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Ciencias y letras de noche para más de 300 alumnos

Alumnos de la modalidad nocturna de Bachillerato en el instituto Blanco Amor. // BRAIS LORENZO

Cuando a Andrés Alonso le tocó ponerse la vacuna contra el COVID, se encontró en el recinto con antiguos alumnos que iban a clase de noche y, años después, han sido parte del equipo de profesionales que han ayudado a frenar la pandemia, uno de los mayores retos en décadas para el mundo.

Los institutos Blanco Amor y Otero Pedrayo, así como el centro para adultos de O Couto, permiten estudiar y conciliar con un horario que, en comparación con el diurno, propicia una atención más personalizada | "Cumple una labor social; pueden lograr un título y aumentar su nivel cultural y posibilidades de empleo"

Este profesor de Lingua Galega es el jefe de estudios de adultos en el Instituto Blanco Amor. En este centro del barrio ourensano de A Ponte hay unos 200 estudiantes de Bachillerato en el horario ordinario, de día. Entre las 17 horas de la tarde y las 22.30 de la noche –el viernes, algo antes–, una treintena de estudiantes cursan 1º y 2º de Bachillerato –el año completo o materias concretas– en la modalidad nocturna.

“Cumple una buena labor social, porque permite que personas que necesitan este horario para conciliar, o porque tienen materias pendientes, puedan obtener el título, e incrementar su nivel cultural y sus posibilidades laborales”, destaca este docente, jefe de estudios por quinto año, y con experiencia en el Blanco Amor desde los ochenta.

"Las clases son personalizadas, casi particulares, pero también se exige madurez y fuerza de voluntad, porque no es lo mismo estar en el centro a las 10 o a las 11 de la mañana que un viernes a las 20 horas"

Andrés Alonso - Jefe de estudios de adultos en el instituto Blanco Amor

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“Entre el alumnado, hay quien ha ido mal durante el día y se pasa a la nocturna, o que retoma los estudios tras unos años. Muchos se animan porque, en la modalidad de adultos, las materias quedan aprobadas y hay más convocatorias que en la diurna. Es una pena que, por cuatro o cinco asignaturas, haya quien no tenga el título de Bachillerato”, dice Alonso.

Andrés Alonso, profesor de Lingua Galega, es el jefe de estudios de adultos en el instituto Blanco Amor. // BRAIS LORENZO

En la ciudad de Ourense, tres centros permiten formarse fuera del horario diurno. Además de los 30 alumnos que lo hacen en el instituto de A Ponte, hay unos 80 en el Otero Pedrayo, en el Posío. Aquí se oferta la ESA –una opción para que mayores de 18 años obtengan el título de Secundaria–, y Bachillerato, con un grupo en el primer curso y dos en el último nivel preuniversitario. En O Couto se encuentra el Centro Epapu Ourense, el único recurso público dedicado plenamente a la educación permanente de adultos, sin un límite máximo de edad.

Oferta ESO (presencial y a distancia) y bachillerato semipresencial para mayores de 18. También está permitida la matrícula de los mayores de 16 años que dispongan de un contrato laboral. En el horario nocturno del Epapu, donde el perfil del alumnado es sobre todo el de personas que necesitan conciliar su formación con el trabajo, hay 17 matriculados en 1º de ESO, 17 en 3º y otros 17 en 4º. Cursan Bachillerato –en horario de 16 a 22 horas– 55 alumnos de 1º y 95 de 2ª.

"En el nocturno, se entiende todo mucho mejor, somos menos en clase y te ayudan los profesores. Interactúas y puedes hablar más y preguntar todas las dudas que tengas"

Martín Ansia - 18 años. Le faltan dos asignaturas de 2º de Bachillerato

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No existe una definición homogénea porque detrás de cada alumno hay motivos propios para decantarse o recalar en la modalidad nocturna de enseñanza. “Quizá un 50% aproximadamente pueda estar en el ámbito laboral o preparando oposiciones”, dice Andrés Alonso sobre la situación en el Blanco Amor, el que menos matriculados tiene, hoy en día, en una opción formativa que llevan casi medio siglo impartiendo en este instituto.

“Solo tenemos un grupo de 1º de Bachillerato y otro de 2º. En los últimos años ha menguado la matrícula. En los buenos tiempos podía haber, como mínimo, 75 alumnos. Antes también resultaba más difícil aprobar en el diurno. Además, hemos notado la competencia que suponen los cursos formativos y de FP. Se está notando la concienciación social con respecto a que la Formación Profesional aumenta las oportunidades laborales”, dice Alonso.

