Casi un centenar de familias forma parte del programa de acogida a menores en la provincia

Cruz Roja gestiona en Galicia el proyecto, que permite encontrar hogares temporales para los niños y adolescentes protegidos por la Xunta

José Carlos Álvarez y Julia Ferreira cuidan a una bebé: “Nos da más de lo que le damos”

Julia Ferreira coge en brazos a la bebé a la que acoge junto a su marido, José Carlos Álvarez (izquierda). En la imagen están acompañados de Mónica Devesa, técnica de Cruz Roja en la provincia.

Julia Ferreira coge en brazos a la bebé a la que acoge junto a su marido, José Carlos Álvarez (izquierda). En la imagen están acompañados de Mónica Devesa, técnica de Cruz Roja en la provincia. / ALAN PÉREZ

El programa de acogimiento familiar de la Xunta, gestionado por Cruz Roja en Galicia, permite proporcionar un hogar temporal para bebés, niños y adolescentes en régimen de protección. En la provincia ourensana, alrededor de 60 menores forman parte del proyecto cada año. Por su parte, el número de familias candidatas se sitúa en torno al centenar, una cifra que desde Cruz Roja procuran aumentar, ya que la disponibilidad de los hogares no siempre es total. “No todas acogen a todos los perfiles de menores, algunos prefieren bebés, otros niños, otros prefieren algo puntual...”, explica Mónica Devesa, trabajadora social y técnica del programa de Cruz Roja. “Cada año se nos incorporan una media de entre cuatro y seis familias más, que no es mucho en comparación con el resto de provincias de la comunidad”, asegura su compañera Sonia López, psicóloga.

Los acogimientos terminan cuando la situación de vulnerabilidad de la familia biológica se resuelve. “A veces es una cuestión de días, porque los padres no pueden hacerse cargo en ese momento puntual de su hijo, otras veces son seis meses, otras veces más tiempo... Depende de cada caso, todos son únicos”, añade Devesa. La mayoría de los procesos son de carácter temporal (hasta dos años), aunque también puede haber casos permanentes (hasta que el menor cumpla 18 años). En ningún caso es posible la adopción: “Son dos cosas distintas. De hecho, si estás inscrito en este programa no puedes estar inscrito para adoptar”.

“Es un amor”

En la provincia son 36 los niños acogidos actualmente en hogares. José Carlos Álvarez y Julia Ferreira son una de las familias participantes: en enero recibieron en su casa a una bebé de mes y medio. “Es un amor”, aseguran. Con ella, son seis los menores que ya han cuidado bajo su techo. “Es la primera vez que es una niña, eso sí”, apunta Ferreira.

Aunque la iban a acoger durante un periodo muy corto, la situación cambió y se animaron a extender el proceso. “Al principio iba a ser para algo temporal, pero claro, la vimos y... Es tan buena”, comenta Ferreira. “La verdad es que nos da mucho más de lo que le damos nosotros a ella”, resalta la pareja.

La falta de un centro de acogida para bebés en la provincia (para niños y adolescentes sí existe) hace que el papel de familias como la de Álvarez y Ferreira sea fundamental. “Cuando nos llaman de Menores de la Xunta porque hay un bebé que necesita un hogar tenemos que buscar en nuestro banco de familias e intentar encontrar una que acepte con rapidez, porque no hay opción de enviar al bebé a un centro”, señala Devesa.

No en todos los casos los candidatos están abiertos a recibir a un bebé, pero Álvarez y Ferreira están encantados. “Con un bebé es sencillo, no tienes que educar ni reñir, no eres el malo”, dice él. “Nuestra vida no cambia tanto, si tengo que ir a algún lado, me la llevo conmigo, no hay problema”, apunta ella.

Seis acogimientos

Hace más de diez años que esta pareja decidió sumarse al programa. Su hijo, Álex, que ahora tiene 20 años, fue clave. “Nosotros ya lo habíamos pensado antes de tenerlo a él, pero luego nació y bueno, decidimos dejarlo para más adelante. Cuando Álex tenía 7 años llegó del colegio, después de una charla de Cruz Roja, y nos dijo que quería acoger a un niño. Nos dio el empujón que necesitábamos”, explica Álvarez. Tras superar el proceso de formación y valoración y después de recibir el visto bueno de la Xunta, pasaron a formar parte del banco de familias del programa.

Con la mayoría de los menores a los que han cuidado mantienen contacto, y con uno de ellos la relación es muy cercana. “No es lo habitual. Cuando la situación de la familia de origen se estabiliza, el acogimiento se acaba y el menor vuelve a su casa, porque el apoyo es temporal, puntual. Pero si tienes la fortuna de encontrar el equilibrio puedes mantener una relación. En este caso es muy bonito ver que conviven sus dos familias, que sigue teniendo relación con ellos aunque volvió a su hogar hace varios años”, relata Devesa.

Álvarez y Ferreira reconocen la dificultad de despedirse de los niños después de cuidarlos “como si fuesen hijos propios”, pero son optimistas. “Cuando les dices adiós sabes que se van para su casa, con su familia, y que si se pueden ir es que van a estar bien. Cuando los ves marcharse y te acuerdas de cómo llegaron sientes mucha satisfacción y piensas que alguna semilla has dejado en ellos”, apunta Ferreira. Por su parte, la técnica de Cruz Roja Sonia López apunta: “Si pones el foco en ti, lo pasas mal en la despedida porque es la separación, pero si pones el foco en el niño, el peor momento es cuando llega, porque es cuando tiene que adaptarse a una casa y a un sitio nuevo, cuando todo son cambios”.

“Son pocos los que se animan a recibir a adolescentes”

De entre las diversas familias participantes en el programa, las que acogen a adolescentes son las menos. “De las nuevas que llegan cada año, a lo mejor solo una se anima a recibir adolescentes”, explica Sonia López. “Hay mucho desconocimiento, se piensa que son menores problemáticos, cuando no es así, cuando el motivo por el que necesitan un hogar no tiene que ver directamente con ellos, sino con la situación que atraviesan sus familias”, detalla Mónica Devesa, que pone en valor el esfuerzo de los adolescentes en un proceso de acogida. “Ellos pueden decidir si ir a un centro o a una familia, por lo que si quieren ir a una familia ya están poniendo de su parte. Y tienen que hacer un esfuerzo muy grande de readaptarse, de cambiar de casa, de cambiar de círculo de amigos, de centro escolar...”, añade.

La mayor independencia de los adolescentes respecto a los niños más pequeños puede ser una ventaja para las familias acogedores monoparentales. “Con un bebé tienes que ponerle las vacunas, ir al médico, recogerlo de la guardería... siendo solo una persona puede ser difícil. Pero un niño más mayor es más independiente”, apuntan. Los perfiles de las familias de acogida son muy diversos, aunque la mayoría son parejas de 45 a 55 años. “Pero tenemos a personas de 30 años o menos, con o sin pareja, personas jubiladas... También con el paso de los años las familias se hacen más mayores, su disponibilidad cambia”, comenta Devesa. “Cuando empezamos yo tenía treinta y pico años y teníamos al niño pequeño, ahora ya pasaron más de diez años, él ya no vive en casa... La vida cambia y tu disponibilidad para acoger, también”, dice Julia Ferreira.

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