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Alberto Dafonte | Profesor de Ciencias Sociais

“El problema son las empresas que surgen como medios de comunicación y no lo son”

El profesor Alberto Dafonte en su despacho en la facultad. FdV

Nunca la sociedad tuvo a su disposición tanta información y nunca la desinformación estuvo tan presente. ¿Cuáles son las claves para estar bien informado y saber distinguir las buenas fuentes de las que no lo son? ¿Es posible hacerse un experto para que no nos cuelen “fake news”? Sobre estas y otras cuestiones relevantes trata el seminario virtual “Alfabetizacion contra la desinformación”, incluido en el programa de formación permanente de la Universidade de Vigo. El profesor de la Facultade de Ciencias Sociais de Pontevedra Alberto Dafonte y el investigador Javier Abuín son los coordinadores de este proyecto, que se desarrollará hasta octubre.

– Resulta algo increíble que se hable de desinformación cuando nunca antes ha habido tantas herramientas para informarse...

– Hay una parte del problema que quizás venga precisamente de eso y que esté relacionada con la desconfianza de la ciudadanía frente a políticos y ciertos medios de comunicación y periodistas. Si no se fían de ellos, al final acaban haciéndolo del primer “influencer” que aparece en YouTube o en Tik Tok. Así nos encontramos personas tomando antibacterianos para caballos y pensando que pueden curarse del COVID.

– Es decir, que estar mal informado puede llegar a ser incluso malo para la salud...

– Algo muy tangible ocurrió ahora con la pandemia y que la Organización Mundial de la Salud definió como “infodemia”. El problema fue que la pandemia era nueva incluso para las autoridades sanitarias, que tenían que experimentar con las posibles soluciones, pero a la vez surgieron un montón de fuentes no autorizadas a las que la gente creyó y que estaban difundiendo bulos como que si tomabas limón no te contagiabas. Al final, sí, se produce un agravamiento de la situación sanitaria. También están surgiendo ahora en Canarias, donde se empezó a recomendar en internet no beber agua. Son cuestiones que empeoran la inseguridad de la población y que les obliga a aprovisionarse de algo que ya tienen en casa.

– ¿Quiénes están detrás de la desinformación?

– Como todo tiene repercusiones, ahí está la clave: muchas veces la desinformación parte de intereses políticos o económicos. Es una herramienta para crear determinados climas de opinión pública que favorezcan ciertas visiones del mundo y ciertos prejuicios, como los raciales. Se sueltan e inflan datos sobre delitos cometidos por inmigrantes, subvenciones que reciben... Se genera en la opinión pública la idea de que suponen una gran amenaza, nos van a quebrar la economía...

– Siempre se dijo que la información es poder, ¿hemos perdido ese poder?

– En la información siempre hubo intereses económicos y políticos. Todos tendemos a considerar más fiables los medios que nosotros consultamos y viceversa. El problema son empresas que surgen como supuestos medios de comunicación que no lo son y que están compuestas por dos tipos publicando rumores que favorecen al partido político de turno. Son propaganda, pero se legitiman como medio digital.

– ¿Quién es más vulnerable ante la desinformación? ¿Las nuevas generaciones o aquellos ya familiarizados con los medios de comunicación tradicionales?

– Hay que diferenciar dos tipos de personas. Hay las que distribuyen desinformación sabiendo que es algo poco creíble pero que lo hacen porque coincide con su punto de vista y refuerza sus prejuicios. Contra ellos no hay mucho que hacer, porque son conscientes de lo que están haciendo. Es su posverdad. Y, por otro lado, están los que lo hacen de manera inconscientes. Les llegan esas informaciones o bulos por un grupo de amigos y como no tienen las herramientas necesarias para hacer una pequeña comprobación lo difunden también. Tendemos a creer que la gente joven está más preparada, pero no todos tienen la competencia digital necesaria para contrastar.

– Pero hay cosas que se difunden que cae de cajón que son falsas...

– Efectivamente, hay una parte tecnológica, pero otra es de la formación del pensamiento crítico, que es en lo que incidimos en este seminario, porque es la base. Hay ciertos elementos que hacen que sospeches, como que te manden una captura con un titular y no figure en ningún momento el enlace a la noticia en el medio.

– ¿Es muy radical achacar a las redes sociales un papel fundamental en la desinformación?

– No es cuestión de satanizarlas, pero sí lo tienen en la medida en que para un porcentaje de la población la información llega por las redes porque la busca o bien de manera casual porque sus contactos las recomiendan. ¡Hay gente que se informa a través de YouTube!

“Como lector, si dudas no difundas, sobre todo si no tienes tiempo para contrastar”

– Una de las claves para no participar en la desinformación será no compartir cosas sin pensárselo dos veces...

– Siempre. Como lector, si dudas no difundas, sobre todo si no tienes tiempo para contrastar.

– Y aprender a detectar la mentira, como explicó Ramón Salaverría en la primera de las intervenciones de este seminario...

– Sí. Hay signos que te hacen desconfiar directamente. En el momento en que descontextualizas un titular y no figura la fecha ni el nombre del periódico, es motivo de desconfianza. Es muy frecuente que reaparezcan imágenes no actuales, como ocurre con el tema de la inmigración. También es básico fijarse en la fuente. No puedes aceptar como fuente fiable a un usuario de Twitter que usa un nombre falso, ¿quién es para atacar a nadie? Ya hay un listado de medios de desinformación, directamente, que se dedican a inventar contenidos.

– ¿Qué aceptación ha tenido este seminario?

– Estamos muy contentos porque tenemos 96 inscritos del máximo de 100 plazas que tiene. El 40 por ciento son docentes y el 60 por ciento restante son estudiantes de Comunicación y gente de posgrado de toda España.

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