Un grupo de estudiantes y profesores de la modalidad nocturna de enseñanza en el instituto Blanco Amor. // BRAIS LORENZO

"Son clases casi particulares. Se hace más fácil esta modalidad, porque al estar sola son más personalizados el trato y la explicación, pero resulta un poco más agobiante, ya que si no sabes hacer algo no habrá la oportunidad de que otra persona lo haga"

Sofía Pérez - 20 años. Cursa materias pendientes de 2º de Bachillerato

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A sus 18 años, Martín Ansia estudia por la mañana un ciclo de grado medio de Informática y, por la tarde-noche, acude al Blanco Amor para superar las dos asignaturas que le faltan de 2º de Bachillerato, Matemáticas y Química. “En el nocturno, se entiende todo mucho mejor, somos menos en clase y te ayudan los profesores. Interactúas y puedes hablar más y preguntar todas las dudas que tengas”, destaca. Cuando obtenga el título, quiere cursar el FP superior de Informática y, después, especializarse en una disciplina muy necesaria para los tiempos actuales: ciberseguridad.

Sofía Pérez, de 20 años, acude al Blanco Amor en la modalidad de tarde-noche para superar las asignaturas que le faltan de 2º de Bachillerato. Su objetivo profesional, “que va cambiando un poco”, bromea, “sería actualmente estudiar después el grado de Criminología”. El miércoles era la única alumna en una de las aulas. “Son clases casi particulares, pero lo malo es que tengo que hacerlo yo todo. Se hace más fácil esta modalidad, porque al estar sola son más personalizados el trato y la explicación, pero resulta un poco más agobiante, ya que si no sabes hacer algo no habrá la oportunidad de que otra persona lo haga”, expone.

“La ventaja es que como en 1º y 2º hay solo dos grupos con un total de 30 estudiantes, a veces están solos en clase, o casi. Eso se nota sobre todo en las optativas. Las clases son personalizadas, casi particulares, pero también se exige madurez y fuerza de voluntad, porque no es lo mismo estar en el centro a las 10 o a las 11 de la mañana que un viernes a las 20 horas”, señala Andrés Alonso.

Una clase de Química. // BRAIS LORENZO

"Las clases son más personales y directas. Al ser pocos podemos hacer más cosas. Por ejemplo, en Biología, la asignatura que más me gusta, podemos hacer experimentos"

Samuel Carrera - 2º de Bachillerato

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A Daniel García, que pronto cumplirá 18 años, le quedaron unas pocas asignaturas en 1º de Bachillerato. Se pasó del diurno al nocturno para tratar de “acelerar” el proceso y superar, de una tacada, esas materias pendientes más todas las de 2º. “Hay más atención y es más ameno. A veces te sientes un poco solo por la falta de alumnos pero tienes un profesor casi personal que te atiende”, señala, en la misma línea. Una vez terminado este nivel preuniversitario, su deseo es hacer un FP superior relacionado con la informática o la tecnología. “También tengo la opción de la Selectividad. La haré pero por si en un futuro quiero entrar en una carrera”, dice.

Samuel Carrera, de 20 años, estudia 2º de Bachillerato, en la rama científica. Prefiere la tarde-noche a tener que madrugar para ir al aula. “Las clases son más personales y directas. Al ser pocos podemos hacer más cosas. Por ejemplo, en Biología, la asignatura que más me gusta, podemos hacer experimentos”. Su próximo paso será estudiar un FP superior de comercio internacional o marketing.

"Me siento profesionalmente satisfecho de algunos alumnos que, con muchos problemas pero con esfuerzo, han conseguido superar el Bachillerato y seguir adelante en su vida personal y profesional. Es gratificante"

Andrés Alonso - Jefe de estudios de adultos en el instituto Blanco Amor

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Daniel García, solo en el aula con una profesora. // BRAIS LORENZO

Catorces profesores del Blanco Amor compaginan la modalidad nocturna con la ordinaria. “Explicamos exactamente el mismo contenido, de manera que si un alumno quiere ir a Selectividad puede superar el examen como los del diurno. Naturalmente, procuramos exigir menos. Es más fácil”, admite el docente, aunque puntualiza: “Me siento profesionalmente satisfecho de algunos alumnos que, con muchos problemas pero con esfuerzo, han conseguido superar el Bachillerato y seguir adelante en su vida personal y profesional. Es gratificante”.

"Hay una queja notable en los profesores del día, la de que a veces el instituto parece una guardería. Aquí no hay el problema de “a ver si te callas y me dejas explicar”, sino que el que viene es porque quiere estudiar y, si no, no tiene por qué asistir"

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Además de esos antiguos estudiantes que terminaron siendo sanitarios, hay muchos otros que han logrado prosperar en sectores como la hostelería, el fotoperiodismo o iniciativas privadas como la elaboración de cerveza artesanal. “Son alumnos más maduros, en edades en los que se nota mucho una diferencia de dos o tres años. La mayoría está en la veintena, hay alguno en la treintena y, con más años, ya es anecdótico”, explica el jefe de estudios.

“Hay una queja notable en los profesores del día, la de que a veces el instituto parece una guardería. Aquí no hay el problema de “a ver si te callas y me dejas explicar”, sino que el que viene es porque quiere estudiar y, si no, no tiene por qué asistir. De hecho, no podemos transmitir nada a sus progenitores sin su consentimiento, pues son adultos. Esa fiscalización no se produce”.

Andrés Alonso, en un pasillo del instituto Blanco Amor. // BRAIS LORENZO

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