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El inventario de 1854 que aclara los secretos de la Horta do Cura

Aspecto general de la Horta do Cura, con las estructuras que quedan de la Rectoral la derecha. Gustavo Santos

Parece lejana la posibilidad de que la Horta do Cura albergue una gran zona residencial, pero se atisba más factible rehabilitar la antigua Rectoral de la calle Don Filiberto, un inmueble totalmente abandonado y en ruinas, del que apenas se conserva una maltrecha fachada retranqueada y apuntalada.

Durante años se han realizado estudios y trabajos arqueológicos parta conocer qué se esconde en esos terrenos, propiedad de una empresa privada, pero fue un inédito documento de 1854 el que ha permitido desvelar muchos de esos secretos. Se trata de una descripción de la Rectoral solicitada por el Arciprestazgo de Morrazo a tenor de las nuevas Leyes Sinodales que obligan a cada sacerdote titular a redactar una enumeración de bienes y de su estado, con la finalidad de reparar daños y mantener las casas en buena presencia.

Con ese documento y muchos otros, el arqueólogo Lino Gorgoso López, formando equipo de trabajo con el también arqueólogo Ángel Acuña Piñeiro, pudieron elaborar un “serio y riguroso” estudio histórico que, aunque redactado en septiembre de 2014, sale ahora a la luz pública con motivo de la modificación del Peprica que tramita el Concello para facilitar la rehabilitación de ese inmueble de Don Filiberto.

Este proceso de revisión del plan urbanístico del casco viejo explica que ese informe arqueológico analiza la “evolución e importancia histórica de la rectoral de San Bartolomé O Vello. En dicho trabajo se reconocen las estructuras existentes en la parcela y se alude a gran variedad de datos relacionados con la casa rectoral, extraídos de múltiples fuentes documentales, principalmente del Archivo Municipal de Pontevedra, del Archivo de la Diputación de Pontevedra, del Archivo Histórico Provincial, del Archivo Parroquial de San Bartolomé y del Archivo Histórico Diocesano del Arzobispado de Santiago de Compostela”.

Así, a través de la extensa documentación que se cita, “se hace un recorrido histórico de la antigua rectoral y su huerta desde la Edad Media hasta nuestros días, pues no se puede entender la evolución histórica de la rectoral sin la huerta ya que ambas propiedades van unidas irremediablemente, todo ello enmarcado además, en el contexto de la ciudad y la importancia de la antigua iglesia de San Bartolomé, ubicada hasta su demolición en 1842, en los terrenos que actualmente ocupa el edifico del Liceo Casino y el Teatro Principal; que por su situación dentro de la ciudad amurallada y la vida social que se desarrolla a su alrededor, es el auténtico centro de la urbe durante la Edad Media y Moderna”.

Añade que del estudio histórico “se desprende que la estructura 3 (los restos de una “torre” situada en el interior del inmueble de Don Filiberto), es la pieza que presenta un mayor interés histórico artístico y probablemente la más antigua de la rectoral, pues presenta elementos, algunos tal vez reutilizados, que estilísticamente se corresponden con elementos medievales de entre los siglos XIII a XV, como el arco que forma la puerta y su tímpano”.

Plano de distribución de la primera planta de la casa rectoral

Plano de distribución de la primera planta de la casa rectoral FdV

El citado inventario de 1854 se considera “el documento más importante” y era “desconocido hasta la fecha”.

Ya en el propio análisis de Lino Gorgoso, se apunta que “con toda probabilidad durante la Edad Media el huerto quedaría fuera de las murallas, como un baldío dedicado a cultivos, hasta que en el siglo XIV y con la ampliación de la muralla, la propiedad queda intramuros, perteneciente a Johan de Santa Fé, posiblemente un fraile del Convento de Lérez o incluso de Santo Domingo, toda vez que el inmueble está en sus proximidades”.

Se apunta que “Johan de Santa Fe, dona dinero y propiedad a varias iglesias, entre las que destaca la de San Bartolomé, en 1339, por lo que pensamos que la huerta entraría dentro de estas donaciones. Sesenta y un años después ya existe una rectoral en este espacio, según consta en el foro de arrendamiento al Gremio de Curtidores, que se ubican en la parte sur de la parcela”.

Entre los siglos XV y XVIII existen numerosas citas sobre la presencia de la casa parroquial en el Atrio de San Bartolomé, “y en el siglo XVIII el pleito con los curtidores nos permite saber cómo era la huerta y que el estudio de los párrocos estaba en la parte trasera, seguramente en el mismo lugar que en 1854, en el primer piso de la llamada torre.”

El arqueólogo indica que “numerosos detalles de interés aparecen en el documento enviado al arcediano sobre el estado del inmueble; este importante documento describe la casa como un todo, no como tres bloques, tal y como se aprecia en los paramentos de la misma en la actualidad, una vez que está en ruinas. La única diferenciación que hace el párroco en el texto tiene que ver con el ancho de los muros, distinguiendo los muros de la cocina y la torre del resto por su mayor grosor”.

Finalmente, en el siglo XX se producen las últimas modificaciones y reparaciones en la casa, antes de caer en abandono en el último tercio del siglo, y se hace imposible reconocer su interior. Debido a esto, en el Peprica solo se incluyen la fachada y la casa principal, y no se tienen en cuenta las estructuras de la parte trasera, que se encuentran fuera de la zona de protección, englobando el polígono urbanizable.

Al respecto, el estudio incide en que “en cuanto a la estructura de mayor interés artístico, la torre, nos llama la atención por su originalidad, al menos en la parte conservada (paredes norte, este y oeste) ya que es muy probable que sea la más antigua de todas, así como por la presencia del dicha puerta de un arco apuntado y del tímpano que la corona al norte, con la inscripción en su dintel”.

Añade que “esta puerta de entrada a la torre presenta serias dificultades para su adscripción tipológica, ya que el arco apuntado recuerda a algunos de los arcos ojivales del gótico primitivo, aunque el pico de la misma, especialmente en su cara norte, deja mucho que desear probablemente por el tapiado de las dos caras al que fue sometido, relacionado con la existencia de un sótano en la Estructura 2”.

Uno de los descubrimientos más importantes de la limpieza de la torre “corresponde a una inscripción bajo el dintel del tímpano de la cara norte de la puerta, visible tras el derribo de una parte del relleno utilizado para tapiarla. Esta inscripción, ilegible y parcial, ya que gran parte de ella aún no es visible, refleja números y letras”. Se atisban “caracteres medievales y en latín, que recuerdan algunas inscripciones de la iglesia de Santa María de Noia o incluso de Santo Domingo de Pontevedra. En esta misma cara, y cubriendo parte de este arco, se colocó un tímpano, quizás reutilizado, en el que se representa una cruz con peana en su parte delantera (la trasera no es visible)”.

“Por tanto, y a modo de colofón, consideramos que la Rectoral no puede entenderse solo con el edificio y fachada a Don Filiberto, tal como recoge el Peprica sino que todas las estancias adosadas a ella son un todo”, concluye Lino Gorgoso su estudio. Ahora es el turno de políticos y técnicos para saber si será posible rehabilitar este enigmático edificio.

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