Siete de la mañana del 27 de junio de 2006. Un centenar de agentes de la Policía Nacional, apoyados desde el aire por un helicóptero, irrumpen en el poblado chabolista de O Vao. Conocido como uno de los supermercados de la droga en Galicia, la Policía Nacional, bajo la dirección del Juzgado de Instrucción Número 2 de Pontevedra y de la Fiscalía Antidroga de Pontevedra, se había decidido a asestar un golpe decisivo a las tramas que se dedicaban a la venta de estupefacientes al menudeo en el asentamiento chabolista. Se estaba ejecutando el acto final de la "Operación Volusia".

La investigación se sabía difícil y laboriosa ya que la policía es consciente de que la droga entra en O Vao como sale, casi contada gramo a gramo, sin que ninguno de los pequeños vendedores en las chabolas cometan el error de hacer grandes acopios de mercancía. Por eso, la Policía Nacional realizó una meticulosa labor de seguimiento durante meses que permitió identificar no sólo a los vendedores de O Vao, sino también a sus supuestos proveedores fuera del poblado (en Cesures y Cambados).

El resultado de la mayor redada antidroga desarrollada hasta el momento en O Vao fue espectacular. En la actualidad, un total de 19 personas siguen a la espera de juicio y ya han sido acusados formalmente por el fiscal antidroga de Pontevedra. Todas ellas se enfrentan a peticiones de condena por parte del Ministerio Público que van desde los 4 a los 6 años de prisión. En total, las penas que pide el fiscal antidroga, Marcelo de Azcárraga, para los 19 imputados suman 93 años de prisión.

El escrito de acusación dibuja el complicado entramado por el que discurre la droga, en pequeñas cantidades, mano a mano desde los proveedores de fuera del poblado, pasando por intermediarios, hasta llegar al último eslabón que la entrega al consumidor.

Al parecer, parte de las investigaciones se iniciaron a raíz de informaciones recabadas por la Policía Local de Pontevedra sobre la supuesta actividad delictiva que se desarrollaba en una casa de Mourente. Allí residía Ana María J. J., de 46 años y, según el escrito de acusación del fiscal, se pudo documentar como esta mujer no sólo entregaba dosis de cocaína a consumidores sino que suministraba cocaína y heroína a sus hermanas en el poblado.

Por su parte, Ana María J. J. supuestamente se abastecía de droga por varias vías. Se trata de otros cuatro acusados, Carlos O. C., Edelmiro G. S., Roberto Carlos C. Q. y Pedro C. B., quien actuaría en colaboración con sus padres de 53 años de edad, quienes también están acusados por el Ministerio Público. A estos, supuestamente, les adquiría la cocaína.

La heroína, según el escrito de acusación la "Volusia", llegaba a Mourente y luego al poblado por otro lado. Dice el fiscal que Ana María J. J. le compraba esta droga a Carmen S. G. que residía en Pontecesures y que supuestamente enviaría la droga a Pontevedra a través de otra acusada, María Concepción J. S. El precio pactado por la droga: 24 euros el gramo.

La investigación también permitió llegar hasta "el payo", un vecino de Cambados que facilitaba supuestamente la cocaína Pedro C. B. y su familia. Este arousano, Carlos S. A. y su supuesto colaborador, el también cambadés Martín C. F. facilitaban la droga a "los del poblado", como los llamaban en sus conversaciones.

Pero en O Vao de Abaixo no había un único punto de venta de droga. Dice el fiscal que, una vez dentro, Pedro C. B. también le suministraba droga a José Manuel S. S. para su venta a terceras personas en el asentamiento chabolista. Así como a otras personas también imputadas.

En un momento dado, añade el escrito, Pedro C. B. se quedó sin la posibilidad de obtener cocaína de su proveedor habitual lo que le llevó, "de común acuerdo con su padre", a acordar la entrega de una 195 gramos de cocaína a cambio de 6.800 euros con otros dos proveedores, Óscar Ramón C. L. y Manuel G. T, también acusados por el fiscal. Una transacción que se realizó, supuestamente, en el cruce de Godos de la carretera de Vilagarcía.

Como siempre, las cantidades que entran en O Vao no son espectaculares, sino pequeños depósitos para ir respondiendo a la demanda.

Aquella jornada del 27 de junio de 2006 se realizaron seis registros domiciliarios simultáneos en las chabolas de O Vao de Abaixo, además de otros dos en Pontecesures y Cambados, los dos puntos de los que, presuntamente, procedía al menos parte de la droga que entraba en el poblado.

En las incursiones de los policías en las chabolas no se encontraron grandes cantidades de droga (la partida más grande fue casi medio kilo de cocaína de muy baja pureza hallado en la vivienda de Pedro C. B. y de su padre Miguel), pero sí pequeñas cantidades de cocaína y heroína, así como sustancias para cortar la droga.

Una prueba más de que O Vao es el último escalón antes de que la droga llegue directamente al consumidor es la escasa riqueza de la droga, sobre todo en la heroína, que en algunos casos llegaba a ser tan sólo del 5 o del 9%. Manitol, lidocaína, paracetamol, cafeína..., son sólo algunos de los productos hallados y que se utilizaban para hacer más rentables las partidas de estupefaciente.

En algunas de las chabolas también se encontraron grandes cantidades de joyas (como 11 pulseras, 12 cadenas, 10 pares de pendientes, broches, colgantes o 45 anillos) que eran moneda de cambio de los consumidores para adquirir la droga.

También se hallaron infinidad de teléfonos móviles que supuestamente se utilizaban para esquivar los "pinchazos" de la Policía. No fue posible del todo. Así se captaron conversaciones entre los implicados que hablan de "marisco" o "pintura" para supuestamente referirse a la droga. Al parecer, la de mayor calidad era "la de los tres nueves". También aparecieron grandes cantidades de dinero en metálico. Algunas de las denominadas "infraviviendas" de O Vao escondían 30.000 o 58.000 euros o incluso dólares americanos. También había billetes de lotería premiados con el reintegro. Al parecer, todo servía de moneda de cambio en el poblado por una dosis.