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El primer beso en 14 meses fue diplomático

José Rodríguez pudo por fin besar y abrazar a su madre, Raquel Rodríguez, ayer, en la residencia Divino Maestro. | // IÑAKI OSORIO

“No hay palabras que puedan describir el abrazo del hijo y la madre”. Lo dice José Rodríguez Rodríguez, que ayer pudo por fin estrechar entre sus brazos a la suya, Raquel Rodríguez Álvarez, de 93 años y residente en el centro Divino Maestro de Ourense.

Un beso diplomático porque la pandemia sigue ahí y el contacto ha de ser sutil, pero también porque el hijo de Raquel es el cónsul de Filipinas en Galicia. Ayer la visitó por la tarde y pudo estrenar con ella un nuevo avance en el camino hacia la normalidad que los mayores, ya inmunizados, anhelaban desde hace meses: “Este beso es más importante que cualquier otra palabra. Esta situación cierra el círculo en el que hemos estado dando vueltas tanto tiempo”, señala.

“Este beso es más importante que cualquier otra palabra. Esta situación cierra el círculo en el que hemos estado dando vueltas tanto tiempo”

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Los besos tras 14 meses de contención no se libran de la mascarilla, que sigue siendo obligatoria en las visitas en los centros sociosanitarios, pero desde ayer ya se permite el contacto y la cercanía. “Seguimos con la desinfección de manos y pies y apelamos a la responsabilidad de las familias porque, aunque se puedan acercar y tener contacto entre ellos, el virus sigue ahí. Las medidas se han relajado pero nosotros nos relajamos lo justo”, advierte Mónica Pereiro, directora del centro integrado en la red de la Fundación San Rosendo.

También José Rodríguez apela a la cautela. “Que pueda haber contacto me parece una gran decisión, pero la clave está en buscar un equilibrio entre las palabras, la conversación, y los gestos de afecto”, señala, “porque podemos volver al estadio cero; la pandemia está aquí, no se ha ido. Si conseguimos ese equilibrio y si somos responsables, a mí me parece fantástico abrazar y besar a tus seres queridos”.

“Seguimos con la desinfección de manos y pies y apelamos a la responsabilidad de las familias porque el virus sigue ahí"

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Ourensano de San Xoán de Río, el periodista y escritor José Rodríguez empezó a viajar cuando era muy joven y no ha dejado de hacerlo. Pero su madre, que también le ha acompañado en parte de su periplo, siempre ha estado en el centro. “Es la clave, todo gira en torno a ella”, dice. Así que cada vez que las normas impuestas para frenar el coronavirus lo han permitido, ha ido a verla.

Madre e hijo acompañados de personal de la residencia Divino Maestro. Iñaki Osorio

“He aprovechado cada ventana que se iba abriendo para estar con ella, para tenerla cerca, aunque muchas veces a metro y medio de distancia”. Ayer, como siempre, le llevó un termo de café y ella se lo tomó mientras pasaron un rato juntos. El siguiente paso, dice su hijo, será poder ver a sus nietos y a su bisnieto, algo que no ha sido posible durante esos catorce meses, pero que pronto llegará.

“He aprovechado cada ventana que se iba abriendo para estar con ella, para tenerla cerca, aunque muchas veces a metro y medio de distancia”

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El periodismo es el culpable de la conexión de José Rodríguez con Filipinas, el país en el que conoció a su mujer y donde nacieron sus hijos. Durante tres décadas fue delegado general de la Agencia EFE para el sudeste asiático y Pacífico. “Llegue después de la guerra de Vietnam y cubrí esa zona durante casi 30 años. Continué como director del Instituto Cervantes en Manila y me encargué de las relaciones del Ministerio de Cultura con las universidades de todos los territorios españoles en Asia-Pacífico, hasta prácticamente la jubilación”.

Un grupo de usuarias y trabajadoras charlan en una de las salas de la residencia. | // IÑAKI OSORIO

También es director honorario de la Academia Filipina de la Lengua Española y cuando el gobierno filipino le ofreció el puesto de cónsul en Galicia aceptó “con mucho gusto”, dice, “porque aquí está mi madre. Ella lo es todo”.

Habla el hijo único que disfruta con cada visita, cada llamada. “Mi madre tiene 93 años pero está muy bien. Está en una residencia porque tuvo un accidente que la dejo inmovilizada y requiere atención las 24 horas”, explica. No se libró del coronavirus, pero lo pasó asintomática. La residencia Divino Maestro fue una de las más golpeadas por el COVID en la primera ola. Se contagiaron el 80% de la población residente y de la plantilla. Tres usuarios fallecieron y tras superar el terrible bache se ha mantenido libre del virus.

Regreso a la calle Bedoya

La sede del consulado de Filipinas en Galicia está en la calle Bedoya de Ourense, muy cerca del colegio Maristas, donde José Rodríguez cursó sus estudios de Bachillerato en régimen interno. Regresa al lugar del que partió hace más de 50 años aunque su vida ahora es un ir y venir contante por motivos profesionales. La pandemia le ha dado estabilidad porque durante este año ha permanecido en España, principalmente en Madrid, con visitas regulares a Ourense tanto para resolver asuntos de carácter diplomático como para visitar a Raquel.

La comunidad filipina en Galicia ronda las 2.000 personas pero también es su función asistir todo tipo de asuntos relacionados con empresas o negocios que requieren viajar a Filipinas y precisan documentos. En unas semanas recibirá la segunda dosis de la vacuna y esto le permitirá retomar la movilidad internacional.

La pandemia en Filipinas

El trabajo de cónsul durante este año de coronavirus ha sido “complejo”, asegura, “como lo ha sido para todos”. La pandemia, comenta, “ha estado bastante controlada en Filipinas por razones que hasta ahora no están claras, pero lo cierto es que no azotó con la fuerza que tuvo en otras zonas como Europa, Brasil o EEUU”. La alta temperatura o que la media de edad de la población en esta zona es mucho más baja (uno 40 años) son las causas, dice, de que la situación haya estado más contenida. No obstante, ahora ha cambiado “y últimamente no está bien”, detalla, debido al caos provocado por el virus en India. “Todo el entorno tiene mucho cuidado porque hay mucho tránsito con la India entre Malasia, Singapur, Filipinas y todos los países de la zona”, explica.

El régimen para viajar al país es todavía muy estricto. “Incluso con la vacuna exigen PCR, otra prueba en el aeropuerto y 10 días en un hotel. Si el test es negativo hay que pasar otros cuatro días en la residencia, por lo que son 14 días de confinamiento total”. Un palo para el turismo en el paraíso de las playas de arena blanca. “Boracay está prácticamente cerrado y todos los negocios de la zona afectados”.

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