mis hijos lo pasaron regularmente mal y con algunos amigos rompieron las relaciones. Y mi mujer lo pasó muy mal, quizás peor que yo. Todas las medallas que nos han dado a los de la UMD creo que las merecían más nuestras mujeres. Yo al fin y al cabo en prisión no veía a los hijos sin gabardinas o faltos de comer, pero ella sí.. Y además fue entonces cuando yo me enteré de que estaba casado con Doña Nadie.

–¿Doña Nadie?

–Diez días antes de detenerme me olí que aquello iba mal y fui al notario para que me hiciese un poder, lo más amplio posible, a nombre de mi mujer. Y fue cuando me enteré que ella no era nadie: no podía cambiar a los hijos de colegio, sacar dinero de la cuenta, cambiar de domicilio, viajar por España y ni le cuento pedir un pasaporte. Si el notario tenía que poner que mi mujer podía salir a la calle a la hora que quisiese es que no era nadie. Una cosa terrible. Y mientras yo estuve en la cárcel el servicio de información hizo una labor degradante: por toda la comunidad y las casas militares circuló un papel de que yo había estudiado porque mi mujer regentaba un prostíbulo. Era ese mundo.

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