El nuevo instituto de Agroecología y Alimentación prevé captar diez millones para investigación hasta 2025

El centro, que arrancó su actividad en el campus este año, contempla un incremento anual superior al 5% en la atracción de recursos | Su objetivo es convertirse en centro de referencia en producción agroalimentaria sostenible

Investigadores integrantes del nuevo Instituto de Agroecología y Alimentación, en el exterior del edificio Politécnico.   | // IÑAKI OSORIO

Investigadores integrantes del nuevo Instituto de Agroecología y Alimentación, en el exterior del edificio Politécnico. | // IÑAKI OSORIO / S. DE LA FUENTE

El nuevo instituto de Agroecología y Alimentación, con sede en el edificio del Campus Auga de Ourense, ha arrancado su actividad con el reto de convertirse en un centro de referencia en investigación dirigida a crear sistemas agroalimentarios sostenibles, seguros y circulares. Recién constituida su junta directiva, encabezada por David Fernández Calviño, esta semana celebrará su primera reunión la comisión científica.

Son los primeros pasos de un instituto que aglutina a los aproximadamente 75 investigadores que conforman los grupos promotores y que, hasta la fecha, trabajaban de manera individual. La unión de todos ellos bajo el paraguas del instituto, precisa Calviño, “abre el acceso a fuentes de financiación, infraestructuras e instrumentos de promoción y transferencia a los que, de forma individual, no se llega”.

De hecho, la memoria de creación de centro contempla en su plan de viabilidad la expectativa de aumentar en los próximos años la captación de recursos para investigación tanto mediante convocatorias competitivas a través de programas internacionales, estatales y autonómicos, como por la vía de los contratos y convenios. Tomando como referencia los años 2018, 2019 y 2020, los grupos de investigación que ahora conforman el instituto atrajeron más de dos millones de euros de media al año. La previsión desde 2022 hasta 2025 es de incrementar este promedio anual en un 5,12%, cuando menos, mientras que en el escenario más optimista el centro espera alcanzar un global de 10 millones de euros, lo que supondría un aumento medio anual de casi 400.000 euros.

David Fernández Calviño incide en que estas cifras son una previsión que podría variar ya que, por ejemplo, solo en 2022 se captaron en torno a 5 millones. Además, en los próximos meses se abrirá una convocatoria para la adscripción de nuevos investigadores. Asimismo, el director del centro destaca el “éxito” alcanzado en el programa H2020 Horizonte Europa (2,3 millones en tres años). “Hasta ahora hay cinco proyectos relacionados con la biodiversidad del suelo financiados por la Comisión Europea y en tres participa la UVigo a través del instituto, y como coordinadora en dos de ellos. En determinados ámbitos estamos bastantes fuertes en la UE”, señala.

La agenda científica de este instituto se estructura en torno a cuatro prioridades de investigación, que son la salud y calidad del suelo, la gestión y manejo de cultivos, la calidad y seguridad de los alimentos y la gestión y valorización de subproductos.

El nuevo instituto de Agroecología prevé captar diez millones para investigación hasta 2025

David Fernández Calviño. / IÑAKI OSORIO

En la prioridad 1, sobre salud y calidad del suelo están activos diversos proyectos, entre los cuales se encuentra SoildiverAgro, un macroproyecto dirigido a mejorar las políticas agrarias en Europa que engloba a 22 socios de siete países. Coordinado por el propio Calviño, engloba a 22 socios y obtuvo siete millones de euros del programa H2020, de los que 987.875 euros corresponden al estudio dirigido por el investigador ourensano, centrado en mejorar la biodiversidad del suelo en los cultivos de patata. Los ensayos se desarrollan en A Limia y, según avanza Fernández Calviño, el uso de plantas trampa para reducir el número de quistes de nematodos han demostrado “resultados prometedores”. En algunos casos los han reducido en más del 80%.

