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Solo el 23% de los pacientes derivados a la unidad pos-COVID recibieron el alta

Ricardo Fernández y Dolores Díaz, médicos de la unidad de Enfermedades Infecciosas del CHUO. | // FDV

Fatiga, dolor de cabeza y niebla mental son los síntomas más frecuentes en los pacientes que sufren COVID persistente, un síndrome que se diagnostica cuando la sintomatología persiste tres meses después de la infección por coronavirus.

En Ourense, del seguimiento y evolución de estos pacientes se encargan de forma fija cuatro especialistas de Enfermedades Infecciosas y Medicina Interna y un neumólogo, con la colaboración de profesionales de otros servicios que hacen consulta a demanda como Rehabilitación, Psiquiatría, Psicología, Neurología y Enfermería, y con menos frecuencia Cardiología o Digestivo, a los que se derivan menos pacientes. A esta consulta, por la que han pasado desde mayo de 2020 un total de 2.706 personas, no solo llegan pacientes a los que se ha diagnosticado COVID persistente, sino también aquellos que tuvieron neumonía y a los que conviene realizar un seguimiento posterior a su estancia hospitalaria. En este último grupo, el 60% recibe el alta a la segunda o tercera consulta.

La actual unidad multidisciplinar pos-COVID, creada por el Sergas en mayo de 2021, da continuidad a la consulta que empezó a funcionar en mayo de 2020, cuando al remitir la fase más dura de la primera ola se consideró necesario hacer un seguimiento de la evolución de los pacientes que habían estado ingresados. Pasado un tiempo, los síntomas persistían en algunos de ellos y a estos se fueron uniendo los provocados por los siguientes repuntes de la pandemia. Durante el primer año de funcionamiento, pasaron por esta consulta 919 pacientes ourensanos, y en el período completo desde su creación, un total de 2.706. El 23% han recibido el alta, por lo que actualmente siguen recibiendo atención en esta consulta 2.082 personas, de las cuales un porcentaje muy bajo (unas 12 personas) todavía son pacientes que se contagiaron en la primera ola.

Un proceso largo

Dolores Díaz, especialista en enfermedades infecciosas, forma parte del equipo médico de esta unidad y explica que el COVID persistente es un proceso largo en el que los pacientes tienen que asumir que su vida, mientras dure la enfermedad, no será la misma. “No es algo que se lleve bien porque, por lo general, son pacientes que han pasado la infección con síntomas leves o moderados, y muchos son personas sanas que no presentaban ninguna patología previa. Es difícil porque se encuentran mal y no les puedes ofrecer una solución a corto plazo. Esto es una labor de rehabilitación, en la que tienen que conocerse a sí mismos, aceptar su enfermedad, saber lo que pueden hacer y lo que no, y aprender a dosificarse”, señala.

Por el momento no hay tratamiento específico para el COVID persistente, por lo que la medicación que se prescribe es para tratar los síntomas más graves.

Más de 50 síntomas descritos

“La variedad de síntomas es enorme, hay más de 50 descritos para esta enfermedad, y la variedad de pacientes también es muy diferente como para aunarlo todo en un mismo diagnóstico. Ahora es un síndrome que engloba muchas cosas y probablemente se establecerán diferentes mecanismos según los pacientes y los síntomas. Conocer a los pacientes, ver sus patologías de base, nos llevará en algún momento a establecer diferentes patrones de infección o de enfermedad y mejorar el el tratamiento. Por ahora hay muchos tratamientos experimentales, pero ninguno que mejore a todos los pacientes”.

Aunque son más de medio centenar los síntomas persistentes, la fatiga y el dolor de cabeza son los más comunes. La fatiga, señala Dolores Díaz, está presente en un 60% de los usuarios de esta unidad. También es habitual la niebla mental, un deterioro cognitivo que persiste tras la infección y que produce problemas de concentración y pérdida de memoria. Además, los pacientes de ‘long COVID’ también pueden presentar dolores en el cuerpo y articulaciones, caída del cabello, pérdida del gusto y el olfato, dolor en el pecho, palpitaciones e incluso pérdida de visión. “Cuando estos síntomas persisten en el tiempo es difícil de asumir, sobre todo porque la mayoría son gente joven, de entre 40 y 55 años, laboralmente activa, a la que cuesta tener que reducir su actividad física y laboral”, explica Dolores Díaz.

Lo habitual es que la mejoría se empiece a notar a partir del sexto u octavo mes desde la infección, pero hay un porcentaje, entre el 5 y el 10% de pacientes, que no han logrado mejorar en ese período.

Ómicron disparó los contagios, pero se prevé una menor incidencia del síndrome posCOVID que con otras variantes. Esto se debe, explica Díaz, a que el virus solo afecta a las vías respiratorias superiores. “Produce menos inflamación, entonces es previsible que produzca menos sintomatología de COVID persistente”. En todo caso, recuerda que el hecho de que tras la infección persista de una a tres semanas el cansancio o la tos no tiene por qué tratarse de este síndrome. Para que se diagnostique esta enfermedad, recalca, la persistencia debe ser de tres meses.

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