A la búsqueda del menú del día de la abuela, el que nunca falla

Restaurantes y clientes de la Boa Vila son fieles a las comidas de toda la vida: caldo, cocido, callos, tortilla... a precios asequibles

Cola de clientes para comer a mediodía en el restaurante Casa Elvira.

Cola de clientes para comer a mediodía en el restaurante Casa Elvira. / GUSTAVO SANTOS

Cada mediodía se forma una interesante cola para comer en el restaurante Casa Elvira de Pontevedra, en la calle Cobián Areal, en un lateral del Hospital Provincial. Al frente se encuentra Begoña Sarandeses, la actual dueña y tercera de una generación de mujeres de la misma familia. “El negocio debe el nombre a mi abuela, Elvira; de ella lo heredó mi madre, Carmen, jubilada en activo, que es la que más trabaja aquí. Pero tanto ella como yo somos para muchos clientes Elviriña”, explica a FARO la nueva responsable.

Cuál es el secreto para que diariamente decenas de personas llenen el local no tiene misterio para ella: “No hay ninguno, solamente servir comidas como una madre o una abuela. Comida casera de toda la vida y manteniendo siempre a los mismos proveedores”. Eso y, aunque ella no lo mencione, también el precio, ya que el menú del día en este restaurante es de 11 euros, una cifra muy difícil de igualar y de encontrar en pleno centro de Pontevedra. Además, está la variedad: ayer mismo había de primeros a elegir entre sopa, tortilla y caldo y de segundos, ternera, pollo, codillo o paella. Todo ello con pan, bebida y café o postre. Si esta ha sido siempre la filosofía del negocio, no es de extrañar que cuenten con “clientes de toda la vida” y que incluso hayan pasado por sus mesas varias generaciones de familias, desde abuelos a nietos. “Hemos visto crecer a niños que ahora vienen con sus hijos”, celebra Begoña Sarandeses.

Begoña Sarandeses, tercera generación familiar del restaurante Casa Elvira.

Begoña Sarandeses, tercera generación familiar del restaurante Casa Elvira. / GUSTAVO SANTOS

Entre sus clientes, muy variados, hay desde trabajadores a madres y padres que salen de trabajar y no tienen tiempo de cocinar y van a buscar la comida para llevar a casa, así como vecinos “ya jubilados a los que no les apetece hacer la comida y prefieren la comodidad de comer bien aquí”.

Lo de hacer entregas para llevar surgió a raíz de la pandemia del coronavirus. “Realmente, nos lo pidieron los clientes, ya que nosotros ni siquiera nos lo habíamos planteado. Como nos sabía mal dejarlos tirados, porque eran fijos, empezamos a hacerlo y ahora seguimos con esa dinámica, además de servir aquí, por supuesto”, indica la dueña.

El establecimiento, que cuenta con licencia desde el año 1961, lleva realmente funcionando desde la década de los 50, aunque hasta hace tres décadas estuvo ubicado a pocos metros de allí, en la calle Uxío Novo Neira, “hasta que la casa en la que estaba fue expropiada para hacerse la calle”. Son ocho personas trabajando hoy día en el restaurante e incluso la propia nieta de la fundadora se muestra gratamente sorprendida y feliz de que “de aquellos cafés que mis abuelos empezaron vendiendo en las ferias” haya llegado hasta la actualidad la Casa Elvira que se sigue llenando cada jornada.

María Luisa Martínez sirve unos callos a un cliente en el Novo Soto.

María Luisa Martínez sirve unos callos a un cliente en el Novo Soto. / GUSTAVO SANTOS

Con el plato a rebosar

Por 12 euros el menú de lunes a viernes y 13 euros los sábados y festivos, el restaurante Novo Soto, en la calle peatonal Virgen del Camino, es un también un referente para los amantes de la comida casera y los precios económicos. Su dueña, María Luisa Martínez, cogió en 2014 el relevo del anterior propietario, ya jubilado. Ella conocía bien el negocio y su funcionamiento porque tenía un ultramarinos a pocos metros.

Raro es el día en que el Novo Soto no se llena “porque el éxito es la comida casera, la de casa, que es la que gusta a la mayoría de la gente”. Y ella se lo toma tan en serio que las raciones son siempre “muy abundantes”, como las de las abuelas. “A veces se quejan de que es mucho”, asegura entre risas.

Tiene muchos obreros a la mesa, pero también numerosos peregrinos “que vienen recomendados por otros y que quieren probar los platos típicos gallegos”. Entre ellos, los callos, que se sirven todos los jueves, y el cocido, los sábados.

El menú de ayer era muy variado. De primeros a elegir: callos, pastel de jamón y queso, sopa, caldo y macarrones a la carbonara. De segundos: solomillo al albariño, carne gratinada o parrillada de pescado. Se incluye en los 12 euros una bebida, café o postre.

Clientes hacen cola para entrar a Casa Elvira. A la derecha, la dueña, Begoña Sarandeses.   | // GUSTAVO SANTOS

Clientes comen en el restaurante La Paloma. / GUSTAVO SANTOS

Tradición familiar

Decir La Paloma es sinónimo de buen comer en Pontevedra. Santiago Camiña es el segundo dueño de una generación iniciada por sus padres, Dolores y Benjamín. Tras cerrar hace un año La Paloma de Mourente, el restaurante que funciona a pleno rendimiento es el de la calle Augusto González Besada.

La apuesta es “la comida casera” y “la calidad del producto”, considera Santiago, que confiesa que entre lo que más gusta a sus clientes están los platos de cuchara: cocidos, potajes... “Además, en el menú diario incluimos siempre una carne y un pescado a elegir, para que haya variedad para todos los gustos y necesidades”, indica.

A un precio de 13,50 euros, ayer mismo se podía optar por xoubas o fabada de primero, mientras que de segundo la oferta era de chocos en su tinta y osobuco de pavo. El importe incluye bebida, postre y café.

Lo que está claro es que la oferta gastronómica en la ciudad es amplia y para todos aquellos que quieran optar por hacerlo como en casa hay variadas opciones interesantes a precios asequibles. Porque como dice el refrán: “Tripa vacía, corazón sin alegría”.

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