Acusa a un cura de abusos cuando era un niño: “Me miraba con lascivia, se relamía y me tocó”

El sacerdote, que se enfrenta a tres años de cárcel y lleva apartado más de dos, niega los hechos, que se remontan a 2006 en Avión, y ve “afán de protagonismo” del denunciante

El cura acusado, Pablo Serafín E. D., en el banquillo. // FERNANDO CASANOVA

El cura acusado, Pablo Serafín E. D., en el banquillo. // FERNANDO CASANOVA / J. Fraiz

Javier Fraiz

Javier Fraiz

Pablo Serafín E. D. está apartado del ejercicio del sacerdocio y se enfrenta a solicitudes de condena de 2 y 3 años de prisión por parte de la Fiscalía y de la acusación particular, respectivamente. Un hombre que ahora tiene 25 años denunció en 2016 que el cura había abusado sexualmente de él cuando era un niño y recibía las lecciones de catequesis en la casa donde residía el religioso, en una localidad de Avión.

“Me miraba de una forma lasciva, se relamía y me hizo tocamientos, incluido en mis partes íntimas”, manifestó la víctima en el juicio, este viernes. El encausado, que también era su profesor de Religión en el colegio de ese concello de Ourense, lo niega. Preguntado por qué interés podría tener el denunciante en acusarlo, cuando el propio cura reconoce que no había enemistad previa, aludió a “un afán de protagonismo o por dinero”, pero admite que ni él ni la familia le pidieron cantidad alguna.

Antes de que se iniciara esta causa tenía asignadas 5 parroquias y, durante quince años, impartió clase en el colegio de Avión. En los últimos años, también lo hizo en el de Carballeda de Avia. “No tuve problemas con ningún niño nunca, ni con profesores ni padres”, alega.

“La denuncia ha supuesto todo lo contrario a un beneficio. Al pueblo ya no voy, todo el mundo lo sabe y había gente, sobre todo mayor, que me veía y decía: ‘Ese es el del cura’, asegurando que todo era mentira y señalándome con el dedo. En el trabajo tuve que entregar la citación para el juicio y ponía que era por un delito de abusos. Eso generó un chismorreo y tuve que dejar el empleo. Y en cuanto al dinero, hemos gastado un dineral para el juicio”, expuso la víctima.

La investigación canónica que realizó la Iglesia no halló indicios contra el cura, pero el procedimiento iniciado por el juzgado de Ribadavia siguió su curso y lo ha llevado al banquillo

El juicio, que dirime la magistrada del Penal 2 de Ourense, continuará dentro de unos días con las declaraciones de tres testigos, incluido otro joven que dijo haber recibido peticiones del religioso para que le enviara alguna foto “sexi”, según la acusación, algo que el cura también niega.

Piden su inhabilitación para el sacerdocio

Dos años de prisión, tres años de alejamiento y 10.000 euros en concepto de indemnización por los daños morales causados. Es la petición que formula la Fiscalía. La acusación particular solicita 3 años de cárcel por el presunto delito de abuso sexual, así como 5 años de inhabilitación para el ejercicio del sacerdocio y de cualquier actividad con menores, más 5 años con la prohibición de comunicarse o de aproximarse a la víctima. La defensa pide la libre absolución.

“Tenía diez años, no sabía ni qué estaba pasando aunque sí tenía claro que no estaba bien. En ese momento no tenía la capacidad de entender que una relación así entre un adulto y un niño joven no es normal

La víctima acabó denunciando, diez años después, por miedo a pudiera pasarle a un familiar con la comunión por hacer, o a otros menores. La investigación canónica que realizó la Iglesia no halló indicios contra el cura, pero el procedimiento iniciado por el juzgado de Ribadavia siguió su curso y lo ha llevado al banquillo.

Antes de que se iniciara esta causa tenía asignadas 5 parroquias y, durante quince años, impartió clase en el colegio de Avión. En los últimos años, también lo hizo en el de Carballeda de Avia. “No tuve problemas con ningún niño nunca, ni con profesores ni padres”, alega.

El relato de los hechos, según la Fiscalía

En su escrito de acusación, la Fiscalía señala que, durante el período en el que se desarrollaron las clases, en el verano de 2006 en la casa parroquial, “en más de una ocasión, el sacerdote recibió al menor en calzoncillos, y con ánimo libidinoso, le tocaba los muslos, al tiempo que le decía lo bonitas y fuertes que eran sus piernas”. Además, presuntamente “le acariciaba la espalda, llegando incluso en una ocasión a tocarle los genitales mientras ambos estaban sentados en el sofá”.