Alternativas a los fertilizantes en viñedos

El objetivo es minimizar el uso de plaguicidas químicos, un reto que también persigue el proyecto GreenSoilvin liderado por Paula Pérez y centrado en la búsqueda de alternativas al uso de fertilizantes químicos en los viñedos. La propuesta que desarrolla consiste en el uso de cubiertas vegetales intercaladas con la vid y basadas en leguminosas y cereales que, explica, “posteriormente pueden usarse también como abonos verdes, tanto enterrados como en superficie”.

Detalla que las leguminosas, junto con su asociación simbiótica con bacterias del suelo, “son capaces de fijar nitrógeno atmosférico y transformarlo en nitratos que pueden ser tomados por las plantas como nutrientes”.

Controlar las malas hierbas

En la prioridad 2, sobre gestión y manejo de los cultivos, destacan dos proyectos europeos relacionados con los sistemas agrícolas. El denominado Ecobreed, en el que el rector Manuel Reigosa es el investigador principal, está enfocado a la búsqueda de variedades de diversos cultivos, como trigo, patata o trigo sarraceno, entre otros, que sean nutricionalmente valiosas para la agricultura orgánica, pero que además sean resistentes a diversos patógenos a los que se enfrentan estos cultivos en el campo y que sean capaces de controlar por sí mismas las malas hierbas en el campo de cultivo sin que sea necesaria la aplicación masiva de herbicidas.

La investigadora Adela Sánchez-Moreiras explica que, en estos momentos, “ya hay identificadas más de 10 variedades de trigo y de trigo sarraceno con gran potencial para el control de malas hierbas monocotiledóneas y dicotiledóneas que podrían ser utilizadas en la agricultura orgánica, favoreciendo la biodiversidad y protegiendo el medio ambiente”.

Adaptar cultivos al cambio climático

Además, Sánchez-Moreiras dirige el proyecto Root2Resilience, que tiene como principal objetivo el estudio de la respuesta de los cultivos al cambio climático y, en particular, evaluar la capacidad de las plantas de cultivo para hacer frente a condiciones abióticas estresantes con la sequía, temperaturas extremas o encharcamiento. En particular, detalla, “el proyecto busca estudiar y entender qué parámetros de las raíces de cebada y habas son los que aportan más plasticidad para permitir a las plantas de cultivo adaptarse a las condiciones impuestas por el cambio climático”.

Calidad de los alimentos y valorización de subproductos

La tercera prioridad del Instituto de Agroecología y Alimentación está centrada en la calidad y seguridad de los alimentos. Uno de los proyectos que se desarrollan en esta línea con financiación europea está liderado por María Rosa Pérez Gregorio y tiene por objetivo entender el efecto de la microbiota en la calidad nutricional del trigo en una perspectiva global, del suelo al plato. El trigo, explica, “es un cereal ampliamente integrado en la dieta humana y supone aproximadamente un 50% de la ingesta calórica de la población mundial”.

Sin embargo, en los últimos años afronta varios desafíos, añade. El cambio climático ha variado las condiciones edafoclimáticas y han aumentado las alergias e intolerancias alimentarias, explica. Lo que persigue este proyecto es evaluar el papel de la microbiota en el trigo a nivel de cultivos, variedades, consumo humano y subproductos derivados para piensos.

Este instituto es uno de los de mayor producción científica de la Universidad de Vigo.

Este instituto es uno de los de mayor producción científica de la Universidad de Vigo. / INAKI OSORIO

Por último, en la prioridad 4 centrada en la gestión valorización de subproductos se incluye el proyecto Valwide dirigido por Beatriz Gullón y Aloia Romaní. El objetivo es desarrollar y utilizar tecnologías innovadoras sostenibles, basadas en la biotecnología blanca y la química verde, para la valorización de los subproductos de la vinificación. “Pretendemos dar un nuevo enfoque para la valorización integral de residuos agroalimentarios, centrados en la producción de biocombustibles avanzados y biocompuestos”, explica Gullón.

El proyecto se encuentra en sus etapas iniciales y hasta ahora se evaluó la recuperación de compuestos antioxidantes, tanto del bagazo como del sarmiento. “También se han realizado experimentos con explosión de vapor de los sarmientos con el fin de mejorar su susceptibilidad enzimática y poder obtener bioetanol”, apunta.

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