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Puxedo, la aldea del Xurés que lidera la batalla contra el feísmo

En dos años, los vecinos han ejecutado 33 proyectos de corrección de impactos paisajísticos subvencionados por la Xunta

Un grupo de vecinos y operarios posa en la Eira da Carballa, frente a una de las construcciones recuperadas con nueva cubierta y uno de los murales dedicados al ciclo del pan. | // FERNANDO CASANOVA

“Ahí empezó todo”, dice Celsa Paz señalando la capilla de San Antonio, en Puxedo, en torno a la cual se configura la plaza del pueblo. El retablo tiene la culpa de que esta aldea de Lobios, en el corazón de la Serra do Xurés, sea hoy un ejemplo en la lucha contra el feísmo y lidere esta batalla en toda la comunidad gallega. Desde que la Xunta abrió una línea de ayudas a particulares para corregir impactos paisajísticos en sus propiedades, este núcleo de 35 vecinos es el que más proyectos ha ejecutado: 15 en 2021 y 18 este año.

El germen de este interés creciente por reparar, humanizar espacios y apostar por la armonía arquitectónica fue el retablo. La carcoma lo estaba devorando y los vecinos se vieron obligados a hacer algo para evitarlo. Rondaba 2010 y este pueblo, como tantos, estaba invadido por la uralita y las paredes de bloque y ladrillo a la vista. Para recaudar fondos y hacer fuerza ante las administraciones, los vecinos crearon una asociación y, con ayuda de la Diputación y el dinero que ellos mismos aportaron, restauraron el conjunto escultórico de la iglesia. Fue ahí donde prendió la chispa que 12 años después continúa encendida.

Remedios, de 93 años, es la protagonista de este mural de Mon Devane. | // FERNANDO CASANOVA

Al retablo de San Antonio siguió el palco de música y después el peto de ánimas. Ya puestos, por qué no reparar el firme de la plaza. Y las ‘eiras’ enlosadas en las que antiguamente se mallaba el pan y estaban cubiertas de maleza por desuso. Continuaron por fuentes, hórreos, hornos, muros de piedra y molinos. Todo procurando no dejar escapar ninguna subvención, pero también con sus propios medios cuando la ayuda no llegaba. Pavimentaron calles, rehabilitaron alpendres y abrieron museos interpretativos de los oficios y los productos locales del Xurés, dando un impulso también al patrimonio etnográfico.

Lo estético se impuso y el artista urbano Mon Devane coloreó la iniciativa con ocho murales en diversas fachadas que recorren la aldea reproduciendo el ciclo del pan y la labranza. El feísmo se transformó en ‘fermosismo’ hasta el punto de que Puxedo se ha convertido en un referente en la apuesta por el patrimonio cultural y la recuperación de espacios en el rural, además de una visita obligada para los viajeros que acuden a la Serra do Xurés.

Trabajos de pavimentación frente al local social, en un inmueble recuperado. Fernando Casanova

“Desde que empezamos a arreglar hay diez familias que no tenían ninguna vinculación con la aldea que compraron y rehabilitaron casa aquí”, cuenta Celsa. Ella misma se ha convertido en promotora de las dos viviendas de turismo rural que nacieron a partir de este proyecto de recuperación integral del núcleo. “Casi siempre están ocupadas”, señala. De hecho, el turismo desestacionalizado, cada vez más extendido en espacios naturales y sostenibles, hace parada en esta pequeña localidad de la Baixa Limia.

“Desde que empezamos a arreglar hay diez familias que no tenían ninguna vinculación con la aldea que compraron y rehabilitaron casa aquí”

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Celsa muestra con pasión cada obra ejecutada, presume de la marquesina de piedra y madera que ellos mismos diseñaron, de cada pared recebada y de cada batalla ganada a la uralita, y ya anticipa los siguientes proyectos de rehabilitación. Las obras no se detienen y los operarios son casi de la familia. “Estos llevan ocho años trabajando aquí”, dice Celsa tras saludar a dos trabajadores que pavimentan la calle en el entorno del local social que, puntualiza, también se arregló dentro de este proyecto de recuperación integral de Puxedo. Estos días está plagado de cuadros realizados por artistas que visitaron la aldea para pintarla en sus lienzos.