Relata tocamientos en la pierna y también cómo fue “subiendo con la mano” hasta alcanzar sus partes íntimas, momento en el que le apartó la mano, recuerda. Afirma que, en una ocasión, el cura lo recibió en calzoncillos en catequesis. “Me quedé sorprendido, él me dijo que tenía calor. Me pareció surrealista, pero cuando tienes 10 años qué le vas a decir a un adulto”, expresó

El religioso recuerda que este menor recibió una formación “exprés” para hacer la comunión porque se pasaba de edad, y como favor a la familia, ya que estaba previsto que se fueran a vivir a México. La víctima afirma que todas las sesiones tuvieron lugar en el salón de la casa parroquial, que describió al detalle en el juicio, mientras que el cura sostiene que también impartió algunas en la iglesia. La manifestación del sacerdote es que las clases –un total de 6 sesiones los sábados entre mayo y junio de 2006, según su versión– se desarrollaban en torno a una mesa, mientras que el joven sitúa algunos de los supuestos tocamientos en el sofá.

A preguntas de la fiscal –no quiso responder a las de la acusación particular, un derecho que le asiste–, Pablo Serafín negó que, en esas reuniones, se acercara al entonces niño, ni buscara el contacto, ni le tocara la espalda, las piernas o los genitales, ni que hiciera comentarios sobre lo “fuertes” y “bonitas” que tenía las piernas. “Lo único cierto es que le di catequesis para que pudiera hacer la primera comunión”, sostiene este cura.

“Un día estaba en calzoncillos”

“La primera clase me la dio en la mesa, con él sentado a mi izquierda. Conforme avanzaban los días, propuso que nos sentáramos en el sofá, porque estaríamos más cómodos. Según avanzaban los días, empezó a ponerse primero de pie, después a sentarse en el reposabrazos y después a ponerse a mi lado y a pegarse cada vez más”, relató la víctima. “Todo su lenguaje corporal era incómodo. Me miraba de forma lasciva, por ejemplo me decía que mirase yo algo en el libro y si me fijaba él me miraba las piernas, como si se relamiera”, describió el joven.

La última sesión de preparación para la comunión consistía en confesarse. “Él quería hacerlo en el confesionario pero yo dije que no quería entrar ahí con él. No sabía qué podía hacerme y, por lo menos, en la iglesia podía correr”

Relata tocamientos en la pierna y también cómo fue “subiendo con la mano” hasta alcanzar sus partes íntimas, momento en el que le apartó la mano, recuerda. Afirma que, en una ocasión, el cura lo recibió en calzoncillos en catequesis. “Me quedé sorprendido, él me dijo que tenía calor. Me pareció surrealista, pero cuando tienes 10 años qué le vas a decir a un adulto”, expresó.

A pregunta de su abogada aludió a una vez en la que, mientras él observaba con unos prismáticos del religioso, este presuntamente “fue bajando la mano hasta que me tocó el culo. Los dejé y salí corriendo”. Otras veces iba al baño pero la puerta quedaba entreabierta, “él pasaba y miraba varias veces y me decía que estaba buscando algo”.

La magistrada del Penal 2 de Ourense dictará sentencia.

La magistrada del Penal 2 de Ourense dictará sentencia. / FERNANDO CASANOVA

El momento que supuso un “clic” para decidirse a denunciar fue ver pasar al religioso en su coche y cómo los hijos de sus tíos se acercaron. A uno le tocaba hacer la comunión. “Pensé que a otro niño le podía pasar lo que a mí. Tenía vergüenza, miedo y ansiedad, pero se lo conté a mis tíos, mis segundos padres, porque algo había que hacer”.

La mala experiencia con el acusado ha hecho que el joven sea incapaz de entrar a una iglesia. “Cuando paso al lado o veo a un cura me pongo fatal. En el bautizo de mi hermana no entré”

La última sesión de preparación para la comunión consistía en confesarse. “Él quería hacerlo en el confesionario pero yo dije que no quería entrar ahí con él. No sabía qué podía hacerme y, por lo menos, en la iglesia podía correr”.

