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Aficionados (y enganchados) al ajedrez

El juego de mesa se convirtió en una tabla de salvación para muchos pontevedreses durante el confinamiento

Algunos de los asistentes a la Escola de Xadrez Pontevedra con su maestro. | // GUSTAVO SANTOS

Pocos juegos de tablero, y deportes, enganchan tanto como lo hace el ajedrez. Sin límite de edad y apto para todos los niveles, se coronó durante el confinamiento del pasado año como una tabla de salvación para muchas personas. Ahora, una vez superada esa etapa, siguen fieles a las piezas y a una afición que lejos de ser elitista está al alcance de todos también a través de internet. Nunca tradición y nuevas tecnologías se dieron tanto la mano.

La Escola de Xadrez Pontevedra, dirigida por el Maestro Internacional Daniel Rivera, ha recuperado este otoño sus cursos de iniciación y perfeccionamiento, cada lunes y martes. Por sus aulas, en una nueva ubicación en la Praza Fermín Bouza Brey, pasan tanto novatos en este deporte como otros asiduos que ya repiten desde hace años.

Carmen y Moshelem, pareja y alumnos. | // G.S.

“La verdad es que nunca dejamos de jugar”, asegura Rivera, que explica que la pandemia fue un momento “muy duro, un gran sacrificio” pero en el cual se mantuvieron las clases a través de internet.

“Actualmente contamos con una docena de inscritos, pero los dos grupos, iniciación y perfeccionamiento, están muy unidos y muchas veces asisten a ambas clases para poder jugar. Al final, el interés entre ambos es mutuo. Es un grupo con muy buen ambiente”, indica.

Xabier Suárez está inscrito desde hace cuatro años. | // G.S.

Las clases se desarrollan con explicaciones sobre jugadas y tácticas por parte de Rivera, así como visualizando históricas partidas de ajedrez que han marcado un antes y un después en este deporte.

Conscientes de que para llegar a ser buenos en el ajedrez hace falta mucho talento, muchos de los jugadores llegan con conocimientos previos a la escuela, aunque no es una condición “sine qua non”.

“Es que más que un juego el ajedrez implica muchas cosas. Terminan apasionados. Cuando empiezas a ver cosas por ti mismo, a ser creativo, a reconocer la belleza de partidas históricas, el ajedrez te parece algo maravilloso. El que lo quiere desde el principio acaba apasionado”, reconoce el director técnico de la Escola de Xadrez Pontevedra y también entrenador de la Federación Española de Ajedrez para Ciegos.

Lea, de origen francés, nueva alumna en la escuela. | // G.S.

El ajedrez engancha tanto a sus jugadores que el tiempo pasa volando durante las partidas y las clases siempre les saben a poco, aunque las disfruten enormemente. “Lo importante en esto es ser como un detective, pensar la idea y las estrategias del contrario. Ese es el encanto que diferencia al ajedrez”, concluye Rivera, de origen uruguayo pero afincado desde hace años en Pontevedra.

En el parque o en el café

El alumnado de la Escola de Xadrez Pontevedra es muy variado. Carmen Gallego y su pareja, Moshelem Molho, son dos de los alumnos. Durante el confinamiento del COVID eligieron el ajedrez como juego de mesa. Fue tal el flechazo que ahora quieren perfeccionar sus capacidades con el tablero.

“A través de este juego conocimos a mucha gente, porque cuando ya pudimos salir después del estado de alarma nos llevábamos el tablero a un parque, una cafetería... y jugábamos. Y siempre se te acerca alguien a curiosear o porque le gusta”, confiesa divertida ella.

“Nos parece difícil ahora, porque al principio jugábamos sin mucha idea y ¡nos creíamos buenos y todo! (se ríe). Pero cuando juegas con alguien que sabe de verdad notas la diferencia”, reconoce.

Ahora también usan la página web lichess.org para jugar con gente de todo el mundo y aprender nuevas tácticas o realizar ejercicios propuestos.

Inicio desde la infancia

Para Xabier Suárez el ajedrez no es algo nuevo. “Me enseñó mi padre cuando era niño. No lo olvidé nunca porque soy de Muxía y en algunos bares se jugaba y yo aprendí algo más, primero mirando y luego jugando yo también. Después, cuando me fui a estudiar, en Santiago también seguí practicando”, resume.

Desde hace cuatro años retomó esta afición más en serio, inscribiéndose en la escuela pontevedresa.

“No es un juego fácil, y por eso es tan bonito”, considera.

A él le pilló la pandemia siendo ya un aficionado como la copa de un pino, de ahí que esos tres meses de confinamiento jugase en internet: “Fue una tabla de salvación. Esperaba que llegase el momento para conectarme”.

Su testimonio no es algo nuevo y se repite en tantas otras personas que lo que sí está claro es que varios siglos de historia no parecen ser suficientes para que este deporte dejar de ganar adeptos. Los alumnos de la Escola de Xadrez de Pontevedra son solo el botón de muestra de un juego que, de principio a fin, se perfila como apasionante.

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