Cuando el calabozo deja huella
Marcas en las paredes reflejan el paso por las celdas del juzgado de Ourense | Solo un habitáculo tiene la puerta enrejada: es para los claustrofóbicos
![Uno de los calabozos del edificio judicial de Ourense.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/19da98f7-e2ef-473b-b779-8a31fae240db_21-9-aspect-ratio_default_1267304.jpg)
Uno de los calabozos del edificio judicial de Ourense. / J.F.
En el sótano del edificio judicial de Ourense, un complejo en funcionamiento desde 2015, están las dependencias en las que los detenidos y los presos que son trasladados para algún acto judicial aguardan hasta que llega el momento de su comparecencia.
Los calabozos se encuentran en una zona vigilada por la Policía, a la que se llega a través de pasillos interiores del juzgado, cuyo acceso está reservado a personal de justicia autorizado. Los vehículos de las fuerzas de seguridad que trasladan a los detenidos y reclusos disponen de un acceso directo por el garaje del edificio.
![El único calabozo en el que aún no hay inscripciones.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/c572469e-6744-48bc-bc48-dd76bae06d7b_alta-libre-aspect-ratio_default_0.jpg)
El único calabozo en el que aún no hay inscripciones. / FDV
En la mayoría de las celdas hay marcas en las paredes que dejan huella del paso por las instalaciones de numerosas personas a lo largo de estos años. Las puertas de los habitáculos son enrejadas, con un fondo de metal que impide sacar los brazos. Una pequeña ventana con el cristal reforzado permite la visión y la entrada de luz.
![En los calabozos, que son individuales, hay un espacio para sentarse o tumbarse, y un inodoro.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/9022d4d5-9cbd-4c6d-8f04-d34eec82cf68_alta-libre-aspect-ratio_default_0.jpg)
En los calabozos, que son individuales, hay un espacio para sentarse o tumbarse, y un inodoro. / FDV
Solo en uno de los calabozos el detenido puede introducir sus dedos entre los barrotes. Este espacio se reserva para personas con claustrofobia. En las celdas, muy sobrias, hay un espacio para sentarse o tumbarse –no se facilitan colchonetas–, y un váter. Entre estas paredes, historias personales y una larga y tensa espera.
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