Celsa Paz, en la marquesina diseñada por los vecinos con el logotipo de Puxedo. FERNANDO CASANOVA

“Los vecinos han entendido que apostar por el ‘fermosismo’ no es un gasto, sino una inversión que valoriza sus propiedades y garantiza el futuro del pueblo”, señala Pablo Rodríguez Paz, portavoz de la asociación vecinal. En dos años, y dentro de la convocatoria de ayudas a la iniciativa privada para la corrección de impactos paisajísticos de la Consellería de Medio Ambiente, Territorio e Vivenda se llevaron a cabo 33 proyectos en Puxedo con una inversión superior a los 100.000 euros (cada proyecto recibe un máximo de 3.000 euros). La propia conselleira Ángeles Vázquez visitó hace un año la localidad para conocer de primera mano el trabajo realizado por estos vecinos y anunciar una nueva orden de ayudas que se ejecutó este año.

195 proyectos en toda la provincia

En la provincia de Ourense, según los datos facilitados por la Xunta, se aprobaron este ejercicio 195 expedientes que suman una inversión de más de medio millón de euros repartida en 59 localidades.

“Años atrás lo más fácil era poner uralita, y así estaba todo recubierto, pero ahora se está arreglando, y también los muros de piedra de cachotería, todos los vecinos colaboran y eso es importante, porque solo con la administración no se puede”, apunta Celsa.

Interior de una de las aulas etnográficas. FERNANDO CASANOVA

La labor de la asociación vecinal

Para lograr esta sensibilización y despegue de la aldea ha sido clave la labor de la asociación vecinal. Pablo Rodríguez explica que ha sido este colectivo el que ha animado a los propietarios a emprender estos proyectos ayudándoles en todos los trámites: elaboración de la memoria de las actuaciones, obtención de permisos y licencias, solicitud de las ayudas y justificación de las obras. “La respuesta de los vecinos no pudo ser más satisfactoria”, señala, “porque ven en estas ayudas una manera de mejorar la estética y estado de conservación de sus propiedades, a la vez que contribuyen a poner en valor la aldea”. La misma asociación asesora a posibles compradores poniéndoles en contacto con los vendedores y realizando los trámites que necesiten, desde la liquidación de tributos al alta de suministros.

Junto a otro de los murales dedicado a la 'sementeira'. FERNANDO CASANOVA

Los caminos de peatones se adoquinaron y las calles por las que circulan vehículos están pavimentadas. También se preocuparon de colocar bancos por toda la aldea adosados a las fachadas y los detalles están muy cuidados. “Tenemos una guía de colores que no es una obligación, pero que seguimos para que haya una armonía en las reformas”, explica Celsa. Los contenedores están ocultos por cierres de madera y se renovaron las placas con los nombres de las calles y plazas incorporando el logotipo de Puxedo.

Algunas de las construcciones ruinosas rehabilitadas se musealizaron y los visitantes pueden conocer la historia de la aldea, sus oficios tradicionales con telar, lareira, carpintería y herrería, además de los productos de la zona como la miel del Xurés o las castañas.

“Ahora Puxedo está en el mapa, no es un pueblo cualquiera”

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“¿Cómo ha cambiado la aldea en estos doce años? Ahora Puxedo es conocido, está en el mapa, no es un pueblo cualquiera. Tiene dos casas de turismo rural que nunca había tenido y están casi siempre ocupadas. La gente nos conoce y viene a visitarnos”, concluye Celsa.

Aurea y Rosa preparando el pan. Fernando Casanova

Recuperación del horno comunal y ciclo del pan

La recuperación del horno comunitario y la ruta del pan es uno de los proyectos estrella de la recuperación de Puxedo. En la dácada de los 60 del siglo pasado, los vecinos vendieron el horno comunal y se había perdido. Hace cinco años, en uno de los inmuebles rehabilitados en la plaza de San Antonio instalaron un horno de piedra donado por un vecino y recuperaron la tradición de hornear en colectividad.

Aurea y Rosa se autodenominan “as forneiras” y se dedican a preparar las piezas que después se reparten. Además, hay un centro de interpretación del pan y una ruta etnográfica que recorre las cuatro ‘eiras’ en las que se mallaba el cereal. La ruta se acompaña de los murales de Mon Devane que recrean todo este proceso.


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