Al joven le preguntaron por qué tardó una década en denunciar los hechos. “Tenía diez años, no sabía ni qué estaba pasando aunque sí tenía claro que no estaba bien. En ese momento no tenía la capacidad de entender que una relación así entre un adulto y un niño joven no es normal”, dijo.

El verano siguiente, cuando volvió a Avión desde México, el joven dice que el religioso le regaló dos libros. “Tenían pinturas de desnudos y tocaban tema de orgías” en la Grecia antigua, afirma.

El momento que supuso un “clic” para decidirse a denunciar fue ver pasar al religioso en su coche y cómo los hijos de sus tíos se acercaron. A uno le tocaba hacer la comunión. “Pensé que a otro niño le podía pasar lo que a mí. Tenía vergüenza, miedo y ansiedad, pero se lo conté a mis tíos, mis segundos padres, porque algo había que hacer”.

La mala experiencia con el acusado ha hecho que el joven sea incapaz de entrar a una iglesia. “Cuando paso al lado o veo a un cura me pongo fatal. En el bautizo de mi hermana no entré”, sostiene.

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El denunciante permanece a tratamiento. “Sufro ansiedad, llevo los ansiolíticos encima, tomo una dosis de lorazepam que según el psiquiatra es bastante alta, de 2 miligramos cada 12 horas, y he soñado que a mi primo o a gente de mi familia les pasan este tipo de cosas. Tengo pesadillas, me despierto y me siento culpable, o sueño si me pudo haber hecho cosas peores”.

En el juicio también declaró una psicóloga que atendió al denunciante. Apreció una “sintomatología de estrés postráumatico que puede ser compatible con un abuso sexual, pero no podemos establecer que haya un solo nexo causal”.

La defensa sugiere que ese cuadro puede tener que ver con haber sufrido acoso escolar tras los hechos, en México. El joven lo niega.

La acusación particular ha aportado unos pantallazos según los que el sacerdote acusado seguía en las redes a la víctima. “Él ha intentando acercarse a través de redes sociales, envió una solicitud de amistad y en Instagram se mete regularmente a ver mi perfil y stories, desde lo que él cree que es el anonimato. Lo he bloqueado y se ha creado unos tres perfiles. Con el primer intento de hablarme que hizo, lo bloqueé”, dice la víctima.

La defensa alude a supuestas contradicciones con sus manifestaciones, en publicaciones en Twitter, con respecto a manifestaciones en el procedimiento judicial del denunciante, quien asegura que una cuenta atribuida a él no era suya.

"Pidió que no dijéramos nada porque iba a ser un escándalo que podía a matar a su madre"

Cuando los tíos se enteraron del supuesto abuso, fueron a la iglesia a hablar con el religioso. “En principio lo negó, pero su puso nervioso. Pidió que no dijéramos nada porque iba a ser un escándalo que podía a matar a su madre. También dijo que quería hablar con él y le pediría perdón, pero no queríamos que estuviera solo con él”, relata el tío.

“Esto lo único que ha traído es quebraderos de cabeza y dolor. Somos los apestados del pueblo, nadie nos cree. Mi madre vive allí y está un poco aislada. Y lo único que nos ha costado hasta ahora es dinero”

“Se puso de rodillas y dijo que no era cierto, pero si tienes que pedir perdón es una forma de reconocerlo. También dijo que podían salir más casos, porque ‘esto está de moda”, recuerda la tía. Sobre este encuentro, el acusado reconoce que sí se puso de rodillas porque la mujer estaba “fuera de sí”.

Según su versión, “pensé que iba a armar un escándalo, le dije que se tranquilizara y que quería hablar con él, pero ellos me respondieron que él conmigo no y que harían lo que les mandara su abogado”.

Preguntada por el supuesto beneficio para el denunciante que aduce el cura, la familiar afirma: “Esto lo único que ha traído es quebraderos de cabeza y dolor. Somos los apestados del pueblo, nadie nos cree. Mi madre vive allí y está un poco aislada. Y lo único que nos ha costado hasta ahora es dinero”.

Los familiares aseguran que, tras su caso, se enteraron de que a otro joven –antes de los hechos ahora enjuiciados– el sacerdote le había solicitado presuntamente una foto “sexi” a través del móvil, con el que le mandaba mensajes de noche, según esta versión. Hablaron de eso con la madre del perjudicado, cuya declaración queda pendiente para la sesión final del juicio.

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